La Secretaría de Bioeconomía convocó a las entidades gremiales y productivas para conformar un “comité de crisis” por las pérdidas en el cultivo de maíz. Mientras, las empresas buscan en la genética nuevas herramientas para reducir el daño en la próxima campaña.
Desde el año pasado, los productores agropecuarios vienen alertando sobre la presencia de una plaga que destruye el cultivo de maíz. En medio de la campaña agrícola, el problema se agravó extendiéndose a unos 27 departamentos de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Santiago del Estero, Salta y Tucumán.
Según reportes privados emitidos por las principales entidades bursátiles que relevan el avance del ciclo agrícola se perderían entre 6 y 7 millones de toneladas del cereal, aunque todavía no esta claro si el daño puede ser aún mayor.
A primera hora de esta tarde asistirán representantes de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Coninagro, Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) junto a técnicos de la Asociación de Maíz y Sorgo Argentino (Maizar), que ya reconfiguró las temáticas de su próximo congreso anual para dar certezas y mucha información sobre esta enfermedad que agarró a varios productores con la guardia baja. Del encuentro de hoy, seguramente surja alguna comisión de seguimiento que ofrezca como mucho un acompañamiento desde lo impositivo, no mucho mas, porque en realidad la mayor responsabilidad en este acontecimiento la tiene el clima.
Las condiciones de altas temperaturas y abundantes precipitaciones, junto con el escalonamiento en las fechas de siembra fueron las principales causas de la rápida reproducción y migración de la plaga conocida como chicharrita que afecta al maíz. Técnicamente el problema se genera por una enfermedad, conocida como el achaparramiento del maíz, que tiene origen en una bacteria llamada spiroplasma kunkelii, que la transmite la chicharrita dalbulus maidis que actúa como vector.
La consecuencia de todo esto es obviamente un daño económico para miles de productores, que tendrá su correlato en una caída del valor de la cosecha y menor ingreso por exportaciones.
Esta enfermedad ya estaba en Brasil y en el norte argentino desde hace 3 o 4 años. Ahora bajó del NEA y NOA a zonas más centrales como el norte de Córdoba, norte de Santa Fe y norte de Entre Ríos donde hizo mucho daño. Las pérdidas podrían ser aún mayores porque hay gente que no conoce la enfermedad, entonces no sabe si la tiene o no en sus lotes. La Bolsa de Cereales de Córdoba analizó que sólo en esa provincia la enfermedad dejaría un impacto económico negativo de US$1130 millones.