Crece en España el rechazo a los turistas

El mundo 25 de julio de 2024
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Los residentes se enfrentan a las oleadas masivas de visitantes porque, según sostienen, convierten a sus ciudades en parques temáticos. ¿Es también un problema a futuro en Argentina?

Barcelona es  el epicentro de un encendido debate en torno al turismo de masas. Las imágenes de una manifestación contra turistas, que incluyó insultos y ataques con pistolas de agua, dieron la vuelta al mundo como la postal de un malestar que los habitantes de varias ciudades vienen acumulando hace tiempo.

Esta protesta reciente se monta sobre una medida que adoptó la capital de Catalunya: prohibir la figura del piso turístico a partir de 2029.

“La última regulación del Parlamento de Cataluña nos permite no renovar licencias de apartamentos turísticos. Eso nos va a permitir poner 10.000 viviendas en el mercado del alquiler o a la venta”, anunció el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni.

El año pasado la ciudad recibió 16 millones de turistas, cifras varias veces superiores a las observadas décadas atrás. Los críticos del fenómeno aseguran que las plataformas de alquiler temporario no hicieron más que agravar el problema del acceso a la vivienda, alentando a inmobiliarias e inversores a comprar edificios enteros para convertirlos en “hoteles de facto”.

De allí la idea de no renovar ni conceder ninguna licencia más cuando expiren todas las vigentes a fines de 2028.

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2.500 kilómetros al sudoeste, otra protesta había sacudido las calles y acaparado los titulares. En las islas Canarias, miles de residentes salieron a manifestarse en contra de un modelo de turismo de masas.

“No es un mensaje contra el turista, sino contra un modelo turístico que no beneficia a esta tierra y que hay que cambiar”, dijo uno de los manifestantes durante la marcha en Santa Cruz de Tenerife. Había pancartas que leían “Canarias tiene un límite” y “Turista: ¡respeta mi tierra!”.

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Muchos de quienes protestaron dicen querer un modelo sostenible que tenga en cuenta impactos ambientales como la escasez de agua y que ejerza menos presión sobre los costos de la vivienda. En Tenerife, pero también en Mallorca, se discute si no se está frente a un nuevo tipo de turista, que se comporta peor que antes, ya sea porque se emborrachan o le faltan el respeto a las tradiciones locales.

Carina Ren, investigadora en temas de turismo de la Universidad de Aalborg (Dinamarca), se sale del debate en torno a una supuesta esencia. No es un tema cultural, sostiene, sino de escala.

“Cada vez que viajamos, se produce un encuentro cultural en el que intercambiamos ideas y chocamos. Era cierto hace décadas y también lo es hoy para el turismo de masas. Pero ahora está sucediendo algo diferente: el volumen. Los turistas no se están comportando peor, simplemente hay más”, le dijo a la BBC.

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En 2023, casi 14 millones de turistas visitaron las islas, seis veces más que la población total. Pero, evidentemente, hay algo del orden de lo económico que no cierra en la apuesta por el turismo: según cifras oficiales, el 34% de los canarios está en riesgo de pobreza o exclusión social, la segunda cifra más alta de todo España.

Este reparto más equitativo de cargas y responsabilidades, acaso el objetivo último del concepto de turismo sostenible, también debería formar parte del debate en las ciudades turísticas argentinas. Bariloche, la tercera ciudad del país con más unidades ofertadas en la plataforma de alquiler temporario Airbnb, donde alrededor del lago Nahuel Huapi ya casi no se consiguen alquileres a largo plazo.

La situación es similar en otras ciudades patagónicas como San Martín de los Andes y Ushuaia, donde la apuesta por el rentable mercado temporario en dólares parece estar desplazando a los residentes hacia las afueras de su propia ciudad.

Frente a esto, los gobiernos locales alternan entre una mirada entusiasta y políticas reactivas, donde la tentación es prohibir o controlar todo. Luego se sorprenden cuando ven que propietarios y desarrolladores encuentran la manera de puentear las reglas y continuar operando por fuera de la ley.

Lo que falta, acaso, es una discusión pública sobre el rol del turismo en cada economía local o regional, donde se alienten o desalienten ciertas prácticas en función de lo que la comunidad entiende que busca con este sector de la economía.

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En ese sentido, el caso del turismo de sol y playa en la península ibérica resulta revelador. El 44% de los turistas internacionales que visitan España lo hacen en verano, “lo que genera un pico en la demanda de trabajadores poco cualificados entre junio y septiembre que luego se desinfla durante el resto del año”, dice el periodista Álvaro Merino.

Días atrás, el INDEC publicó su último reporte estadístico sobre turismo internacional. Allí se indica que en mayo de 2024 llegaron a la Argentina por diferentes medios de transporte 350.700 turistas, un 28% menos que en el mismo mes de 2023.

A Ezeiza y Aeroparque apenas llegaron 169.400 personas. Incluso si sumamos todos los que arribaron el año pasado no suman más de 2,5 millones de personas y no todas van a Buenos Aires.

Ampliemos la foto y veamos el total de pasajeros, nacionales e internacionales, entre los que llegan y los que van. Aeroparque (12,3 millones de pasajeros prepandemia) y Ezeiza (11,8 millones) están recién en octavo y noveno puesto a nivel regional, muy por detrás de los aeropuertos de São Paulo (Guarulhos, 42,8 millones), Bogotá (El Dorado, 39,5 millones), Lima (Jorge Chávez, 26,2 millones), Santiago de Chile (Arturo Merino Benítez, 24,6 millones) y otros tres aeropuertos en Brasil.

Aprendiendo de los errores propios y ajenos, el futuro del turismo en las ciudades argentinas deberá estar lejos de la turismofobia, pero también del modelo extractivista.

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