

Cuando Estados Unidos atacó al grupo de los Hutíes en Yemen, la operación fue calificada como un "éxito". Ninguno de los funcionarios sabía que un periodista del medio The Atlantic, el editor en jefe del medio Jeffrey Goldberg, estaba al tanto de todos los detalles del operativo dos horas antes de que pasara y que se había enterado por casualidad. Lo habían incluido en un grupo de Signal por error.
Un periodista fue incluido por error en una conversación donde altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos discutían un bombardeo en Yemen. El episodio revela el mal manejo de información sensible, pero se enmarca dentro de un conflicto de Trump con las instituciones.
Jeffrey Goldberg sacó el celular del bolsillo para chequear las noticias. Quería saber si Estados Unidos había bombardeado posiciones de rebeldes hutíes en Yemen. Lo había hecho, y no salía de su asombro.
El ataqu confirmó una noticia que le costó al propio periodista creerla: oficiales de alto nivel del gobierno estadounidense habían debatido el bombardeo en un chat grupal de Signal, una aplicación al estilo Telegram y habían compartido detalles técnicos del plan.
Lo insólito es que lo habían incluido, aparentemente por error, a Goldberg, editor de la reconocida revista The Atlantic, y crítico del presidente Donald Trump.
Goldberg pensó que era una trampa, porque fue sumado al grupo de chat por alguien con el nombre de Michael Waltz, el consejero de seguridad nacional del gobierno de Trump. Los otros nombres que aparecían en la conversación eran el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; Tulsi Gabbard, directora de los servicios de inteligencia; “MAR”, que parecería ser Marco Antonio Rubio, secretario de Estado; “SM”, se supone que es Stephen Miller, uno de los asesores más cercanos de Trump; y John Ratcliffe, director de la CIA.
En el grupo, “Waltz” explicó que se trataba de un comité de coordinación de alto nivel para dar respuesta a la insurgencia de los hutíes, un grupo apoyado por Irán que atacó a Israel y al comercio marítimo en el canal de Suez. Waltz pidió opiniones en el chat: llamativamente, el supuesto Vance planteó postergar el ataque, dijo que el presidente quizás no entiende lo inconsistente que puede ser eso en su posición hacia Europa.
Hegseth compartió en el chat el horario previsto del ataque: minuto exacto del despegue, modelos de avión, detalles de objetivos y estimado del bombardeo.
“Tenía serias dudas de que este grupo de texto fuera real, porque no podía creer que la dirección de seguridad nacional de Estados Unidos comunicara por Signal los planes de guerra inminentes”, escribió Goldberg en una nota que publicó en The Atlantic. “Tampoco podía creer que el asesor de seguridad nacional del presidente fuera tan imprudente como para incluir al editor de The Atlantic en esas conversaciones con altos funcionarios estadounidenses, hasta el vicepresidente incluido”.
Las dudas se disiparon cuando el operativo ocurrió exactamente como había sido detallado en el chat, y luego fue celebrado públicamente por los mismos funcionarios cuyos nombres aparecían en el espacio de Signal. Lo que realmente lo convenció fue otro detalle: el intercambio de emojis entre los participantes del chat al iniciarse el operativo —banderas, brazos haciendo músculo, fuego, manos en rezo.
El episodio plantea preguntas más profundas sobre cómo se tomó una decisión que, según fuentes hutíes, causó la muerte de 57 civiles.
Puede parecer una versión apocalíptica de la pesadilla cotidiana de mandar un mensaje equivocado a un chat de WhatsApp. Pero lo que presenció Goldberg es un gaffe de repercusión política mayor y muy posiblemente derive en casos penales. Por un lado, los funcionarios podrían haber violado leyes sobre el manejo de información clasificada. Por otro lado, el chat estaba programado para borrar mensajes después de un tiempo, pero los funcionarios están obligados por ley a preservar este tipo de comunicación oficial.
Aunque Signal es encriptado, el Departamento de Defensa desaconsejó su uso la semana pasada por una vulnerabilidad que permite acceder a conversaciones encriptadas.
Inicialmente, The Atlantic, optó por no publicar los detalles del chat, temiendo comprometer información sensible de seguridad nacional. Pero, ante las reiteradas declaraciones de funcionarios que desestimaban la nota, publicó el contenido completo de la conversación. Omitió sólo el nombre de un operativo activo de la CIA.
La primera respuesta judicial al caso vino del juez federal James Boasberg, en Washington DC, asignado por sorteo a una demanda que acusa a los funcionarios de violar las leyes de preservación de registros. El jueves 27 de marzo, Boasberg dijo que emitirá una orden de restricción temporal para prohibir que funcionarios destruyan los mensajes enviados en las fechas relevantes.
El choque entre Trump y Boasberg podría ser el inicio de una crisis constitucional: un conflicto entre dos poderes del Estado que no tiene una solución explicitada en la carta magna nacional.
El caso Signal no es simplemente una anécdota sino un indicio del sistema de gobierno bajo las reglas de Trump, donde no hay lugar para los controles legales.