Donald Trump será el próximo presidente de los Estados Unidos. El exmandatario tuvo un desempeño mejor del esperado en buena parte del país y se impuso sobre la actual vicepresidenta demócrata Kamala Harris en todos los estados en los que el resultado estaba en duda.
Creció por la centralidad que el temor demócrata y su entourage artístico-cultural volvió a otorgarle. Las primeras semanas de candidatura de Kamala habían logrado acaparar la agenda y solo referirse a él para ridiculizarlo. Hoy podemos decir que Hollywood para los hollywoodenses. En todas partes es igual.
Ninguna elección se gana con ingenieros del caos que manipulan a sociedades enteras mediatizadas y reducidas a datos y algoritmos, sino con discursos más o menos consistentes de las frustraciones que se sienten en la sociedad.
Biden ganó entre los latinos por 32 puntos en 2020. Harris los ganó por solo 8. En 2020, Biden ganó entre los votantes de entre 18 y 29 años por 24 puntos, mientras que Harris los ganó por apenas 13.
La victoria de Trump no es sólo un mandato para él en su arrasadora llegada al poder. También cambió las coaliciones electorales en Estados Unidos. Este es el dato saliente, vuelve a la Casa Blanca con una coalición más diversa y mejor preparada para el futuro.
Pese a todo ello, Trump le debe una disculpa a su país y a su gente. Queda en evidencia que en el 2020 no hubo fraude y que Biden ganó limpiamente.
El republicano vuelve a la Casa Blanca cuatro años después de perder el cargo, algo que solo había ocurrido otra vez en la historia. Convirtiendo la xenofobia en el eje de su campaña, como ya hizo en 2016, Trump se ha beneficiado de la frustración de los ciudadanos tras las fuertes subas de precios de los últimos cuatro años y el aumento de la inmigración irregular. Fue inmune a los escándalos.
“Hemos logrado una victoria política que nuestro país no había visto nunca, nada como esto”, dijo. Prometió “ayudar a sanar el país”, que iniciara una “edad de oro”. “Vamos a arreglar todo lo que está mal en este país”, añadió. Acompañado, entre otros, por su mujer, Melania Trump, y el que será su vicepresidente, J. D. Vance, agradeció a Elon Musk también presente, su apoyo en la campaña. Por supuesto, pronunció su lema: “Hacer grande a Estados Unidos de nuevo”.
Trump ha ganado las elecciones de una forma contundente, venciendo con claridad en el Colegio Electoral, pero además ―aparentemente― en el voto popular, aunque aún no se ha completado el escrutinio. Finalmente, con los triunfos en Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania y Wisconsin ha superado el umbral de los 270 delegados del Colegio Electoral necesarios para certificar su triunfo, aunque la cuenta aún puede aumentar. Por tercera vez, Trump ha superado las expectativas de las encuestas.
El resultado supone un fracaso rotundo para el Partido Demócrata, que además perdio el control del Senado.
La nueva candidata despertó una ola de entusiasmo que a la hora de la verdad quedó en la nada.
Trump, con 78 años, se convertirá en el presidente de mayor edad en tomar posesión.
Más allá de los riesgos para la salud de la democracia estadounidense, la victoria de Trump pone patas arriba el tablero geopolítico mundial, con su política aislacionista de “Estados Unidos primero”. Esa proclama se traducirá para empezar, y si cumple sus promesas, con aranceles generalizados a las importaciones que podrían desatar una guerra comercial.
Trump ya impuso aranceles durante su presidencia, pero la propuesta actual es de una magnitud mayor, que podría producir inconvenientes, en la práctica, con el comercio con China y desatar represalias de la Unión Europea.
Trump, a pesar de lo que se cree, es proteccionista. Dólar súper fuerte, tasas a la baja. El mercado global seguramente hoy sufra, salvo excepciones como Argentina, por ahora. Las monedas se devaluarán. Los emergentes deben estar atentos.
El republicano promete terminar con la guerra en un día, pero muchos temen que eso sea a costa de amenazar a Kiev con retirar la ayuda a cambio de que haga concesiones a Moscú. El presidente electo tiene sintonía con como el ruso Vladímir Putin y el norcoreano Kim Jong-un y con líderes de ultraderecha como el húngaro Viktor Orbán o el argentino Javier Milei.
El otro frente bélico abierto, el de Oriente Próximo, implica dejar manos libres al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para su escalada.
Su compromiso con la OTAN es menor que el de su antecesor. Además, la victoria de Trump aleja a Estados Unidos de la lucha contra el cambio climático y pone en riesgo la financiación de organismos internacionales.
El expresidente basó gran parte de su campaña en el ataque a los inmigrantes irregulares, a los que considera “criminales”, “alimañas” que “envenenan la sangre” de los estadounidenses y aportan “malos genes”. Promete una deportación masiva que es incluso logísticamente difícil de aplicar, pero la mano dura en la frontera está garantizada.