Creció la desigualdad durante los primeros meses del Gobierno de Javier Milei. El coeficiente de Gini, que mide la disparidad entre ingresos, subió a 0,467, informó el INDEC. Es el número más alto desde, al menos, 2016.
Fue muy fuerte el salto que mostró el índice en el primer trimestre. Esto refleja que las medidas implementadas por el Gobierno fueron regresivas y aumentaron la inequidad,. El problema de fondo es que, salvo el incremento en la AUH, no hubo medidas que apuntaran a neutralizar la fuerte caída de los ingresos que sufrieron los sectores más vulnerables.
Según el Indec, el valor representó "un importante aumento de la desigualdad en la comparación interanual". Previamente, en el cuarto trimeste de 2023, ya había registrado valores altos que se ubicaron al mismo nivel que el cuarto trimestre de 2020, durante la pandemia por Covid-19.
El coeficiente de Gini se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos en un país, y va desde 0 a 1. El 0 representa la igualdad perfecta, donde todos tienen los mismos ingresos, y el 1 a la perfecta desigualdad, donde una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno.
El ingreso promedio per cápita del total de la población, que corresponde a 29.593.119 personas, alcanzó los
$233.695, mientras que la mediana del ingreso per cápita fue de $155.000. Además, de la población total, el 62% recibió algún tipo de ingreso. De esa población, el ingreso promedio fue de $369.085. Analizado según la escala de ingreso individual, el ingreso promedio del estrato bajo (deciles 1 a 4) fue de $122.529; el del estrato medio (deciles 5 a 8), de $327.862 y el del estrato alto (deciles 9 y 10), de $945.325.
La brecha de ingresos entre las familias más ricas y pobres pasó de 13 a 15 veces en comparación con el trimestre anterior.
Los perceptores varones tuvieron un ingreso promedio de $429.741, mientras que el de las mujeres fue de $310.064. En su ocupación principal, las mujeres ganaban 27,4% menos que los varones en promedio durante el 1° trimestre de 2024.
Todos los estratos de ingresos perdieron frente a la inflación. La pérdida de poder adquisitivo fue más profunda en los más pobres.
En simultáneo subió la desigualdad y la pobreza e indigencia.
La fuerte caída de la producción tuvo su correlato en la destrucción de los puestos de trabajo. Al mirar la evolución, se observa que se revirtió la tendencia de caída que se observaba desde la salida de la pandemia.
De todas maneras, el desempleo se ubica bastante por debajo de los niveles prepandemia. Como referencia, al comparar contra 2019, tenemos un nivel de actividad levemente inferior, pero una tasa de desempleo significativamente más baja.
Se explica por la caída de los salarios, que funcionaron como la válvula despresurizadora para las empresas, frente a la caída de sus ventas. El salario privado registrado cayó 14% respecto del año anterior y 19% si comparamos contra 2019).
Otro hecho asociado a la caída del poder adquisitivo, es la necesidad de trabajar más horas para tratar de compensar dicha pérdida.
Al examinar el aumento de la desocupación, el dato más preocupante es que más de la mitad de los nuevos desocupados son jefes o jefas de hogar. Es decir, personas que eran el sustento económico principal del hogar.
Por el lado de la composición del empleo según distintas características (sexo, edad, calificación, nivel educativo), vemos que, si bien las caídas son generalizadas, los más damnificados fueron los varones de 30 a 64 años, con bajo nivel educativo, provenientes de trabajos informales y de baja calificación.
Esto se explica, en buena medida, por los dos sectores donde se observó la mayor cantidad de puestos de trabajo: la industria y la construcción, Es decir, una parte importante del electorado que votó a Milei.
Casi la totalidad del aumento en el número de personas desempleadas respecto al año anterior, unas 114,200, proviene de la provincia de Buenos Aires.