Una campaña que termina de la peor manera

El País 11 de agosto de 2023
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La muerte y la violencia tiñeron las horas previas a la elección primaria de este domingo, en la que los principales referentes de la política disputarán las candidaturas para las elecciones presidenciales. El homicidio de una niña de 11 años por parte de motochorros en la localidad de Lanús.

La muerte del militante y fotoperiodista Facundo Molares, en el marco de un operativo de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires contra manifestantes de izquierda que llamaban a no ir a votar.

Escenas que expusieron la escalada de un clima violento y denso enmarcado en una crisis social y económica que no da respiro.

Cuando parecía que la suba del dólar, la devaluación encubierta de las últimas semanas y la crisis económica monopolizaban la recta final hacia las PASO del domingo, escaló otro factor, uno que parece venir comprimiéndose en una olla que tiene mucho de popular, que está en la calle, y en las instituciones cuando estalla. En los casos mediatizados también hay otro eje en común: la policía, sea federal, bonaerense o porteña.

¿Qué hay para decir cuando asesinan a una nena en la puerta de la escuela? Todo resta. Algunos candidatos especularon, quisieron sacar rédito o evitar que el caso los salpique. Al final cayeron todos en la misma: debieron suspender los actos de cierre. Con la excepción de Patricia Bullrich, que se tentó a subirse al escenario en Córdoba pero para anunciar que igual no hablaría.

Fue el peor final para el primer tramo de una campaña chata, que no entusiasmó y que revela un panorama muy duro para quien asuma el 10 de diciembre.

El caso aturdió a toda la dirigencia política. Fue un impacto en el corazón del kirchnerismo, que golpea a Massa como candidato nacional pero sobre todo a Axel Kicillof que fue el primero en entender la magnitud de lo que pasaba, habló con los familiares de la nena y suspendió toda su agenda. La campaña se había mantenido alejada de la vida de esta Argentina paralela. No fue sólo un tema de desconexión con la calle, sino la consecuencia de que ninguno sabe qué hacer frente a la descomposición social.

La sociedad hace seis años que está atrapada en una crisis se volvió la norma, la apatía nuestro humor social. A saber; una zona liberada por la policía, una ambulancia que tarda en llegar, adicciones, un Estado negligente que no reinserta y condena a una vida de violencia sin escape. Operaciones, información falsa, medios que la reproducen. El negocio del dolor es un círculo vicioso. Y eso se da en un clima de fragilidad, de familias partidas, en un día a día cuesta arriba en los barrios más precarios. No se escuchó una sola cacerola en el país.

Dónde está la salida. El gran emergente de la descomposición resultó ser una parodia de sí mismo. Javier Milei parece haber alcanzado su techo, aunque es uno altísimo para la mediocridad de sus propuestas. De haber surgido un outsider más sagaz, tal vez lograba llegar sin obstáculos a la presidencia, porque el viento de la época jugaba a su favor. Milei plantea que hay que demoler el Estado. Logró instalar en parte esa discusión, ese discurso. Y lo hace justo ahora, que el principal problema de la descomposición es que no sobra Estado. Falta mucho Estado, pero uno que llegue.

El asesinato de Morena fue el quiebre final. Así terminó la primera parte de una campaña a la que nadie se animó a pedirle más de lo que tuvo para ofrecer. Va más allá de los candidatos, es un clima que se extiende.

Si en 2015 la mitad del país se entusiasmó con el cambio y en 2019 la otra mitad se entusiasmó con volver a cambiar, en este 2023 no hay una propuesta que genere una ilusión semejante con la excepción del microclima de los más convencidos. Habrá que esperar hasta el domingo para comprender hasta dónde impacta la conmoción y si influye en el voto silencioso, en el voto de los indiferentes, de esos a los que los principales candidatos intentarán alcanzar durante todo el segundo tramo de la campaña.

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