Cómo trabaja Keisha Thorpe, ganadora del premio a la "mejor docente del mundo"
Sociedad 07 de junio de 2022La ganadora de la última edición del Global Teacher Prize trabaja en la International High School Langley Park, y su gran desafío es que sus alumnos terminen el secundario y vayan a la universidad. “Con el aislamiento y el Covid la situación de vulnerabilidad de muchas familias se agudizó. Hay hogares en los que no había dinero suficiente ni para comer, y ahorrar para poder pagar los estudios en la universidad no es una chance para ellos”, dice Thorpe.
Sus alumnos llegan a la clase muchas veces sin saber hablar ni una palabra de inglés. La mayoría proviene de familias de inmigrantes y refugiados de bajos ingresos, y en la International High School Langley Park, en Maryland, ella los recibe con su amplia sonrisa y un desafío: que terminen el secundario y vayan a la universidad. La estadounidense Keisha Thorpe fue la ganadora de la última edición del Global Teacher Prize, que entregó la Fundación Varkey en alianza con la Unesco, en una final que se celebró desde París en formato virtual y en la que también estuvo entre los diez nominados la maestra argentina Ana María Stelman, que trabaja como docente de ciencias naturales en una escuela primaria de La Plata.
Thorpe será una de las 20 conferencistas internacionales que disertarán en el Congreso Internacional de Educación, que se realizará en la provincia de Tucumán el 28 y el 30 próximos. Como la mayoría de los ganadores del premio, conocido como el Nobel de Educación por el millón de dólares que entrega como recompensa, Thorpe saldrá de gira por distintos países.
Thorpe consiguió el título universitario gracias a una beca de atletismo que obtuvo cuando llegó desde Jamaica a Estados Unidos.
Su propia experiencia la impulsó a trabajar en ese camino, con resultados alentadores que se intensificaron durante el año previo a la pandemia.
Solo entre 2018 y 2019, ayudó a que sus estudiantes obtengan becas por casi 7 millones de dólares en una docena de universidades. “Cuando digo que mis estudiantes son recién llegados es porque acaban de llegar al país, y la escuela es el primer lugar donde interactúan con otras personas, aunque no hablan inglés. Hay estudiantes de América del Sur o Central, África y el Caribe. También alumnos que llegan de Medio Oriente. Todos son inmigrantes, o refugiados o estadounidenses de primera generación, y más del 90% tiene antecedentes de bajos ingresos y participa del programa de asistencia alimentaria”, cuenta.
Thorpe logró que sus alumnos reportaran avances del 40% en lectura, un registro que se posicionó como el más alto del distrito para estudiantes no nativos. Además, teniendo en cuenta la cultura y las costumbres de los chicos y chicas que conviven en sus clases, rediseñó completamente el plan de estudios, para hacerlo culturalmente relevante para sus estudiantes.
“El desafío número uno es lingüístico. Adquirir una nueva lengua puede llevar unos siete años. Ellos llegan en noveno grado y transitan unos cuatro años para llegar al doceavo, que es el último nivel. Por eso el desafío es muy grande –insiste–. También tenemos otros desafíos, como el nivel de pobreza en sus comunidades. No entendía realmente cuál era la situación real hasta que llegó el Covid, cuando constatamos que más de un tercio de nuestros estudiantes tenía inseguridad alimentaria. A eso se le suma el trauma que muchos arrastran desde sus lugares de origen, países con conflictos bélicos y derechos vulnerados que afectan directamente en sus aprendizajes”.
“El deporte es un puente entre la escuela y la universidad. La mayoría de los entrenadores que trabajan en la comunidad intentan demostrarles a los chicos que pueden usar sus habilidades y sus talentos para alcanzar una educación superior y ayudarlos a salir de la pobreza. También hay muchas actividades durante las vacaciones de verano, porque el hecho de practicar un deporte mantiene a los chicos motivados y lejos de las pandillas. El deporte los mantiene fuera de problemas, de tomar malas decisiones que los afectarán más adelante”.
Para Thorpe, que sabe que en la Argentina no funciona el mismo esquema de becas deportivas para los estudiantes universitarios, las similitudes en los obstáculos que un maestro o un estudiante deben afrontar a miles de kilómetros de distancia son muchas. “La pobreza es algo común en todas partes. Tenemos que luchar constantemente para que los estudiantes de bajos recursos tengas las mismas oportunidades que los demás alumnos. En mi escuela, por ejemplo, hay computadoras para todos los estudiantes, pero durante la pandemia no se podían conectar porque en sus casas no tenían wi-fi”, señala.