

San Pablo. Primero, el lunes, se reunió con los católicos y este miércoles con los evangélicos. Con ambas iglesias, Lula da Silva tomó compromisos; pero hubo una diferenciación: a los fieles de todas las vertientes evangélicas, que representan un tercio de los brasileños, les entregó una carta firmada donde afirma que tendrán un lugar “en las diversas formas de participación social en el gobierno, como consejos y conferencias públicas sectoriales”.
Hay dos razones que movieron al líder a realizar esta última cumbre con líderes religiosos. La primera fue, como dijo en su discurso, es el “uso indebido” de la fe, por parte de su adversario Jair Bolsonaro con fines electorales.
“Puedo asegurar que, en mi gobierno, no habrá ninguna actitud que hiera la libertad de culto y de rezo, o que cree obstáculos al libre funcionamiento de los templos” asegura la misiva. Más aún, para Lula “las iglesias pueden suplir las deficiencias del Estado”. Sin embargo, reforzó el principio de Estado laico: “Respetamos las leyes y las tradiciones que separan al Estado de la Iglesia, para que no haya interferencia política en la práctica de la fe”..
La carta vio la luz luego de un debate interno. Y finalmente dominaron aquellos que juzgaban indispensable la misiva, para desarticular las “fake news” del bolsonarismo respecto de Lula. En un principio, los articuladores de la campaña creyeron que sería suficiente contraponerse a la batería de “difamaciones” con propuestas de recuperación económica. Pero los datos de las encuestas mostraron que no alcanzaba con esa estrategia para ejercer influencia sobre los distintos sectores del cristianismo. Así lo reveló una investigación de Datafolha al mostrar que Bolsonaro es la figura preferida por 67% de los evangélicos, mientras que sólo 32% indicó su opción por Lula. En cuanto al catolicismo, la mayoría (57%) está enrolada con el lulismo.