

Los datos pueden servir para eliminar estereotipos o también para reforzarlos, porque en sí mismos no son más que una herramienta técnica construida por personas que tienen sesgos.
Argentina se acerca al próximo relevamiento nacional de datos de personas y viviendas, el postergado por pandemia, Censo 2022.
Entre las novedades del recuento de este año se encuentra el factor “personas” y el intento de dar cuenta de la diversidad de identidades-vivencias, realidades, desigualdades, oportunidades- que están del otro lado del casillero por tildar. Por primera vez, se preguntará a la población el sexo registrado al nacer, incluyendo la categoría “X”, y cómo se autopercibe: “mujer”, “mujer trans / travesti”, “varón”, “varón trans / masculinidad trans”, “no binario”, “otra identidad / ninguna de las anteriores”. Es decir, por la identidad de género, aquella vivencia individual tal como cada persona la siente, que puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento. Y si, como informan desde la organización del Censo, “se podrá saber cuántos somos, cómo somos y cómo vivimos”, la pregunta es cómo se traducirá lo que la población diga sobre sí misma en políticas que impliquen una mejora en sus condiciones de vida.
Para Gio Perchivale, líder de Comunicación de Contratá Trans, el programa de la asociación civil Impacto Digital que se encarga de la inclusión laboral de las personas trans, travestis y no binarias, la ecuación es sencilla. “Más datos significa más presupuesto y más derechos. Lo que no se nombra no existe, y si para el Estado no existimos, no podemos reclamar lo que nos corresponde”.
Para el activista, “tener esos datos va a servir para conocer la situación actual y en base a ese diagnóstico crear herramientas y políticas que puedan mejorar la situación, porque no puede ser que hace diez años que existe, por ejemplo, la Ley de identidad de género y que empezó a demostrarse mayor interés desde el Estado en las poblaciones trans y en las poblaciones vulnerables, pero aún seguimos viviendo la mitad de años que el resto de las personas en Argentina”.
El primer desafío: construir datos sin sesgos
Mailén García es co-fundadora y directora general de DataGénero, Observatorio de Datos con Perspectiva de Género, y su experiencia de trabajo en áreas de estadística del Estado la lleva a encender algunas alarmas sobre el rol de los datos en la formulación de políticas públicas.
“Los datos son construidos por personas- explica-. Pueden servir para eliminar estereotipos o también para reforzarlos, porque en sí mismos no son más que una herramienta técnica construida por personas que tienen sesgos. Por eso es tan importante la metodología y ver cómo se construyen, porque en los procesos de construcción es donde podemos encontrar esos sesgos”.
García también señala la importancia de dejar los prejuicios en el momento de la recolección de los datos y en el análisis. “Hay que mirar todo ese proceso y tiene que estar documentado. Esto es muy importante porque si no corremos el riesgo de fetichizar que los datos nos van a dar la solución a los problemas sociales. Es algo que empieza a pasar con la Big Data y la Inteligencia Artificial. Algunos empiezan a creer que hay soluciones mágicas, algoritmos que resuelven problemas”, describe.
“Si no nos detenemos en eso podemos estar reproduciendo estereotipos. Con el rol de los datos en la formulación de políticas públicas ocurre lo mismo, por eso también es importante empezar a trabajar con los equipos de personas, ver quiénes están tomando las decisiones, en base a qué criterios, eso es central para para poder construir ciudades más igualitarias, no son los datos en sí mismos”.
Sin ser ajenos a posibles críticas, desde INDEC aseguran que para la formulación de la pregunta sobre la identidad de género trabajaron en conjunto con organizaciones de la sociedad civil y de manera coordinada con el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación.