Los más de 49 millones de franceses están llamados a las urnas los próximos días 30 de junio y 7 de julio para decidir la nueva composición de la Asamblea Nacional y el color del próximo gobierno.
Se trata de una convocatoria anticipada, ya que la legislatura debía finalizar dentro de tres años. Emmanuel Macron decidió utilizar su prerrogativa constitucional de disolver la Asamblea y convocar nuevas elecciones legislativas después del resultado de los comicios europeos en los que la extrema derecha arrasó.
577 diputados que componen la Asamblea Nacional, la cámara baja del Parlamento francés (la disolución no afecta al Senado). Cada uno de los escaños se elige entre los candidatos inscritos en un área geográfica individual (la circunscripción electoral), mediante un sistema de elección a doble vuelta.
A la segunda vuelta, domingo 7 de julio, accederán aquellos candidatos que superen el umbral del 12,5% de los electores inscritos en su circunscripción. Sea cual sea la composición de la nueva Asamblea que salga de estos comicios, la cámara baja no podrá ser disuelta de nuevo hasta que no transcurra un año desde las elecciones.
Tres grandes bloques agrupan la mayoría de candidatos que se presentan a estas elecciones. Por un lado, el del partido del presidente Macron (Renacimiento) y sus aliados centristas (MoDem y Horizontes, el partido del ex primer ministro Édouard Philippe).
Por otro lado, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen domina el bloque de extrema derecha, que llega tras haber ganado claramente las elecciones al Parlamento Europeo. En 2022 consiguió 89 diputados, su mejor resultado histórico. Y la semana pasada, el partido cerró una alianza electoral con el presidente de la formación conservadora Los Republicanos, Éric Ciotti. Si el bloque de extrema derecha consigue mayoría absoluta en estas elecciones, Emmanuel Macron podría nombrar a Jordan Bardella como jefe de Gobierno.
En la izquierda, el bloque progresista anunció la semana pasada una alianza electoral –llamada Nuevo Frente Popular– para presentar un único candidato en la mayoría de circunscripciones, candidatos que contarán con el respaldo de las cuatro formaciones (Francia Insumisa, Partido Socialista, Europa Ecología-Los Verdes y Partido Comunista).
Las primeras encuestas se inscriben en la línea de las pasadas elecciones europeas: dos sondeos (uno realizado por Elabe para La Tribune de Dimanche y otro por IFOP para la cadena de televisión LCI) sitúan al partido de Marine Le Pen en cabeza (entre 33% y 31%), seguido por el Nuevo Frente Popular (28%) y la coalición presidencial (18%).
Si un partido de la oposición obtiene la mayoría absoluta en la Asamblea, lo previsible es que el presidente nombre a un miembro de esa formación como primer ministro, aunque sea de una orientación política distinta a la del presidente. Bajo el actual sistema político, Francia ha vivido tres cohabitaciones: la primera tuvo lugar de 1986 a 1988, cuando el socialista François Mitterrand nombró primer ministro al conservador Jacques Chirac; la segunda durante el segundo mandato de Mitterrand con el también conservador Édouard Balladur, de 1993 a 1995; y una más larga con Chirac como presidente y el socialista Lionel Jospin como jefe de Gobierno de 1997 a 2002.
En todo lo relativo a la política interior, el poder está claramente en manos del primer ministro y de la Asamblea. El presidente queda relegado entonces a un papel secundario; puede negarse a firmar ciertas decisiones del Ejecutivo, pero su capacidad de bloqueo es limitada.
Una posibilidad sería la de un gobierno de unidad nacional, en caso de un Parlamento muy dividido, situación inédita en Francia bajo el actual sistema. Pero en ese caso el presidente debería encontrar una figura que pueda ser respaldada por una coalición de partidos de diferentes ideologías, capaz de formar un gobierno que incluya ministros de varios partidos. Con la actual polarización de la política francesa, es difícil imaginar una alianza o un candidato así.