Detrás del fenómeno Bukele

El mundo 06 de marzo de 2023
EC7C142A-6CC8-4F18-9D86-BB2C700E1C46

Las imágenes de la cárcel más distópica que hemos visto, recorrieron el mundo y nos dejaron llenos de preguntas. La primera de ellas: ¿de dónde salió este engendro que ha dado en llamarse Centro de Confinamiento del Terrorismo(CECOT) y que la prensa local oficialista ensalza.

La respuesta, en realidad, tiene dos aristas: ¿cómo se llega a construir una prisión de esta naturaleza, capaz de alojar a 40 mil condenados? ¿Y cómo una figura política como el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, surgida de la izquierda y que aún cultiva una retórica antimperialista y dice rechazar al nazismo, termina siendo el nuevo ídolo de la ultraderecha?

Bukele, un millennial que hizo carrera en la agencia publicitaria de su padre y luego saltó a la política de la mano del FMLN –el partido de izquierda heredero del movimiento guerrillero que peleó en la guerra civil de El Salvador (1980–1992) y que era, además, cliente de su padre–. Antes de su candidatura rompió con el partido y adoptó una estética y un discurso de renovación política, acusando de corrupción generalizada a las dos fuerzas que dominaron el periodo post guerra civil, el FMLN y ARENA, de derecha. Así ganó la presidencia y, dos años después, en elecciones legislativas, se hizo con la mayoría del Congreso. Con el asalto consagrado, Bukele purgó a la Corte Suprema y desplazó al fiscal general.

Por entonces, a mediados de 2021, Bukele había conseguido una reducción drástica de la tasa de homicidios, un logro que explicaba parte de su alto apoyo popular. Pero, para lograrlo, Bukele había negociado una tregua con las tres principales pandillas del país. Esa tregua se rompió a principios de 2022, luego de una masacre que dejó más de 80 muertos. La respuesta fue la implementación de un estado de excepción que habilitó detenciones arbitrarias, extendió los plazos de prisión preventiva, redujo la edad de imputabilidad y aumentó las atribuciones de las fuerzas de seguridad.

A principios de febrero, el medio El Faro publicó una investigación en la que proclaman el fin del régimen de pandillas. La fuente es importante. Se trata del principal medio de investigación del país (y quizás de la región) y fueron los que en el pasado documentaron tanto la negociación de Bukele con las pandillas como la persistencia de su estructura en los meses posteriores al estado de excepción. Pero casi un año después del inicio de la política de mano dura, El Faro relata, con testimonios en todo el país, que Bukele logró su objetivo.

Detrás del entusiasmo que genera la noticia en El Salvador y en el resto de la región, que empieza a verlo como un modelo, hay dos preguntas cruciales. La primera es sobre los costos democráticos del método. Dentro de los 60 mil detenidos durante el régimen de excepción hay personas inocentes, que fueron encarceladas por su apariencia o, como está documentado, por mostrar “nerviosismo” ante los interrogatorios. Son miles de personas que se encuentran presas en condiciones de hacinamiento y de manera indefinida, sin acceso a un debido proceso.

El método, además, no es tan puro como sugiere su prensa. Bukele negoció con las pandillas cuando fue alcalde y lo hizo como presidente (por eso está acusado ante la justicia de EE.UU.).

Por eso fue interesante el intercambio que tuvieron en los últimos días Bukele y Gustavo Petro, el presidente colombiano que, en cierto modo, busca encarnar otro modelo sobre cómo lidiar con países consumidos por la violencia y desacostumbrados al Estado.

En un artículo, Juan Martínez d’Aubuisson, un antropólogo salvadoreño reconocido por su trabajo de campo dentro de las pandillas, dice que el lugar que dejan estos grupos lo va a llenar “la mafia del Estado”, a la que describe como “un conjunto de personas, orientadas por un solo líder y que utilizan los mecanismos estatales para enriquecerse de forma ilícita y amedrentar o eliminar a su competencia”.

Las cifras de aprobación de Bukele, que superan el 80% y lo convierten en el presidente más popular de la región. Su respaldo es casi total. El antropólogo afirma que a “Bukele en El Salvador se lo venera como una figura proto religiosa”. Pero entiende el apoyo. “Él vino a desplazar a las estructuras que más daño le hicieron al país: los partidos de la posguerra y las maras. La gente evalúa al gobierno por su experiencia subjetiva, y así debe ser. ¿Y qué les dice su experiencia subjetiva? Que el marero que antes amenazaba con violar a su hija ahora va a morir en un penal”.

No ve una amenaza cercana a Bukele, más bien le augura un largo futuro. “El tipo se va a reelegir y no creo que las maras vuelvan. No como la conocimos, al menos. Su imperio ha terminado. Ahora inicia el imperio de la mafia del Estado”.

Te puede interesar
Lo más visto