
Ecoturismo: la estrategia de los yanomamis de Brasil para preservar su montaña sagrada
Sociedad 08 de mayo de 2022
En la frontera entre Brasil y Venezuela, flanqueada por los ríos Blanco y Negro, se encuentra el territorio del pueblo originario más numeroso de Sudamérica. Es, además, uno de los pueblos originarios que todavía conservan cierto grado de aislamiento. Los yanomamis (palabra que podría traducirse como “seres humanos”) habitan desde hace miles de años una zona de más de 190.000 kilómetros cuadrados en pleno corazón de la Amazonía y sobreviven exclusivamente de lo que cultivan y cazan en la selva.
De una población estimada de 35.000 personas, según cifras del Instituto Socioambiental del Brasil (ISA), alrededor de 26.000 viven del lado brasileño, dispersos en más de 220 comunidades y ocho poblados. Creada en 1992 y con una extensión de 96.650 kilómetros cuadrados (un poco mayor que Portugal), la Tierra Indígena Yanomami es prácticamente un país propio, unido por una lengua común con sus diferentes variantes, así como por la lucha para preservar sus tierras, amenazadas por la deforestación y, principalmente, la minería ilegal.
Preocupados por las amenazas que pesan sobre su territorio y su existencia, los yanomamis se organizan en asociaciones que buscan reforzar las medidas de preservación y garantizar la subsistencia de las comunidades. Entre sus manifestaciones y movilizaciones políticas, una de las iniciativas que ha resultado más eficaz es el turismo.
En la zona donde viven los yanomamis hay también dos reservas medioambientales: el Parque Estatal de la Sierra del Acará (o, en portugués, Serra do Acará) y el Parque Nacional del Pico de la Neblina (o Pico da Neblina). Este último alberga el punto más alto del país y es uno de los objetivos dela minería ilegal de oro, que ha asolado la región desde la década de 1980.
Recientemente, se ha intensificado la búsqueda ilegal de este mineral en algunas zonas de la Amazonía, lo que ha provocado nuevos episodios de violencia, además de profundizar la degradación de la selva y poner en riesgo la salud de los yanomamis. Sólo en 2021, se deforestaron más de 3.200 hectáreas de tierra yanomami para la extracción de oro, según un estudio de la Asociación Yanomami Hutukara.
Esta vez, sin embargo, el propio Pico de la Neblina puede ayudar a las comunidades yanomamis. En marzo de 2022 nació uno de los mayores proyectos de ecoturismo en territorio originario, concebido y organizado por los yanomamis. Se trata de la subida al Yaripo (o “casa de los vientos”, como los lugareños llaman al Pico de la Neblina), una excursión organizada por los propios yanomami.
Con 2.995,30 metros de altura, el Pico de la Neblina, situado en la Sierra de Imeri, es considerado el punto más alto de Brasil. Rodeada de una densa selva amazónica, la montaña está en la frontera con Venezuela, en el municipio de São Gabriel da Cachoeira, en el estado de Amazonas, y forma parte del territorio de la Tierra Yanomami y del Parque Nacional Pico de la Neblina.
El turismo en la región estaba suspendido desde 2003 por determinación del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), para evitar la degradación ambiental y la vulneración de los derechos del pueblo yanomami. “Hasta entonces, las visitas al Yaripo se realizaban sin ninguna regulación ni control por parte de los organismos responsables”, explica Marcos Wesley de Oliveira, coordinador del Programa Río Negro del ISA, que ha acompañado el proyecto de ecoturismo yanomami al Pico de la Neblina desde el principio.
Según él, hace 20 años, cuando se suspendieron las visitas, la mayoría de los turistas que encaraban la cumbre del Yaripo no sabían que estaban en territorio indígena, ni de laimportancia cultural y espiritual que tiene la montaña para el pueblo yanomami.
“Las agencias que acompañaban a los turistas venían de lejos y se llevaban el beneficio que obtenían del negocio. Y seguían afectando al medio ambiente por la falta de conocimientos y por la ausencia de la aplicación de la ley”, añade Oliveira.
En la actualidad, los yanomamis defienden el ecoturismo en la región, siempre que la gestión y los beneficios del emprendimiento permanezcan en manos de los pueblos originarios que viven allí. “Se trata de un proyecto único que beneficiará a unos 800 yanomamis que viven en comunidades cercanas a la montaña”, comenta José Mario Pereira Goes, presidente de la Asociación Yanomami del Río Cauaburis y sus Afluentes (en adelante, Ayrca), encargada de gestionar el proyecto y de acompañar a los turistas en su viaje.
Se calcula que el viaje completo dura diez días, incluyendo el ascenso, el descenso y el trayecto fluvial entre el sendero y Maturacá.
El proyecto yanomami de ecoturismo contempla dos expediciones al mes con capacidad para hasta diez turistas cada una, además del número de guías, cocineros y porteadores necesarios, que varía de acuerdo con la cantidad de visitantes. En total, el grupo no debe superar las 25 personas, el límite para acomodar bien a la gente en los campamentos, organizar las comidas y mantener el control del grupo durante la caminata.