Massa entre Francisco y Cristina

El País 02 de febrero de 2023
781B4621-3B1D-459C-8566-E983D9C9807D

El Papa ya no oculta su malestar, especialmente con Sergio Massa. Después de criticar los niveles de pobreza e inflación en el país, Francisco organiza un seminario en el Vaticano con Gustavo Beliz y Martín Guzmán, dos enemigos declarados del ministro de Economía.

La invitación es un gesto más que evidente de Francisco a la interna del oficialismo, que revela su malestar con Alberto Fernández. Después de distanciarse con el Presidente por la legalización del aborto, mantenía un vínculo mediante Beliz y Guzmán pero ambos terminaron afuera por el desembarco de Massa, con quien Bergoglio siempre tuvo una relación más que tirante.

B9397C07-9D51-4FBF-A7DC-BA3287B98118

Juntos por el Cambio tiene una complicación que a Durán Barba lo sacaría de quicio: demasiado tiempo creyendo que la elección está ganada. Al menos ese sentimiento habitó las huestes de Horacio Rodríguez Larreta, para quien la concepción del poder es básica y líquida: una máquina de emisión. Todo se compra. Y ya sabemos lo que ocurre con la emisión: llega la devaluación. Esa es la lectura a esta altura clásica: que sólo con recursos no se compensa la falta de liderazgo.

¿Por qué quiere ser presidente? Su argumento es que se siente predestinado a la presidencia. Patricia Bullrich, su competidora lleva encima las marcas de guerra del siglo XX  y que con privilegio de clase se permitió coquetear con todas las radicalidades políticas de moda desde los 18 años.

Con menos recursos, recoge más entusiasmos que porque representa el sentimiento intensos y hace contacto con el electorado libertario que parece haber encontrado una fórmula de consistencia creciente (no exponer tanto a Milei). Luego, llegado el caso, se verá cómo se gobierna sin la simulación de “contener a todos”, tras los años de ese síndrome albertista.

El complejo de elección ganada pega en el dogma: al viejo ideólogo ecuatoriano le gustaba siempre la idea de correr de atrás las elecciones. Que el fuerte parezca débil fue el espíritu de su comunicación. Dejarle al peronismo la embriaguez de sentir el triunfo asegurado. ¿Qué significa “elección ganada”? Su sentido contrario: hace tiempo que todos se la dan por perdida al oficialismo.

A toda derrota le brota una cacería: coronar al Mariscal de esa derrota. Importa más a quién endilgarle el muñequito del vudú que la escena que lo hizo posible.

Estos meses, sin embargo, se viven como si se desconociera algo principal más allá de las guerras de egos, como la que dejó Lula en su visita: la coincidencia de que finalmente se reequilibró el gobierno en un punto. Al menos en uno. ¿Cuál es esa coincidencia? Una obvia: que Massa maneja la economía. Se sabe hace largos meses: el minué de las diferencias ideológicas que le hacían la vida imposible a Guzmán terminó donde empieza Massa (que no está, justamente, a la izquierda de Guzmán). Pero la consecuencia de este nuevo “consenso” no es más que literal: que finalmente la carrera presidencial vuelve a estar asfaltada.

Massa improvisó la primera versión anti casta, cuando en 2013 se le paró al kirchnerismo, pero ahora enfrenta su paradoja: ¿hay algo más casta que él mismo? ¿Cuál es su “estigma”? Se ha dicho mucho. Ventajita. Macri le metió el dedo en el ojo. Le dijo algo que cuesta sacarse de encima. Si era el peronista que en 2013 se abrazaba a la parte de la sociedad que el kirchnerismo dejaba afuera, paradójicamente, se volvió el más político de todos. De hacer una política para los que no les gusta la política a ser el fruto maduro del círculo rojo. El equilibrista. El que camina entre los polos internos de la coalición oficial. Le ningunearon la avenida del medio, pero el equilibrio le sale bien.

Massa es, a fuerza de su voluntad (y sabemos la montaña que mueve la “voluntad” de Massa) el candidato más firme que tiene para ofrecer el Frente de Todos. Un punto de síntesis mínimo. Y a la luz de las infinitas internas del Frente ahogadas en vanidades con la conclusión obvia: Massa es Massa.

Nunca fue un peronista épico. ¿Dónde está el poder? En el peronismo. Entonces soy naturalmente peronista. Esa fue su ecuación y si lo “eligen” todos saben perfectamente lo que eligen. No hay sorpresas. Su batalla ganada es esa que puso camaritas en todo el país. En Massa se vieron originalmente las mínimas intenciones de creer que el país no puede ser sólo reducido a una alianza estatista entre progresistas de capas medias y pobres.

Para él el capitalismo son negocios y habla el idioma de los empresarios, refleja, más que el estado de la política, el estado de las corporaciones. Un empresariado argentino casi siempre ventajero, que hace trencito en presupuestos, subsidios y lobbys, y que refleja en su espíritu mucho de la aventura argentina: nos gusta más la plata que el capitalismo. En este baile Massa ata su suerte a la inflación como quien dice: ya no dependo de la decisión de nadie. La inflación de enero, quienes la auguran, le ponen la bandera negra y roja de la marea brava.

La queja pública de De Pedro vía off delata en realidad un problema mayor del cristinismo. En el eclipse del gobierno de Fernández y con Massa como interventor, la vice y sus incondicionales no saben cómo ubicarse. Al margen de la carrera electoral, con una apuesta excepcional por el rumbo de ajuste que lleva adelante Massa, Cristina se encuentra más limitada que antes para decir lo que piensa y señalar un camino de salida a la encerrona que resultó para ella el FDT. Deberá reinventarse una vez más si quiere desmentir las afirmaciones de los que vuelven a presentarla como un poder declinante.

Potenciada por el aumento de la carne y los servicios, la inflación se perfila elevada en los meses de verano y habilita al Papa golpear sobre las omisiones de este peronismo. El jesuita es un político que también siente una enorme decepción con Fernández pero no se olvida del pasado de Massa.

Te puede interesar
Lo más visto