
Europa en busca de búnkeres
El miedo a la pandemia cede paso a la fiebre por los refugios antibombas.
Sociedad 18 de marzo de 2022
Rusia avanza con lentitud por tierra en Ucrania. Pero la situación de los civiles empeora debido al recrudecimiento de los ataques aéreos. Mariúpol, la ciudad costera cerca de la frontera rusa al sureste, se ha vuelto escenario de destrucción.
Mientras tanto, el mundo se pregunta cómo terminará la guerra. Los analistas describen varios escenarios para poner fin al conflicto: la vía diplomática; un combate prolongado durante meses; la división del país, o una escalada que incluiría combate más allá de las fronteras ucranianas e, incluso, un ataque nuclear.
Pero ¿qué tan probable es un ataque nuclear iniciado por Rusia? La pregunta la explora la última entrega de The Interpreter, en donde varios expertos explican cómo ha ido formulando el Kremlin su política nuclear después de la Guerra Fría, cuando era impensable una agresión de este tipo. La respuesta corta, dijo un estratega, es que el riesgo “no es cero”.
Los expertos aclaran que, en un escenario así, parte del peligro es que cualquier movimiento en falso o malentendido de uno de los dos bandos podría desencadenar un intercambio nuclear.
La posibilidad, que ha sido calificada de “extremadamente baja”, tiene a Europa en alerta.
De Italia a Suecia, de Bélgica al Reino Unido, el fantasma de la guerra nuclear, que parecía un vestigio del pasado, está impregnando la conciencia europea de una nueva generación. También está dando lugar a una nueva perspectiva de la infraestructura para la defensa, las guías de sobrevivencia y los refugios para lluvias radioactivas que hasta hace poco tiempo pertenecían al ámbito de quienes usan ropa de camuflaje, los catastrofistas que portan armas de asalto o los multimillonarios paranoicos.
Los gobiernos de los países vecinos han emitido consejos de supervivencia, la gente agota las pastillas de yodo de las farmacias y los fabricantes de refugios antibombas viven una bonanza que no habían visto en este siglo.
En Italia, Giulio Cavicchioli, que se dedica a la construcción de búnkeres, admitió que preferiría que la demanda disminuyera si esto significara poner fin a la tragedia de la guerra actual. Y explicó que el afán de sus clientes por tener un refugio no era síntoma de un entusiasmo por la catástrofe.
“La persona que posee un búnker es optimista”, comentó Cavicchioli a uno de nuestros reporteros. “Cree que posteriormente habrá algo más, que la vida va a continuar”.