91 veces las palabras crecimiento y empleo y sólo 11 inflación

El País 02 de marzo de 2023
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Un balance tiene siempre algo de despedida. Alberto repasó los condicionantes de su gestión, la pandemia y la guerra, aspectos acaso no del todo ponderados por una sociedad frustrada con todo derecho y expuso sus logros y una manera peculiar de contar lo discutible.

Puede hablar de crecimiento, empleo, exportaciones y futuro energético, pero no es eso lo que lo condena, sino los tres indicadores más relevantes: inflación, ingresos y pobreza. Lo primero ha llegado demasiado lejos; lo demás son pecados imperdonables para quien se define como peronista. 

Alberto Fernández ofreció su último discurso ante la Asamblea Legislativa -siempre que no sea reelecto- con 33 menciones al crecimiento, 40 al trabajo y 18 al empleo, 91 en total, y sólo siete a la inflación y cuatro a los precios.

En las encuestas, la inflación aparece como la principal preocupación de los ciudadanos.

“Asumimos en un contexto interno signado por la inflación y el endeudamiento”, fue la primera vez que Fernández habló del IPC, como para recordar la herencia de Macri, que había dejado la mayor inflación desde 1991. Pero en 2022 fue la más alta desde la hiperinflación de 1990.

“La alta inflación que todos sufrimos es un factor central de desorganización de nuestra economía”, continuó más adelante, pero volvió a aclarar: “Todos sabemos bien que la inflación constituye un problema estructural de la Argentina que se remonta a décadas”. Después habló de su receta para intentar bajarla, tarea en la que por ahora ha fallado: “Estamos abocados a reducirla sin generar incrementos en los niveles de pobreza o frenos en el proceso de crecimiento que venimos experimentando. No resulta una tarea sencilla. Quienes minimizaron el problema acabaron por profundizarlo”. Está más que claro que este año no habrá plan de shock antiinflacionario, que implica un impacto inicial negativo en la economía y en la pobreza para revertirlo en el mediano plazo, reformas profundas y dolorosas y quitarle ceros al peso, atarlo al dólar o cambiarlo por esa divisa.

“Protegimos los ingresos de jubilaciones y pensiones, aplicando las actualizaciones trimestrales de la movilidad junto a distintos refuerzos, que posibilitaron un incremento interanual del haber mínimo del 107%, superando la evolución del índice inflacionario en 12 puntos porcentuales”, quiso reivindicar Fernández. Sin esos bonos puntuales, los haberes mensuales cayeron. Nada dijo el jefe de Estados sobre los salarios, que bajaron en cuatro de los últimos cinco años.

Celebró que se crearan medio millón de empleos formales en tres años, aunque también admitió que surgieron un millón de trabajos informales. Esos cuyos ingresos van muy por debajo de la inflación, que condenan a la pobreza a los que laburan, allí donde se engendra votantes de Milei.

Por más que en los últimos días Larreta, Patricia Bullrich, Vidal, Morales, Daniel Scioli o Juan Grabois se anotaron para la carrera presidencial, quizás el discurso, el que abrió el año legislativo, fue el que lanzó los ejes de la campaña. Aunque sin trabajo ni salario dignos, no hay bolsillo ni urna que aguante.

En un año electoral donde todavía se discute su candidatura, el discurso del Presidente apenas hizo referencia al aumento de los precios, el costado más débil de su gestión. Veintipico de años atrás, dirían “Es la inflación, estupido”.

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