Una catástrofe alimentaria en camino

El mundo podría experimentar lo que alguna vez fue impensable: escasez de alimentos.

Sociedad 14/06/2022
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The New York Times cubrió por primera vez el efecto de la guerra en el hambre mundial a principios de marzo, apenas una semana después de que comenzara el conflicto; en mayo, el secretario general de la ONU advertía sobre “el fantasma de una escasez mundial de alimentos” y The Economist dedicó su portada a “la catástrofe alimentaria que se avecina”.

La llamaban crisis incluso antes de que comenzara la guerra: más de 800 millones de personas vivían en estado de hambre crónica. Pero, la invasión rusa de Ucrania, dos países que producen suficiente alimento para 400 millones de personas y representan un Mercado el 12% a nivel mundial, agravó el hambre.

Antes de la guerra, se advertía al mundo que 2022 y 2023 serían los dos peores años en términos de crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial.

Ese empeoramiento es resultado de la guerra, pero la crisis subyacente es más grande y estructural: según cálculos del Programa Mundial de Alimentos, al menos, la mayor parte del crecimiento en esa categoría de “inseguridad alimentaria aguda” es el resultado del empeoramiento de las condiciones antes de la invasión. Eso se debe principalmente al COVID-19, el cambio climático y el conflicto,las “tres ‘C’”, como las denomina el economista de la Universidad de Cornell Chris Barrett, quien se especializa en la agricultura y el desarrollo y es coeditor en jefe de la revista especializada Food Policy.

The Economist resumió el estado de la agricultura mundial, poco antes de la guerra, de esta manera:

China, el mayor productor de trigo, ha declarado que, después de que las lluvias retrasaron la siembra el año pasado, esta cosecha puede ser la peor de su historia. Ahora, además de las temperaturas extremas en India, el segundo productor de mayor escala a nivel mundial, la falta de lluvia amenaza con mermar la producción de otros países productores de alimentos, desde el cinturón del trigo en Estados Unidos hasta la región de Beauce en Francia. La peor sequía desde hace cuarenta años está devastando la región del Cuerno de África.

La guerra trajo consigo sus propios efectos: embargos a las exportaciones rusas y un bloqueo que obstaculizó las de Ucrania, el aumento en los costos de los combustibles incrementó de manera considerable el precio de los alimentos al encarecer su transporte y provocar aumentos drásticos en el costo de los fertilizantes, la mayoría de los cuales se producen con gas; y las prohibiciones a la importación impuestas por más de una docena de países, preocupados por su propia seguridad alimentaria, que tensaron el mercado todavía más.

La elite, que incluso reconoce gran parte del diagnóstico, sostiene que la pandemia fue quizás menos grave de lo que podría haber sido o es y los problemas, aunque significativos, fueron considerablemente más leves de lo que la mayoría temía.

El mundo no es ni será lo que fue. A la crisis de precios de este año podría seguirle otra de suministro, en la cual los alimentos lleguen a estar fuera del alcance de muchos millones de personas, no solo por aquellos, sino por las condiciones estructurales, como no poder sembrar o cosechar, o por el aumento drástico en el precio de los fertilizantes, y el mundo podría experimentar lo impensable: una verdadera escasez de alimentos.

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