La foto que hizo historia

Sociedad 08 de marzo de 2024
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El 8 de marzo de 1984, María Elena Oddone subió las escalinatas del Congreso con una pancarta que fue un escándalo para la época. Pionera del feminismo, fue también una figura incómoda que llegó a comparar a represores con víctimas en pleno regreso de la democracia.

Ocurrió el 8 de marzo de 1984. Hace exactamente cuatro décadas, con una democracia que había retornado recientemente y exponía sus deudas pendientes hacia las mujeres. Fue en el marco de la primera actividad masiva de la Multisectorial de la Mujer, creada en 1983, un colectivo que congregaba a amas de casa, agrupaciones políticas de izquierda, organizaciones de derechos humanos y sindicatos de distintas filiaciones.

La escena quedó inmortalizada en una foto. De fondo, se veían carteles con otras consignas como: “Despenalizar el aborto”, “Machismo es fascismo”, “Lo personal es político. Maternidad libre y consciente”, “Si los platos limpios son de ambos, que los sucios también lo sean”.

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La interrupción voluntaria del embarazo no era una demanda central de la época para los partidos mayoritarios. Claro que la voluntad de activistas y autoconvocadas era otra.

En aquel 8M icónico, Oddone representaba, aunque no sin conflictos internos dentro del grupo y del movimiento de mujeres en general, a la Organización Feminista Argentina (OFA), que había fundado durante la transición democrática.

María Elena Oddone llegó a la Argentina tras haber vivido en Canadá, donde había entrado en contacto con los movimientos de derechos civiles, los hippies, las feministas de la Segunda Ola, y la oposición a la guerra de Vietnam. Con ese espíritu, ya en Argentina, inauguró los primeros grupos feministas de “autoconciencia” (que habían cobrado fuerza en el norte del continente) y comenzó a establecerse como una referente local. 

En 1972, creó el Movimiento de Liberación Femenina (MLF), uno de los grupos pioneros de la época, que buscó llevar al centro de la vida pública las problemáticas antes consideradas como “domésticas” o “personales”.

Las tensiones entre el feminismo y la izquierda revolucionaria marcaban el panorama. Oddone se oponía a la “politización” del movimiento y a la entrada de debates que estaban ocurriendo a nivel continental (desde los fusilamientos de Rawson al golpe de Estado en Chile). Su objetivo era que la batalla contra la opresión específica contra las mujeres no quedara consumida por determinaciones de clase.

La dictadura implicó un fuerte golpe a todos los militantes por el cambio social. La represión física e ideológica marcó el paso durante los oscuros años de régimen militar. El feminismo entró en un marcado retroceso, del cual salió durante la década del ochenta, con nuevas demandas y protagonistas.

El MLF regresó, renombrado como OFA, con Oddone todavía a la cabeza.

La activista no estuvo exenta de controversias y actuaciones cuestionables. En 1985, mientras las valientes mujeres de la Plaza buscaban aliados y aliadas en su lucha por memoria, verdad y justicia, Oddone redactó una carta en la que expresaba: “Las presiones que reciben algunas de las integrantes del M.F. (Movimiento Feminista) para que este grupo adhiera a las Madres públicamente y se tenga un contacto frecuente con esas señoras, es resistido por unas pocas feministas, entre las que me encuentro, porque no vemos entre ambos grupos otra coincidencia que no sea la de ser mujeres, punto en común que no es suficiente para desarrollar una línea ideológica que conduzca a otras coincidencias que no existen. La popularidad en el país y en el extranjero adquirida por las Madres de Plaza de Mayo, ha llevado a algunas feministas a rendirles una adhesión fanatizada que les hace desdibujar los objetivos del M.F.”.

Incluso llegó a sugerir que existía una igualdad de responsabilidad entre las fuerzas armadas y las víctimas del terrorismo de Estado.El repudio dentro del movimiento no tardó en llegar. 

Su proclama de 1984 permanece hasta hoy como testimonio de que no hay movimiento vivo sin hitos, controversias y contradicciones. Como una prueba más del lema que implícitamente motivó su recorrido (“lo personal es político”), cuando el divorcio se legalizó y se separó formalmente de su expareja, los jueces remarcaron durante el proceso que ella “denostaba la maternidad” en nombre del placer. 

Ponía énfasis en la libertad. Para elegir, para criar en un ámbito propicio y disfrutar de la decisión de maternar o no. Contra la hipocresía misógina, que atiza mandatos centrados en la familia tradicional y busca relegar a las mujeres al hogar, mientras atenta contra su libertad.

“No a la maternidad, sí al placer” es una frase disparadora, que abre debates dentro del movimiento de mujeres, e incómoda, hoy, como hace cuatro décadas.

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