Romper o no

El País 18 de abril de 2023
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El problema paradójico de la oposición será que, ¿la creyeron ganada? Acá un repaso de su historia con la impaciente sociedad en crisis.

El desenlace del gobierno de Alberto, entre impericia propia, fuego amigo y cisnes varios, deja servida una elección que el macrismo vive con ambiciones sin frenos. El escenario, al no ser cuesta arriba como le gustaba a Durán Barba, tiene ese aroma a elección ganada y los desborda. Desde su génesis, incluso en Boca, a Mauricio y sus socios, les gustó simular que la jugaban de atrás.

Ir a ganador los descoloca, se ordenaban mejor según la necesidad. Su estado ideal era sentirse subestimados, jugar un poquito a la víctima política, bailar Tan Biónica y lograr la reacción solemne y acusatoria de progresistas. Pero ya no hay margen para juegos.

La sociedad sufre y le auguran más dolor. La crisis pide que nadie se haga el gil. Y ahora los amarillos se enfrentan a algo para lo que están menos preparados: a ellos mismos. Y ya, en este párrafo, cometimos ese error, el de subestimarlos. 

Del renunciamiento al veto, Macri armó un partido y ganó las elecciones. Olfateó que había una sociedad que no tenía quien le escriba y allá fue, hizo su lectura de lo popular, que tenía detrás más fútbol que pobres. Su narrativa de superación fue un secuestro. Unos días en un pozo a merced de una banda de policías que pedían rescate. Esa también fue parte de su temporada en los noventa. Partido porteño de Estado y mejor amigo del campo.

Fue el tercer presidente no peronista de llegar a la presidencia. Fue el primero en llegar sin ser radical. Fue el segundo ex jefe de gobierno porteño en llegar a la presidencia. Fue el primer presidente no peronista en cumplir mandato sin salida anticipada. Su paradójica centralidad tiene un liderazgo que sobrevivió al fracaso de su gobierno. Su fuerza política es hija de tres acontecimientos: el 94, el 2001 y el 2008. O sea: la reforma constitucional que dio autonomía porteña y le permitió ser jefe de gobierno; el que se vayan todos, que forjó una primera ola contra la política, y a la que se subió (no se decía casta); y el conflicto con el campo que dibujó el mapa de alianza entre las ciudades y la zona núcleo, al que supo representar. Es historia pura. Constitución, cacerola y soja.

El macrismo renovó la tecnología política porque su obsesión era clara: ¿cómo comunicar un ajuste o cómo hacer pasar por débil al fuerte?.

Pero el período de oro, ese romance con la sociedad y el patrimonio de lo nuevo, duró hasta 2018, cuando comenzó la crisis que no domaron. De la “reelección asegurada” pasaron a la etapa agónica: sale Marcos entra Pichetto. Bancar los trapos diciendo lo que pensamos. Fin del monopolio de Durán Barba y nueva etapa.
Del gradualismo al no me dejaron ser.

La etapa de fragmentación y descomposición de la sociedad, el gobierno y la oposición preocupan. 

Con su capacidad inagotable para generar jugadas de impacto en el corto plazo, Massa peleará hasta el final para recuperar el aire que le devolvió al gobierno en sus primeros dos meses de gestión y a esta hora no tiene. Las dificultades enormes que heredó y el camino de improvisación extrema que eligió ahora le cuestan caro, a él y a Cristina, garante de un rumbo de ajuste con concesiones para sectores de alta rentabilidad que contradice 20 años de narrativa kirchnerista.

Cuando falta muy poco para que se definan las candidaturas, el desdoblamiento del tipo de cambio y el nuevo dólar soja rinden menos y no solo por la sequía.

Las internas son a cielo abierto en los dos partidos del poder en Argentina. Uno en el gobierno, el restante en la oposición. Falta saber cómo se reconfiguran en el corto plazo ambas coaliciones y si eso, implicará jugadas que pongan en riesgo la gobernabilidad, o hasta renuncias del mas alto nivel.

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