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EconomíaHoy
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Milei celebra el rebote que mostró la economía en el tercer trimestre. El mismo, de 3,9% frente al abismo del período anterior, probablemente haya sido el principio del fin de la recesión, porque todo indica que la recuperación continúa en el tramo final del año, aunque desigual y carezca de los motores de la industria, la construcción y el consumo masivo.

El problema es que los últimos acontecimientos exponen el talón de Aquiles de cualquier  plan económico que le toque a la Argentina, el dólar. Hay en estos días, una incipiente tendencia, la suba de los tipos de cambio paralelos.

La sorpresa es que ahora si preocupa la secuencia al revés y lo plantean como un tema de consistencia temporal. Eso era menos desaceleración inflacionaria y ahí ganó, cómo siempre, la necesidad política. Un objetivo wie se convierte en un medio.

Que los salarios en dólares suban por la apreciación real y no por la mejora de la productividad o como resultado de ella, es parte de esa realidad de anteponer aquellas necesidades de mostrar resultados.  Hasta el propio Milei hablo de dólar atrasado. Pero las encuestas son implacables. Y el mercado también.

El mundo empuja con devaluaciones fuertes y generalizadas en los mercados emergentes, que podrían extenderse después de la asunción de Trump el 20 de enero. Además, el acumulado de esas depreciaciones, entre ellas de países de comercio intenso con la Argentina, como Brasil y China, expone paridades cambiarias locales bajas en todos los tramos, tanto en relación con esa canasta de monedas relevante como en comparación con la inflación.

Por caso, mientras el índice de precios al consumidor (IPC) del INDEC creció 112% hasta noviembre, los mencionados dólares paralelos lo hicieron en apenas 15,1 y 18,3% respectivamente hasta ayer.

Sin embargo, el Gobierno cuenta con las herramientas que le brinda un cepo que sigue siendo muy rígido.

El desenlace de estos  procesos, siempre arriba sin avisar. Lo que pasa en Brasil, socio comercial top de la Argentina, es muy relevante. La moneda volvió a caer ayer, y finalizó en 6,11 reales por dólar, en lo que va del año, se ha depreciado 24%.

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La suba de los tipos de cambio paralelos no resulta alarmante porque la brecha con el oficial sigue siendo exigua.
Esto no debería complicar, el sendero de ralentización del IPC que constituye el mayor activo político del Gobierno, ratificado ayer con el dato de inflación mayorista de 1,4% en noviembre.

Las causas inmediatas de lo que ocurre pasan por una mayor demanda de divisas ante la temporada de vacaciones, con el detalle que el dólar barato hace más atractivo el exterior. 

La especulación con dólares en Argentina generó rentabilidad récord. Cambiar dólares por pesos, aprovechar altas tasas de interés y volver a comprarlos, básicamente la denominada “bicicleta financiera” siempre da ganancias rápidas, permitiendo obtener una rentabilidad del 30 % en solo 120 días. Pero su flujo puede detenerse, con riesgos para la economía.

En Argentina, conocida globalmente como carry trade, es una práctica que no solo ejercen los expertos en monedas, sino también pequeños ahorristas. Este fenómeno permite, en contextos favorables, generar ganancias significativas en dólares en plazos relativamente cortos.

En los últimos cuatro meses, por ejemplo, quienes apostaron a esta operatoria pudieron obtener un rendimiento del 30% en dólares.

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La sostenibilidad depende de ciertas condiciones macroeconómicas. El gobierno ha reducido el déficit fiscal, evitando la emisión de pesos para financiarlo. Esto genera confianza en la moneda local y en la economía. Básicamente se deja de atesorar dólares para confiar en el peso. Ese dinero va a los bancos, que pueden prestar más.

Además, medidas como la amnistía tributaria impulsada por el Gobierno permitieron el ingreso de 19.000 millones de dólares al sistema financiero. Estos recursos se destinan tanto al crédito como a sectores estratégicos.

A pesar de los beneficios actuales, el historial de Argentina en materia de carry trade está marcado por episodios de crisis, como las devaluaciones de 2002 y 2018. El entusiasmo actual de los inversores podría depender del acceso a nuevos créditos internacionales, como un eventual acuerdo con el FMI.

Por ahora, la bicicleta financiera sigue pedaleando.

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