La casta está en orden

El País 23 de octubre de 2023
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¿Cual es la potencia del miedo? Como emoción su poder es tal que, cuando actúa en toda su magnitud, desplaza o minimiza a todas las otras emociones. Es una emoción que actúa sola.

El miedo movilizó voluntades. Los resultados entre las Paso y generales varían. Siempre. Ayer comprobamos también que la evaluación económica no es la única causal del voto. La ira dio paso al miedo. 

La respuesta más fácil, y quizá la más importante, la sugirió Massa en su discurso cuando habló de la motivación de los votantes: que el domingo se votó lo que se quería, pero mas lo que no se quería. Una constante argentina.

Ser favorito puede agruparte en contra. Aunque cinco veces menos que Massa, Milei también creció. 
Massa mostró autonomía política y discursiva y está claro que apelará al voto prospectivo. Familia, fin de la grieta y unidad nacional.

La elección sigue abierta y la campaña recién empieza. La de recién fue la última foto familiar de Juntos por el Cambio. Sus votantes buscarán refugio en otros y quizás en finde largo. 

Este domingo, UP creció casi 3 millones de votos respecto a las PASO, Milei sumó 500 mil y JxC perdió 600 mil. Aunque hubo 3 millones de votantes afirmativos más que en las primarias, el conglomerado opositor Milei-JxC obtuvo casi la misma cantidad de votos. Es decir: el voto opositor no varió entre el 13-A y el 22-O, aunque la atmósfera política, y sobre todo económica, empeoró de manera palpable.

El dato cuando nos íbamos a dormir, fue el cambio en el discurso de Milei, de anti casta a anti K. Viraje narrativo que puede ser un viaje a la derrota, tal como le paso a Bullrich. Mientras, Massa sepultaba la grieta, este apelaba a aquella. La casta en orden. 

Un Massa en slow motion tendió todos los puentes posibles, moderado, seguro y con la promesa de un gobierno de “unidad nacional” con acuerdo en proyectos, leyes e instituciones. 

La campaña arrancó ayer, a no confundirse los balotajes, son escenarios de alta competitividad. Pero cómo siempre La Argentina del vertido puede deparar sorpresas. La postal de las elecciones es que Milei se detuvo y describió el dolor, lo expresó. Massa hace la segunda parte, puso la guita para que el dolorido se recupere. Le alcanzó en esta fase.

Lo de Schiaretti fue, a contrario de lo que se creía, muy significativo. Duplicó su voto de PASO, creció en varias provincias, cotiza como oro en polvo para balotaje, taponó el crecimiento de Milei y le arrebató el protagonismo histórico a JXC en Córdoba. Massa agradecido.

Todo, al final, pareció combinarse en la centralidad de Massa y de Axel Kicillof. El peronismo pareció encontrar el orden y la conducción, aunque operen muchas veces en sintonías diferentes, que se perdió cuando la relación entre los Fernández, Alberto y Cristina, se volvió tortuosa y alteró la gestión y la convivencia. El resultado activa una reconfiguración de las jefaturas y, con eso, otra potencial reinvención del peronismo. Se sabe cómo es eso: el peronismo cambia de ismo y menos trata de volver a nacer.

El caso bonaerense es para revisar los manuales: el domingo 22, el PJ tuvo en la provincia de Buenos Aires resultados que, en algunos casos, fueron parecidos a los del 2019, como si en el medio no hubiese ocurrido la decepción del Frente de Todos, la pandemia, la sequía, la inflación de más de 100 puntos anuales y el dólar blue a 1.000 pesos. Los votos de 2019 que perdió en 2021, parecieron volver casi intactos en la general de este domingo.

A Massa entonces le funcionó la campaña del miedo y el reagrupamiento de la casta. También es cierto que esa herramienta ya puede no ser suficiente para la segunda vuelta. 

La novedad fue diametralmente opuesta a la de agosto: una parte de la sociedad y su retorno. Su retorno a lo conocido, a lo familiar, a lo malo conocido, pero después de un breve viaje a lo desconocido. El peronismo ganó apenas recuperando su piso. El tramo final de la campaña de Massa se hizo personal: votá a una persona normal. Votá “la cosa sana”, el que saluda a la madre el día de la madre, el que tiene hijos humanos, el que no propone mercado de órganos. Discurso básico: familia, fin de la grieta, unidad nacional.

Milei abrió su coro de lunáticos. Aparecieron los Benegas Lynch, los Marra, Lemoine y no un santo de los trabajadores golondrina de la economía informal que le piden una última esperanza. Era el momento de simplificar y se diversificó.

Milei fue hábil en no parecer gorila: nunca se ofreció para romper al peronismo, más bien decía querer romper los pactos democráticos de estos cuarenta años. Su pelea conceptual, más que con 1945, es con 1983. Más que con peronistas, con radicales. El cierre del acto en el Movistar Arena vibró al son de un canto lejanísimo “¡el que no salta es radical!”. La democracia salió mal, pero se corrige con democracia. Milei se metió con eso, esa fue su locura final.

Lo que aún ayer expresó Milei en las urnas será una parte de la sociedad que tiene un desenganche con la política, con el Estado, con la moneda y prácticamente con la democracia. Y ese desenganche es también el resultado de esta crisis regulada, recalentada pero llena de seguros para no traducirse en estallido. Casi nadie la pasa bien en este presente, y Massa en las PASO pasó de ser el candidato y ministro de economía de un antiguo régimen en decadencia para terminar en las generales siendo el defensor de la sociedad. Anoche, nada más ni nada menos, ganó eso.

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