

La pérdida de bosques tropicales húmedos en 2024 llegó a 6,7 millones de hectáreas. La deforestación global fue un 60% superior al máximo permitido para cumplir el objetivo internacional de detener la desaparición forestal en 2030.
En 2024, se destruyeron 6,7 millones de hectáreas de selva en el mundo. Casi el doble que un año antes. La deforestación global alcanzó un poco más de ocho millones de hectáreas, según la reciente evaluación de la Forest Declaration.
“En 2024 los bosques siguieron experimentando una destrucción a gran escala. Los bosques primarios tropicales continuaron siendo aclarados a tasas alarmantes”. El nivel de destrucción forestal actual en el mundo está por encima de lo que tendría que ser para cumplir el compromiso internacional de atajar la deforestación en 2030. La cantidad máxima para estar en ese camino eran cinco millones de hectáreas para 2024.
Los responsables de 145 estados escribieron en una declaración refrendada en 2021: “Nosotros, los líderes de los países firmantes, nos comprometemos a trabajar para detener y revertir la pérdida de bosques en 2030”.
La deforestación masiva no se trata de la pérdida de una especie, tiene consecuencias negativas constatadas en el calentamiento global del planeta, la regulación del clima, lluvias y la conservación de la biodiversidad de la que los humanos obtienen beneficios.
De los ocho millones de hectáreas deforestadas a las que hace referencia el informe de evaluación, 6,7 millones fueron de bosques tropicales húmedos primarios, lo que llamamos selva, es decir, las masas forestales típicas de la Amazonía, la cuenca del Congo o el sureste de Asia. Son unos tres millones más que un año antes. Este repunte es calificado por los evaluadores como catastrófico.
Una de las autoras principales del informe, Erin Matson, recuerda que “cada año, la diferencia entre los compromisos y la realidad se hace más grande. Y los bosques no son negociables a la hora de tener un planeta vivible”. Esta experta en política ambiental global avisa de que “seguir fallándoles pone en peligro la prosperidad de las personas”.
La deforestación fue causada, abrumadoramente, por el aclaramiento de bosques para hacer espacio a la agricultura permanente, explica esta evaluación. De hecho, es la causa del 86% de la deforestación global de la última década.
Este informe hace mención a la destrucción de extensas áreas de bosque. El cultivo intensivo de variedades como la soja está detrás de gran parte de la deforestación amazónica por ejemplo.
La soja alimenta ganado que se convierte en carne consumida en los países del norte global o en pienso para la producción porcina en Europa que satisface el mercado en China. El café, el cacao, el aceite de palma o la madera cubren las demandas mundiales.
En este sentido, hace solo unas semanas, la Unión Europea atrasó la entrada en vigor de un reglamento diseñado para impedir que productos que hayan supuesto deforestación entren en el mercado de la UE. Además, a pesar de la existencia de leyes para impedir que, por ejemplo, la carne de Brasil implique deforestación, la demanda es tan intensiva y el sistema de control tan complejo que el origen del producto queda fácilmente blanqueado.
La situación deriva en que se estima que entre el 61% y el 94% de la deforestación en los bosques tropicales para explotaciones agrícolas sea ilegal.
Solo la deforestación de bosques tropicales húmedos en 2024 supuso la emisión a la atmósfera de 3.100 millones de toneladas de CO₂, un 76% más que la media anual de 2018-2020.
A nivel mundial, las emisiones totales de CO₂ asociadas a toda la deforestación superan los 4.600 millones de toneladas. Pero, además de añadir toda esa cantidad de gases invernadero, cuando los bosques desaparecen –o se degradan– se pierde su capacidad para seguir absorbiendo el nuevo CO₂ que emite, básicamente, la quema de petróleo, gas y carbón.
Esa función de sumidero se ve disminuida, lo que conlleva que una parte de las emisiones que, hasta ese momento, se compensaba y no exacerbaba la crisis climática, se añadirá a la atmósfera. De hecho en 2021 se determinó que la Amazonía ya estaba emitiendo más CO₂ del que estaba absorbiendo.
Para ilustrar la relevancia de este fenómeno, si la deforestación fuera un país, sería el tercer emisor de CO₂ del mundo, detrás de China y Estados Unidos.