

Mañana comienza la elección del nuevo papa con un sistema que se instauró en los tiempos de Gregorio X en 1274 y que debe acabar con la fumata blanca.
La idea fue evitar elecciones larguísimas como la suya propia que tomó 34 meses de sede vacante.
Todo empieza por la mañana con una misa llamada Pro eligendo pontfice. Luego, por la tarde, una procesión lleva a los cardenales hasta la Capilla Sixtina, con la invocación veni creator. Allí, el maestro de ceremonias dice el famoso Extra omnes.
El cónclave se encarga de votar un nuevo pontífice romano, que es obispo de Roma y por eso papa. Los electores residían justo al lado del lugar de las votaciones, pero ahora cada día van y vienen de la Capilla Sixtina, que está en el Palacio Apostólico, a la residencia de Casa Santa Marta. En la Sixtina votan y en Santa Marta hablan o discuten.
Cada jornada hay cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Hacen falta dos tercios de los votos para salir elegido papa. Si el cónclave se alarga más allá de tres días, se hace una pausa en la que hay una exhortación del cardenal decano de los diáconos antes de otras siete rondas. Si no hay elección, se repite ese proceso con diferentes exhortaciones. Al llegar a la votación 33/34, se pasaría a la fórmula extraordinaria por la que se votan los dos nombres con más apoyo en la última votación. Estos dos pueden hablar, pero no votar.
Los revisores repasan el recuento. Si no hay mayoría y todavía queda otra votación de la mañana o la tarde, se aguarda a ese momento para quemar todas las papeletas juntas. Si hay mayoría, la estufa emite la famosa fumata blanca. Además de los cardenales, en la residencia hay asistentes durante la duración del cónclave que deben haber sido autorizados por el camarlengo y prestar un juramento de secreto. En caso de quebrarse, las normas eclesiásticas prevén una excomunión automática.
Entre ese personal pueden estar: el secretario del colegio cardenalicio, el maestro de celebraciones litúrgicas, el asistente del decano cardenal, confesores en varios idiomas, dos médicos, el servicio de comedor y limpieza o los conductores que llevan a los cardenales de Santa Marta a la Capilla Sixtina.
El cónclave termina cuando el elegido acepta el cargo y escoge su nombre de papa. La cabeza de millones de personas católicas. La mayoría de los cardenales que representarán a América Latina son partidarios de que el próximo pontífice continúe el legado del papa Francisco, aunque muestran un enfoque diverso sobre “las velocidades” de llevarlo a cabo.
Latinoamérica contará con los votos de 12 países. Brasil es el país con mayor número de electores (7), seguido por Argentina con 4 (Mario Poli, Ángel Sixto Rossi, Vicente Bokalic Iglic y Víctor Manuel Fernández), mientras que por México votarán dos, y uno por Cuba, Guatemala, Nicaragua, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.
Europa es el continente más representado con 53 cardenales, seguido de 37 americanos, 16 de América del Norte, 4 de Centroamérica y 17 de Sudamérica, 23 asiáticos, 18 africanos y 4 de Oceanía.
Estarán representadas 18 naciones europeas, 17 asiáticas y 17 africanas, así como 14 americanas y 4 de Oceanía.
Por primera vez 12 países estarán la Sixtina para un cónclave: Haití, Cabo Verde, República Centroafricana, Papúa Nueva Guinea, Malasia, Suecia, Luxemburgo, Timor Oriental, Singapur, Paraguay, Sudán y Serbia.
Por naciones, Italia seguirá siendo el país con más cardenales dentro del cónclave, con 17 electores, por delante de EE.UU con 10.
Acceptasne electionem es la frase en latín que el decano dirige al cardenal elegido como nuevo papa. “¿Aceptas tu elección?”. Es el momento en el cual el cardenal elegido acepta formalmente convertirse en papa y elige su nombre.
Bergoglio eligió Francisco por san Francisco de Asís, el santo italiano del siglo XIII conocido por su vida de pobreza, humildad y amor por la naturaleza.
Cuando termina el cónclave, el papa elegido entra en la llamada Sala de las lágrimas, que es en realidad la sacristía de la Capilla Sixtina. Se supone que ahí es donde el nuevo pontífice es consciente del encargo que le han hecho. Allí le esperan la vestimenta con las que saldrá al balcón de San Pedro a saludar.
Se preparan en tres tallas diferentes para que puedan servir a cualquier cardenal que sea elegido papa. Se encargan con antelación, y en esta ocasión se han confeccionado en Mancinelli Clero, un pequeño taller en el que Raniero Mancinelli y su nieto Lorenzo del Toro han elaborado las prendas.
“Habemus papam”, estas palabras en latín se comunica la noticia. La frase completa es “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam!”. Les anuncio una gran alegría: tenemos papa. Lo hace el cardenal protodiacono de la Logia Central de San Pedro. En este caso será el francés Dominique Mamberti el que haga el anuncio al mundo.
El papa, líder de la Iglesia católica, es también el obispo de Roma. La sede del obispado romano es la basílica de San Giovanni in Laterano (San Juan de Letrán, en español), situada en el centro de la ciudad. De hecho, Francisco se refirió a ello en sus primeras palabras como papa en el balcón de San Pedro. “Como saben, el deber de un cónclave es dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo,pero estamos aquí”, dijo.