Sequía y lluvias, ¿que pasa con el clima?

Sociedad 28 de marzo de 2024
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La semana pasada el centro-este de la Argentina atravesó un fuerte temporal, principalmente las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, La Pampa y Buenos Aires, incluyendo la Ciudad Autónoma. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) elevó a naranja la alerta por tormentas, que se tradujo en lluvias intensas, con ráfagas de más de 90 kilómetros por hora y caída de granizo.

Días después rigió la alerta roja para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), sur de Santa Fe y Entre Ríos. La alerta roja del SMN aplica cuando se esperan fenómenos meteorológicos excepcionales con potencial de provocar emergencias o desastres. Tuvimos inundaciones y ráfagas de viento de más de 150 km/h que causaron árboles caídos, voladuras de techos, viviendas anegadas, y además cancelaciones de vuelos y usuarios sin servicio eléctrico por varios días.

Sumado a las altas temperaturas, las inundaciones aumentaron la cantidad de mosquitos en el ambiente y el riesgo de crecimiento de las cifras de dengue, entre otros peligros.

En el AMBA, este mes, se convirtió en el segundo marzo más lluvioso de la historia y llegó al récord máximo de los últimos 17 años. En solo 20 días registró casi un tercio de todas las lluvias que cayeron en 2023.

El Niño y La Niña, fenómenos que son parte de la variabilidad climática natural y, si bien mucho se nombran, poco se explican.

Supongamos que el océano Pacífico sea como una enorme bañera. En algunas ocasiones esta bañera se calienta o se enfría más de lo normal en ciertas partes. Cuando el agua se calienta por arriba de cierto umbral, eso se llama “El Niño”, y cuando está más fría de lo normal se llama “La Niña”. Los científicos miden la temperatura del agua en diferentes partes del océano Pacífico y esto les ayuda a saber si estamos en un período de El Niño, La Niña o si el océano está en su estado normal o neutral. Así pueden predecir cómo será el clima en diferentes partes del mundo.

En septiembre del 2023 se declaró el comienzo de El Niño para la Argentina. Aquí el fenómeno se asocia con una mayor probabilidad de lluvias, a diferencia de La Niña que estuvo detrás de la histórica sequía que nos afectó ADN los últimos 3 años.

Tal como sucedió la semana pasada, estadísticamente, en los años Niño se favorecen las precipitaciones superiores a las normales en el noroeste y centro-este del país, en la primavera y verano. El año 2022 se posicionó entre los 14 años más secos desde 1961, según datos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

Según el Panel Intergubernamental de Científicos sobre el Cambio Climático, (IPCC, por sus siglas en inglés): “El cambio climático inducido por el hombre, incluidos eventos extremos más frecuentes e intensos, más allá de la variabilidad climática natural, ha causado impactos adversos generalizados y pérdidas y daños relacionados a la naturaleza y las personas”.

El cambio climático está provocando cambios en la frecuencia, intensidad, extensión espacial, duración y calendario de los fenómenos meteorológicos y climáticos. Es decir, mayor cantidad de tormentas cada vez más intensas, mayores precipitaciones y más duraderas. Y por otro lado también profundizando olas de calor, sequías, etc.

Es decir que, si bien La Niña y El Niño son fenómenos naturales, el cambio climático ingresa a la cancha para intensificarlos y hacerlos más frecuentes. De todas formas, la relación de estos fenómenos continúa en estudio.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) nos dice que hay alrededor de 60% de posibilidades de que El Niño persista durante marzo-abril-mayo y un 80% de probabilidades de condiciones neutrales (ni El Niño ni La Niña) de abril a junio.

Se pronostican temperaturas por encima de lo normal en casi todas las áreas terrestres entre marzo y mayo.

En enero del año pasado, el Gobierno nacional y 13 provincias declararon el estado de emergencia y/o desastre agropecuario. Se trató de más de 17 mil millones de dólares que, en comparación con 2022, el Banco Central dejó de recibir.

La Niña y el Cambio Climático nos costaron muy caro. Y es probable que este año El Niño, en menor medida, también nos traiga pérdidas económicas. Por tal motivo es necesario que, principalmente el Estado, tome medidas de adaptación al cambio climático, acciones preventivas para disminuir la vulnerabilidad ante estos fenómenos climáticos extremos y lograr las menores pérdidas y daños posibles. Un ejemplo de medida de adaptación es el fortalecimiento de los Sistemas de Alertas Tempranas (SAT).

Según la OMM, el número de desastres en el mundo se multiplicó por cinco en los últimos 50 años, impulsado por el cambio climático y por condiciones climáticas más extremas. La mejora de las alertas tempranas y la gestión de desastres ha reducido el número de muertes casi a un tercio.

Las alertas brindan información para que la población se prepare con anticipación ante fenómenos meteorológicos que pueden ser peligrosos. Ofrecen información a 24, 48 y 72 horas, y permite a las defensas civiles provinciales y municipales implementar acciones anticipatorias para evitar pérdidas humanas y materiales.

El organismo encargado de analizar y monitorear los sistemas de alertas en nuestro país es el SMN, una institución creada en 1872. En los últimos días el SMN fue noticia no por su prestigio ni por la calidad de su información, sino porque según expresan sus empleados hay más de 600 contratos que tienen en riesgo su continuidad. La noticia surgió en pleno temporal mientras la mitad del país se encontraba con alertas por tormentas severas, notificadas y actualizadas gracias al servicio que brinda.

Los SAT que mencionamos incluyen también avisos de cenizas volcánicas. En el SMN también se elaboran pronósticos y avisos de seguridad aeronáutica, con alertas especiales para la aviación. Hoy está conformado por una red de 125 estaciones con presencia en todo el país que analizan el comportamiento del tiempo, monitoreando la atmósfera las 24 horas.

Los trabajadores compartieron el video mencionando todas las tareas que realizan y su importancia para el país. La ciencia es un motor clave para el desarrollo socioeconómico de un país. Proporciona las herramientas necesarias para resolver problemas, impulsar la innovación y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.

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