

Hace ya años que la mayor parte de la población en los países desarrollados se concentra en los adultos, con menos nacimientos. Sencillamente, nacen menos bebés, la población envejece, y cuando estas personas mayores mueran, la población mundial empezará a decrecer.
Este es un cambio previsto, pero puede ocurrir mucho antes de lo que se esperaba. En 2017 la Organización de las Naciones Unidas pronosticaba que la población mundial alcanzaría los 11.200 millones en 2100 y seguiría creciendo. La revisión de 2019 cambió esta cifra a un máximo de 10.900 millones en 2100. La última revisión de este año 2022 indica que la población mundial podría alcanzar un máximo de 10.400 millones en 2080.
En otras palabras, la ONU ha recortado el pico en población mundial en 800 millones de personas, y cree que lo alcanzaremos 20 años antes, para después empezar a menguar.
Los investigadores de la Universidad de Washington sugirieron hace dos años que la población humana alcanzaría un pico muy inferior a los 10.000 millones en 2065, y que descendería a menos de 9.000 millones en 2100, y seguiría disminuyendo. Para entonces, España podría tener la mitad de su población actual.
Tenemos que fijarnos en China, el país más poblado del planeta, con más de 1.400 millones de personas. Durante años, el gobierno chino implantó una estricta política de un solo hijo por pareja. La imposición terminó en 2016, pero ya no era necesaria. Una gran parte de la población china había emigrado del campo a las ciudades, donde de forma voluntaria tenían menos hijos para mejorar su educación y oportunidades.
La Comisión Nacional de Salud de China publicó este año que la población del país empezará a disminuir entre 2023 y 2025. Sin embargo, un artículo publicado por demógrafos de la Universidad Renmin de Pekín sostiene que la población china ya alcanzó su punto máximo en 2021. Se espera que a finales de este siglo se reduzca casi a la mitad, con el 50% de su población por encima de los 65 años.
Además del éxodo rural, la baja fecundidad en la mayoría de los países se debe principalmente a dos cambios importantes que comenzaron en la década de 1960: la mayor disponibilidad de los anticonceptivos y una mayor educación de las niñas. La tasa de fecundidad mundial ha descendido de cinco nacimientos por mujer en 1950 a 2,3 en la actualidad. Según las nuevas previsiones de la ONU, en 2050 caerá al nivel de remplazo de 2,1 nacimientos por mujer, si no es mucho antes.
Antes de esa fecha, la población humana seguirá creciendo debido a lo que está ocurriendo en los 46 países menos desarrollados. En estas naciones, especialmente en el África subsahariana, la natalidad aún es alta, y se prevé que esta región del mundo será la más poblada en 2060, superando a China e India.
Por el contrario, en la mayoría de los 60 países más desarrollados, como la Unión Europea, China, Rusia y Japón, se calcula que el declive ya ha comenzado. La población de otros países altamente desarrollados como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda seguirá creciendo, pero gracias a la inmigración, que está rejuveneciendo sus pirámides.
Pero una población envejecida y al final, disminuida, también tiene implicaciones muy serias para la política económica y social. Las personas jóvenes son quienes contribuyen con más recursos, horas de trabajo e ideas al desarrollo de la humanidad, mientras que la mayoría personas mayores tienden a jubilarse y consumir los recursos que han generado durante su vida.
Se prevé que haya 1.600 millones de personas mayores de 65 años en 2050. Uno de los efectos más inmediatos del envejecimiento de la población es el mercado laboral. Con la entrada de menos jóvenes en la fuerza de trabajo, las empresas pueden tener dificultades para cubrir las vacantes, lo que provocará una escasez de competencias y presiones inflacionistas.
Mientras tanto, los sistemas previsionales se ven sometidos a una gran presión a medida que aumenta el número de jubilados en relación con la población en edad de trabajar. A medida que la población envejece, aumentan los costos de la asistencia sanitaria, ya que un mayor número de personas padece enfermedades relacionadas con la edad.
Los cambios demográficos suelen ser lentos, por lo que, los gobiernos prestan poca atención a estas cuestiones hasta que es demasiado tarde. Sin embargo, en este caso, los cambios están acelerándose. La actual crisis de los sistemas sanitarios y la falta de atención a la tercera edad es una de las consecuencias de esta desatención.
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