El futuro de España luego de las elecciones

El mundo 25 de julio de 2023
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Córdoba no fue el único lugar de desilusión para opciones antiprogresistas. Las elecciones españolas, que en mayo colorearon la principal noticia de tapa y la mayoría de los análisis de los diarios argentinos tras el triunfo contundente de la derecha en las elecciones autonómicas, carecieron en la mañana del lunes de editorialistas locales tentados de hacer analogías de cara a las primarias de agosto o las generales de octubre. 

El escenario es de bloqueo, ningún partido tiene por ahora los números para formar gobierno, aunque la aritmética favorece al actual ejecutivo. El Partido Popular (PP), de centroderecha, salió primero con el 33% de los votos y 136 escaños. Su candidato Núñez Feijóo, aspiraba a conseguir una mayoría rotunda, con el principal objetivo de gobernar en solitario; el plan B era hacerlo en coalición con Vox, la ultraderecha. Las encuestas sugerían que eso era factible, pero se equivocaron: el bloque no llega a la mayoría y tiene poco de donde rascar. La sorpresa la dio el PSOE, de centroizquierda, que tuvo un mejor resultado del que esperaba e incluso supera la marca de la elección anterior. Vox fue el máximo derrotado: conservó el tercer lugar pero perdió casi 20 escaños y una porción importante de centralidad.

Con la mayoría de encuestas y pronósticos en contra, Pedro Sánchez del PSOE, aceleró en el tramo final de la campaña, multiplicando sus apariciones. Su mensaje no apuntó solamente al miedo ante la ultraderecha sino que defendió los logros de su gobierno, suba del salario mínimo, reforma laboral y leyes de avanzada en materia cultural, entre otros, en clave de futuro, mientras acusaba a la oposición de representar el atraso. En Cataluña también está la llave del próximo gobierno, porque Sánchez solo completará la hazaña si se asegura tanto los votos del independentismo de izquierda (ERC) como el guiño de Junts, su equivalente por derecha.

Muy difícilmente lo que elijan los españoles, como antes los brasileños, los norteamericanos o los chilenos, impacte de ninguna manera -y mucho menos presagie- lo que harán los argentinos. No quita, igualmente, el enorme interés de encontrar tendencias políticas que pueden tener impacto global o vinculado de algún modo con las similitudes culturales entre nuestros países.

Una primera cuestión es la nueva comprobación es que la grieta no es un fenómeno particularmente argentino.

Los partidos de la España de la Moncloa llevan años sin posibilidad alguna de fijar grandes acuerdos sobre cuestiones de Estado y, en cambio, profundizaron las distancias. Mientras el Partido Socialista de Sánchez debió apoyarse incluso para cuestiones elementales de gobierno en grupos parlamentarios independentistas que no se reconocen como parte de España, el Partido Popular formó gobierno en distintas administraciones autonómicas con Vox, que desde la extrema derecha tomó distancia de los principios democráticos más elementales -como, por ejemplo, repudiar la dictadura franquista.

Otro aspecto relevante es que las dinámicas locales no se trasladan a las nacionales y que, en todos los casos, los candidatos importan. Si estas elecciones hubieran repetido los resultados de las autonómicas, la derecha estaría mucho más cerca del gobierno.

En frente, lo que en mayo aparecía como una debacle impulsada por Podemos, terminó en un resultado razonable para la que fue la formación emergente de la unidad de la izquierda española. Renombrada Sumar, llevó como candidata a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que encabezó desde la gestión la aprobación de una reforma laboral que redujo en gran medida la precarización y volvió a privilegiar los contratos de tiempo completo. La reforma fue aprobada por los sindicatos, pero también por las empresas.

Lejos del perfil de Pablo Iglesias, Díaz recogió valoraciones ciudadanas que excedían las de su espacio y fue una socia cómoda para Pedro Sánchez, a diferencia de los dirigentes de Podemos. Si bien los resultados no fueron los esperados, el PP salió de su crisis y pudo ser el primero en las elecciones a partir del reemplazo de Pablo Casado, un líder del ala derecha del partido, por Alberto Nuñez Feijóo, un moderado con fama de gestor eficiente.

Del mismo modo, las disfuncionalidades de la coalición y los errores de gestión ensombrecieron los logros económicos y políticos que en materia de crecimiento, inflación, salario mínimo y derechos laborales exhibe la gestión de Sánchez, así como la gradual y relativa institucionalización del conflicto catalán.

La gente, aparentemente, no quiere lío. En España también se consigue.

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