


La costura fue difícil y llevó tiempo, pero al final el ortodoxo Gabriel Rubistein será secretario de Programación Económica, en los hechos el vice del superministro de Economía Sergio Massa.
Víctima del “te revisamos el Twitter" macrista de febrero de 2016, Rubinstein había quedado stand-by por haber actuado como un verdadero troll y reproductor de memes antikirchneristas, pasado sobre el que ayer realizó la autocrítica apenas imprescindible para que Cristina le levantara la interdicción. Según surge de sus dichos, el economista lamenta haber proferido esas ofensas por su inconveniencia, pero no necesariamente por su contenido.
¿Por qué hablamos del "ministro" que faltaba? Porque, en los hechos, Rubistein será eso, dándole a Massa lo que le faltaba: soporte técnico. Es como si pasara a fungir, ahora más claramente, como garante político del alineamiento de la cúpula del Frente de Todos en torno al ajuste en ciernes, mientras que Rubinstein se dispusiera a oficiar como su reaseguro técnico. Si Argentina se ha dado en esta etapa un presidente, ni bien se produjo el nombramiento del tigrense, “a la europea", en buena medida testimonial, el ministro de Economía deviene en una suerte de primer ministro y, ahora, Rubinstein en el ministro de Economía de hecho.
¿Quién es ese hombre?
Otrora parte del equipo de Roberto Lavagna –bajo cuya gestión ofició como director en el Banco Central y colaboró en los acuerdos con el FMI y con los acreedores privados en 2005–, es considerado por el mercado un fiscalista que, desde su consultora, se distinguió por la precisión de sus pronósticos macro.
Liberal, como se ve, se ha mostrado siempre adverso a los controles de precios y ha defendido el equilibrio fiscal como la receta excluyente contra la inflación. El "cepo" no es de su agrado, pero sabe que salir de él hoy es imposible, por lo cual hace no mucho defendió la idea de un desdoblamiento formal del mercado cambiario. En el Central, Miguel Pesce se opone desde hace años a esa posibilidad por afectar a las empresas con deudas en dólares –empezando por YPF, pero también las privadas– y por ser un peligro para la brecha. ¿Qué opinará Massa? ¿Preferirá no patear ese avispero o asumirá el costo –inflacionario– de un incremento de un tipo de cambio libre para restarle presión a las exiguasreservas? Por lo pronto, desde que asumió el Gobierno, se fueron 6.227 millones de dólares por turismo al exterior. Para Pesce, la cifra nunca justificó el costo político de mandar a los viajantes a abastecerse de billetes verdes por las suyas, ¿pero no sería hoy bastante más desahogada la situación cambiaria si esas divisas no hubiesen financiado el ocio de un sector desahogado?
Asimismo, la energía y la importación de gas serán un Talón de Aquiles que proyecta repetirse en 2023 por el escenario internacional. No sobra nada.




El tiro del final: transferencia de ingresos de pobres a los que más ganan
El País 18 de septiembre de 2023
