

Las temperaturas en Europa están aumentando a un ritmo que es más del doble de la media mundial. Esta es la conclusión del informe presentado por el servicio climático Copernicus y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
El documento resalta que esta tendencia se reforzó en 2024, que fue el año más caluroso en Europa desde que hay registros.
La temperatura en Europa en 2024 fue de alrededor de 1,5 °C centígrados por encima de la media de los últimos 30 años. Ese aumento de temperatura medía es de 0,5ºC por década, mientras que la media en todo el mundo fue algo más de 0,2ºC por década, según Samantha Burguess, responsable de estrategia del clima del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (Cepmpm).
Como en el resto el planeta, las temperaturas suben en el viejo continente por las emisiones de gases procedentes de la quema de combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas usado en el transporte o la producción de energía, pero Europa es el continente que más rápidamente experimenta este calentamiento.
Hay otras razones principales. Incide que una parte del continente incluye territorio del círculo polar Ártico, que es la región que se calienta más rápidamente de la Tierra. Y, al ser los polos la zona que más se calientan en el planeta, cuando se hace una media de temperaturas en Europa, el resultado es que se dan temperaturas más altas.
Influyen también los cambios de circulación atmosférica, que favorecen las entradas de olas de calor más frecuentes en verano. Esa circulación oceánica trae aguas calientes a las costas europeas, y eso hace que sean relativamente más cálidas que las de otros océanos, según explica los portavoces de la OMM.
Concretamente, la temperatura en Europa ha subido 0,5 ºC por década entre 1979 y 2024, mientras que el aumento ha sido de 0,53 ºC por decenio los últimos 10 años, indicó Burguess.
El año 2024 fue el más caluroso registrado en Europa propulsado sobre todo por las temperaturas récords alcanzadas en las regiones central, oriental y suroriental del viejo continente.
La consecuencia es que el continente “está experimentando graves impactos debido a fenómenos meteorológicos extremos y al cambio climático”, declaró la secretaria general de la OMM, Celeste Saulo. Cada fracción adicional de grado de aumento tiene su impacto, “ya que acentúa los riesgos para nuestras vidas, nuestras economías y el planeta.
El sureste de Europa registró su ola de calor más larga, en julio, que tuvo una duración de 13 días consecutivos y afectó al 55% de la región.
Mientras tanto, todas las regiones europeas experimentaron pérdida de masas heladas, pero los glaciares de Escandinavia y Svalbard midieron las tasas de pérdida de masa más altas registradas. Algunos glaciares de los Alpes en Francia y Suiza han perdido hasta el 93% de aquella, desde inicios de los años 70 hasta el año 2015. Y durante los últimos 10 años, los glaciares y los Alpes han seguido perdiendo masa.
Fue también un año de contraste, ya que Europa Occidental experimentó uno de los diez años más húmedos del período analizado desde 1950. El resultado es que Europa sufrió las inundaciones más generalizadas desde 2013.
El 30% de la red fluvial europea superó el umbral de inundación “alta” durante el año, mientras que el 12 % superó el umbral de inundación “grave”. Se estima que las tormentas e inundaciones afectaron a 413.000 personas en Europa, con al menos 335 muertos y de ellas, más de 230 en España.
Sin embargo, solo la mitad de las ciudades europeas disponen de planes específicos de adaptación al cambio climático. Concretamente, cuenta con estos documentos estratégicos el 51% de las ciudades, mientras que carece de él el restante 49%.
La propia OMM admitió, al ser presentado este informe, que esta carencia, “efectivamente, es alarmante”, según asintió Andrew Ferrone, subdirector de Clima del Ministerio de Medio Ambiente de Luxemburgo, que habló en representación de la OMM.
Los fenómenos meteorológicos extremos plantean riesgos cada vez mayores en Europa tanto para las zonas edificadas como para las infraestructuras, así como para los servicios que estas prestan. “Se ha dado un gran aumento (en estos planes de adaptación específicos), pero todavía hay margen de mejora”, dijo Ferrone.
El portavoz de la OMM añadió que las ciudades, pese a todo, se están adaptando al clima extremo con iniciativas para prevenir los impactos de las inundaciones que incluyen medidas de protección, soluciones basadas en la naturaleza para retener o amortiguar el empuje de las aguas o implantación de sistemas de alerta temprana. Aunque se está actuando, “no todas las ciudades tienen un plan de adaptación específico. Así que sí, hay margen de mejora”.
De los daños estimados en 18.000 millones de euros, el 85% se atribuyen a inundaciones.
El informe cita algunas buenas prácticas llevadas a cabo en ciudades como París y Kiev, donde se ha introducido cambios en parques y áreas verdes para atenuar los estragos de olas de calor. En Milán, por ejemplo, la forestación y los refugios climáticos habilitados se emplean tanto para combatir las olas de calor como para reducir la contaminación atmosférica.
En cuanto a las inundaciones, se cita el ejemplo de Glasgow donde para contener las avenidas se han creado zonas ajardinadas inundables completadas con sistemas de alerta temprana.

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