
La escena final
El clima en el Frente de Todos es de pendiente irreversible. ¿Cuál es el límite para seguir compartiendo el gobierno?
El País 14/03/2022
El Frente de Todos, primero, hizo fácil lo difícil: volver a unirse para ganarle al macrismo. Ahora, en esta escena patética final, hizo uso de lo que parecía imposible: solicitarle al macrismo un salvoconducto de responsabilidad para sortear su propia ingobernabilidad.
Es todo tan confuso qué hay quienes afirman que Alberto tiene que actuar como presidente y que cuando salga esta semana del Senado lo del FMI empieza otra etapa. Lo cierto es que Alberto, ya es un presidente sin vicepresidenta. O al revés.
Mientras la clase política se predispone al contubernio con el Fondo, la base de la sociedad oscila entre la incertidumbre y la plegaria. Dentro del Frente de Todos, la desconfianza es cada vez mayor y se acusan unos a otros tanto por los funcionarios que no funcionan como por la no defensa de los intereses populares. Al lado del Presidente, entre los que sostienen la unidad, temen que el cristinismo esté dispuesto a romper todo. Quizás no dimensionan que ya está roto. Algo es seguro: reparar todo lo que ya está roto va a demandar un esfuerzo tan grande como el que hacen, día a día, los millones de personas que buscan llegar a fin de mes.
Aunque el PRO manifestó sus críticas porque el ajuste al que se comprometió Guzmán se duplica a partir de 2023, las reformas estructurales quedan para más adelante y la deuda en pesos está destinada a crecer como forma principal de financiamiento, Macri tiene mucho para festejar: logró que el peronismo de gobierno avale la deuda demencial que tomó sin consultar a nadie, sin cumplir con al menos tres de los cuatro criterios que el propio Fondo fija para Acceso Excepcional y sin lograr que ninguno de los objetivos del plan Lagarde se materialice en la práctica. La Argentina no se enamoró de la actual titular del Banco Central Europeo como quería él pero le acaba de condonar su pesadísima herencia. La vía Massa obtuvo 202 votos y le permitió a la oposición desligarse de la letra chica y de los resultados de lo que se está firmando.
Discusión interminable sobre la leche derramada, mientras en el cristinismo afirman que la alternativa no era el default sino una negociación más dura, desde el peronismo acuerdista dicen que eso hubiera implicado no pagar intereses desde febrero de 2020. A su manera, coinciden: ya era tarde para tensar desde la debilidad múltiple que afecta a la coalición.
Difundido parcialmente, el comunicado de La Cámpora sobre un tema crucial para la suerte del Gobierno tiene tono de opositor. Dice que el entendimiento es un “típico programa del Fondo” que en el corto plazo elevará la inflación y conspirará contra el crecimiento. En eso último, coinciden todas las consultoras del mercado. Para el camporismo habrá “ajuste del gasto”, “tope al crecimiento por acumulación de reservas” (para pagar deuda antes que financiar importaciones y producción), tasa de interés positiva, devaluación controlada y política monetaria contractiva para achicar la emisión.
En lo político, apunta el texto, el Fondo “vuelve a tomar el tablero de control de la economía”, gana “un nivel de injerencia” que lo convierte en “coadministrador” de la gestión y, “como Pilatos, se lava las manos”. Cuestionado desde hace por lo menos un año por Massa y La Cámpora, Guzmán aparece como destinatario de uno de los párrafos centrales que se titula “¿sostenibilidad de la deuda?” y dice que el acuerdo construye un calendario de pagos promedio de 20.000 millones de dólares anuales en el periodo 2026-2032, 8.000 millones con el Fondo y 12.000 millones con los acreedores privados. Evitar el default es patear para adelante vencimientos y enfrentar en algunos años una nueva negociación para rediscutir los vencimientos.
A eso se suma la odisea de reducir subsidios en un contexto en que los precios de guerra se montan a un escenario de suba estructural que precedió la invasión de Putin a Ucrania. Ya antes, el barril de petróleo había pasado de 20 a 100 dólares en menos de 2 años debido a una serie de factores concomitantes: el 80% de la energía que se consume tiene origen en la quema de combustibles fósiles y, mientras la transición energética tan promocionada demora bastante más de lo deseado, la exploración viene declinando.
En el Frente de Todos, se instaló algo mucho más disolvente que una puja de poder. Dentro de la coalición de gobierno se rompió el contrato de confianza más elemental. El cristinismo ya no le da crédito al Presidente. No se muestran dispuestos a ordenar una gestión que no controlan. A lo sumo pretenden condicionar, a golpe de cartas, videos y votaciones testimoniales en el Congreso, el rumbo ideológico del oficialismo. O más que condicionar, diferenciarse de Alberto Fernández. Buscan preservar la marca propia, dentro de una alianza de la que ya no se sienten parte. Porque además ya dan casi por descontado el fracaso en el intento reeleccionista del Presidente, en un contexto de derrumbe económico y social.