La Argentina que duele

El País 20 de noviembre de 2023

Lo que dejó en claro esta elección es que la plata no compra la presidencia. En numerosas oportunidades dijimos que había un reseteo total de la política.
Que nacía otro tiempo. Un punto límite. Que no había que minimar ni negar lo que sucedía.

Ni la pandemia, la seca, la deuda heredada o el impacto de la guerra en costos, fueron tan nocivos como la interna ególatra y el autoboicot. Quienes evitaban un sendero estabilizador, vuelven a la resistencia con aguante adolescente. Parafraseando la campaña de Clinton en los 90, podríamos afirmar “Es la política, estúpido”.

El gran inconsciente argentino pide a gritos, hace tiempo, cuatro años de aburrimiento público y entusiasmo por lo privado, jóvenes enfocados en el arte y las relaciones. Adultos pensando en asados, pileta y vacaciones y de fondo, el arrollador sonido de los superavits gemelos. Una metáfora simple, que no se cumplió.

El resultado es lógico. Con estos números macroeconómicos y sociales, los gobiernos no reeligen. Triunfó la ciencia política. La imagen positiva del Gobierno es la más baja desde 2001, abajo del 30% hace más de un año. El lastre era demasiado pesado. Cuando la pobreza sube, el oficialísimo pierde. Ley de oro de la democracia. No se puede gobernar bien sin conducir. El poder no se regala.

Incluso en estas horas, Cristina y Massa le tiran el Gobierno por la cabeza a Alberto para que haga la transición. Un final insólito para una coalición que nunca funcionó. Y además, una situación peligrosa.

La ira fue más grande que el miedo en este proceso electoral. El malestar se hizo notar en contra del rumbo del país, desde el dolor de las estrategias de micro ajuste de cada ciudadano frente a la inflación hasta el hartazgo con el sistema político. Se confirmó la ruptura del sistema de partidos que ya estaba literalmente roto. Ahora comienza una nueva etapa en la representación. Nadie puede aventurar cómo será. 

Que Milei sea presidente electo es y no algo increíble. Lo es, porque sus características no se vinculan a ninguna tradición, justo a a 40 años de la recuperación democrática. Pero algo se estaba cocinando a fuego lento a espaldas de los cocineros en los últimos años.; la marea de una mayoría silenciosa, que no quisieron o pudieron advertir. Aquellos que escuchaban en los subtes a los micromilitantes, pero a la vez pensaban en que no les roben el celular cuando bajaran y más tarde iban al súper. Aquellos que formales o no, estaban por debajo de la línea de pobreza y todavía se sienten de clase media. Son muchas razones, simples y contundentes. 

Argentina decidió entregarse a una experiencia sin antecedentes en el mundo: un gobierno encabezado por un anarcocapitalista como Javier Milei, que fue elevado a la presidencia de la Nación por esa amplia base de personas desesperadas por la crisis permanente. El agobio de una crisis y grieta que aturden.

Desde 2003 en adelante Macri perdió una sola elección. La de 2019. Presidente, puesto menor. Observará cómo el 10 de diciembre, Alberto le pondrá la banda y entregará el bastón a Milei, lo que supondrá una escena brutal de la rendición del peronismo. Será esa la postal final de una coalición fatalmente fallida, cuyo legado habrá que analizar en algún momento.

Una campaña fácticamente impecable y perfectamente actuada por Massa no fueron suficientes para evitar que, finalmente, el candidato fuera el ministro y que la historia abriera el capítulo que le tenía reservado a esta Argentina que duele.

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