

La guerra en Ucrania ha provocado un shock a nivel mundial. Las consecuencias han provocado la adopción de medidas extraordinarias en la Unión Europea. El riesgo es que la urgencia de la guerra se lleve por delante salvaguardas ambientales que se habían asentado.
“No es aceptable que las medidas adoptadas para combatir esta crisis afecten negativamente a la naturaleza”, reflexionan en organizaciones ecologistas como Amigos de la Tierra, SEO-Birdlife, Greenpeace, WWF o Ecologistas en Acción. Sin embargo, según se prolonga la guerra, surgen ideas que implican fondos para los combustibles fósiles responsables de la crisis climática, miran con renovada simpatía la energía nuclear o levantan exigencias ambientales a la hora de realizar ciertas actividades económicas.
El objetivo de reducir la dependencia del gas ruso generada por Europa ha reavivado el interés por la conexión de gas que pasa por el mediterráneo, el Midcat. Pero esta infraestructura todavía no está hecha y su presupuesto ronda los 3.000 millones de euros.
El encarecimiento de la electricidad en Europa por su vinculación con el gas comprado a Rusia ha mutado la mirada sobre la energía nuclear en lugares donde estaba en fase de despedida. Sin ir más lejos, Alemania.
Allí tenían un calendario para apagar sus tres últimos reactores que ahora puede revisarse.