

El vinilo, produce algo de nostalgia, donde los clásicos que se buscan eran la novedad. Mientras suena alguna lista colaborativa en Spotify, se redescubre la radio y a las nuevas generaciones les llama la atención.
Su regreso fue triunfal hace algunos años como objeto y devoción de coleccionistas: récord de venta y fabricación y un dato espectacular: sólo la mitad de los que compran discos de vinilo tienen bandeja para reproducirlos.
Hay fiestas con DJ set en estos formatos. En 2023, las ventas de vinilos en Estados Unidos alcanzaron un récord sin precedentes, con 43 millones de unidades vendidas, superando las ventas de CD por segunda vez desde 1987, según informó la Recording Industry Association of America (RIAA). La popularidad creciente de los tocadiscos se fundamenta en el valor añadido que la música en vinilo ofrece en términos de calidad de sonido y experiencia auditiva. Los audiófilos valoran especialmente la riqueza y profundidad que el vinilo puede aportar a la música, aspecto que los formatos digitales no siempre consiguen replicar.
El CD, todavía está vigente. Lo mismo pasa con el cassette. Los que no vivieron con un formato físico están reciclando esa música en ferias. El CD es más barato el objeto y el aparato para reproducirlo, ocupa menos lugar.
Queremos escapar del algoritmo para tener una experiencia analógica con la música. Además del vinilo, rey del vintage, van por la herencia familiar que acumula polvo en un cajón.
Pasa además con el IPod, cientos de miles de posteos que muestran cómo hacerlos revivir, tutoriales para enseñar cómo copiar música desde un CD al iPod, marcas como Sony que hacen modelos modernos de walkman, o lo que llaman single purpose devices, es decir: dispositivos para un sólo propósito.
No es una movida anti tecnología, de hecho las plataformas no paran de crecer. Es una búsqueda por un refugio de la velocidad e imposición del algoritmo. Conectar en otra sintonía.