Groenlandia a las urnas con la sombra de Trump

El mundoAyer
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La mayoría de partidos defienden la independencia de la isla ártica mientras una única formación defiende estrechar vínculos con EEUU, que continúa insistiendo en anexar la isla. 

La anexión de Groenlandia a Estados Unidos no es una idea nueva para Donald Trump, que lo intentó en 2019 bajo su primer mandato en la Casa Blanca. En aquella ocasión, recibió una rotunda respuesta por parte del Gobierno danés, que se negó a discutir la posible venta de Groenlandia.

Tampoco haces el primer presidente norteamericano en plantear la adquisición de la isla, ya que la última administración de la Casa Blanca que presentó una oferta para la isla ártica fue la de Eisenhower en 1960.

Bajo la superficie de 2,16 millones de kilómetros cuadrados de la isla ártica, de los cuales el 80% están cubiertos por hielo, se encuentran importantes reservas de tierras raras que los EEUU ambicionan poseer para disputar a China el monopolio de su producción.

Pero además están las rutas comerciales que el cambio climático con el deshielo está abriendo en el ártico, que pueden acortar significativamente los tiempos de navegación y por las que EEUU ha mostrado un interés muy claro en los últimos años. Más allá de los recursos naturales, EEUU también mantiene una relevante presencia militar en Groenlandia. El ártico es la primera línea de aviso y de defensa para EEUU en caso de un ataque.

Ulrik Pram Gad, investigador del Instituto Danés de Estudios Internacionales (DIIS), señala que “entre las motivaciones del interés de EEUU en Groenlandia está la de asegurarse que China no se establezca en el territorio”.

Poco antes de que empiecen las votaciones para elegir al nuevo parlamento de Groenlandia, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, volvió a lanzar un mensaje en redes sociales que supone una injerencia en las elecciones del territorio ártico: “Estamos dispuestos a invertir miles de millones de dólares en Groenlandia para crear nuevos puestos de trabajo y hacerlos ricos”, escribió el presidente en su red Truth Social.

El mundo seguirá con atención las elecciones en las que 40.000 personas están llamadas a votar para elegir a los 31 diputados del Inatsisartut. A las votaciones se presentan seis partidos y la mayoría de ellos quiere la independencia para dejar de ser una región autónoma del Reino de Dinamarca.

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De hecho, la discusión política sobre el grado de autonomía no es un tema nuevo del debate en Groenlandia, especialmente después de que en el año 2009 el gobierno de Nuuk acordara con Copenhague la opción legal de celebrar un referéndum de autodeterminación. Pero en esta ocasión, las continuas referencias de Donald Trump para hacerse con el control de Groenlandia trastocaron por completo el escenario y las relaciones con Dinamarca

Los groenlandeses se han convertido en los peones de un juego geopolítico que se materializó en las ambiciones de EEUU.

La colonización danesa en la isla ártica duró algo más de dos siglos, hasta que en 1979 Groenlandia recibió la autonomía y en el año 2009 obtuvo el estatus actual de autogobierno, a pesar de que Dinamarca se reserva las competencias en defensa y política exterior.

Uno de los escándalos que tensó más las relaciones entre los dos gobiernos en los últimos años es la revelación de que durante varias décadas del siglo XX, a al menos 4.500 mujeres inuits se les implantaron dispositivos intrauterinos sin su consentimiento, a pesar de que algunas de ellas tan solo eran niñas de 13 años. El objetivo de las autoridades danesas era limitar la tasa de natalidad entre la población indígena.

Otro caso es el de la separación de niños groenlandeses que fueron arrancados de sus familias y trasladados a vivir a Dinamarca. En el año 2022, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, pidió disculpas públicamente a seis de los afectados. 

En este contexto, el primer ministro groenlandés, Mute Egede dijo: “No queremos ser estadounidenses ni daneses; somos kalaallit” (en referencia al nombre que recibe la población indígena de Groenlandia), mientras que la independencia es un objetivo a largo plazo para su partido.

De hecho, según una de las pocas encuestas que se hicieron recientemente al electorado groenlandés, el 85% no quiere que su isla se convierta en territorio estadounidense. Esa misma encuesta indica que el 84% desea la independencia de Dinamarca, pero el 45% la quiere solamente si no representa un impacto económico en su nivel de vida.

En ese sentido, la subvención anual que otorga Dinamarca de 522 millones de euros (más de la mitad del presupuesto público y el 20% del PIB de la isla) es el principal argumento para los groenlandeses que tienen reticencias a cortar los vínculos con Dinamarca.

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