

Desde la Edad Media, generaciones de agricultores de Spalt han cuidado con orgullo sus plantas de lúpulo, con las que se hace la cerveza. Ante la pregunta de por qué es tan especial la variedad autóctona que se cultiva, mencionan su aroma delicado y especiado, su ligereza, la armonía y el toque de amargor que desprende.
La planta es tan importante para la cultura de la ciudad que en casi todas las calles hay avisos de Spalter Bier, muchos de ellos en las casas de entramado de madera y tejado rojo que se construyeron hace cientos de años para almacenar y secar el lúpulo.
Pero el cultivo y esas tradiciones tan arraigadas están más amenazados que nunca. El culpable es el cambio climático.
La perspectiva de un clima más cálido y seco ha asestado un duro golpe a la industria del lúpulo en toda Europa. Pero ha sido especialmente implacable con el Spalter, un cultivo que ha mantenido durante siglos a esta ciudad del sur de Alemania.
Tras una temporada de altas temperaturas, sequías y tormentas, la cosecha de lúpulo en Alemania disminuyó el año pasado de forma pronunciada. Las variedades autóctonas, como la Spalter, que se desarrollaron de forma natural en climas más frescos y húmedos hace siglos, fueron las más afectadas.
En un esfuerzo por hacer más accesibles los sistemas de riego a los agricultores, el gobierno ha prometido un total de 40 millones de euros para construir la infraestructura en la región.
Pero la cuestión de hacer llegar el agua a los campos es más compleja que simplemente instalar más tuberías para acarrear el agua subterránea, que cada vez es más escasa. Los agricultores de lúpulo, los políticos y los gestores del agua también están presionando para obtener acceso a un enorme embalse cercano llamado Brombachsee, donde se almacena el exceso de agua de lluvia.
Estos esfuerzos son especialmente importantes para conservar el lúpulo de la Spalter. Las nuevas variedades de lúpulo cosechadas el año pasado mostraron una mayor resistencia al calor y volvieron a brotar tras semanas de sequía a las que pusieron fin las lluvias tardías.
El problema, según Peter Hintermeier, director general de BarthHaas, el mayor comerciante de lúpulo en el mundo, con sede en Núremberg, es que cerveceros y clientes se han mostrado reacios a aceptar las nuevas variedades. El clima está cambiando, pero los consumidores siguen pidiendo las variedades que tienen cientos de años.


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