La confesión del caos

El País 07 de febrero de 2023
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La entrevista que le concedió Alberto a María O’Donnell en radio Urbana Play sigue dando que hablar. Desde lo gestual, el tono elevado, por momentos exasperado, del Presidente podría ser indicio de convicción o de desgaste y/o de ambas. Desde el contenido, las definiciones que dejó sirven como una confesión del caos en que ha derivado la promesa de 2019 del Frente de Todos: "volver mejores". Hay que insistir: no es que el caos no se vea, sino que su exposición no deja de causar perplejidad.

"No sé", dijo para responder las preguntas sobre si repetiría fórmula con Cristina Fernández de Kirchner, para explicar por qué se enojó con él Eduardo "Wado" de Pedro, para decir si será candidato o si lo será Sergio Massa.

Lo que se dice poder de síntesis. Bueno, precisemos un poco: sobre el ministro de Economía dijo "puede ser".

Sobre las críticas que ha recibido, entre otros y otras, de Máximo Kirchner, manifestó que no iba a perder "ni un segundo" en hablar de la interna. Sobre Massa, además de meterlo en la lista de posibles presidenciables del panperonismo, manifestó que "ha sido muy valioso como ministro de Economía". "Eterna gratitud hacia él porque, en conflictos internos, difíciles, estuvo al lado mío ayudándome. Nunca se paró enfrente a tirarme piedras", agregó. El reconocimiento al líder del Frente Renovador lleva implícito el reproche a quienes sí le arrojaron proyectiles.

Respecto de su vice
, rechazó contestar si volvería a compartir fórmula con ella. Sin embargo, lo más impactante fue su confesión de que "sé con quién puedo gobernar y con quién no. Y yo gobierno con los que puedo gobernar. Yo sigo gobernando, no importa". En medio de ese escenario aparece la convocatoria a una mesa electoral. 

Si la sociedad eligió al Frente de Todos para terminar con la dolencia que producía Macri, el tiempo demostró que esa cura era un placebo. Falta de imaginación, clima de época, cancha inclinada, cualquiera de estos argumentos puede servir para justificar que dos dispositivos con ideas antiguas, pero que volvieron a estar de moda, hayan monopolizado el discurso modernizador.

El justicialismo habla hoy con un lenguaje que una porción significativa de la población no entiende.

La situación en Juntos por el Cambio no es más armónica. Más jefe que nunca, Macri cimentó una gestualidad al ser el anfitrión de los principales dirigentes de su espacio en Cumelén. Está activo. Mientras, se recuesta sobre hipótesis que giran sobre su eventual candidatura. Una de ellas es que va a ser candidato y que Bullrich es su instrumento de demolición contra Horacio.

Por fuera de la interna agobiante de ambas fuerzas, asoman dos temas centrales para esta administración y las siguientes. En un momento de su larga entrevista con El Cohete a la Luna, Máximo Kirchner insistió y defendió su oposición al acuerdo que el gobierno suscribió con el Fondo Monetario Internacional. Volvió a pedir por una renegociación del acuerdo vigente, ya que, en sus propias palabras, los vencimientos que enfrenta la Argentina en los próximos años serían impagables. Una consecuencia del endeudamiento, quizás la más dañina en el mediano plazo, es que el FMI estará presente en nuestro proceso de toma de decisiones políticas por muchos años, y no solo los que dura el acuerdo.

Ofrecer un futuro es casi tan importante hoy como garantizar las necesidades básicas.

Francia y el Reino Unido enfrentan huelgas históricas en defensa del status quo ganado en materia de seguridad social y de la preservación de los servicios públicos, incluyendo el sistema de salud. En Perú, la crisis y la brutal represión desatada tras la destitución de Castillo denotan la impotencia de la clase política para ofrecer un proyecto que contenga a la ciudadanía. Incluso en Brasil, donde el golpismo tiene encarnaciones bien concretas y cada vez más probadamente premeditadas en el bolsonarismo.

No hay orden económico sin orden político y no hay orden político sin orden social.

Pase lo que pase a nivel electoral, el post 2023 estará profundamente marcado por la estrategia que vaya a adoptar no sólo nuestro país, sino las grandes potencias respecto de las economías extractivas. Es decir, sobre los recursos naturales del subsuelo, llamados a explicar la mayor parte de cualquier crecimiento significativo de nuestra disponibilidad de dólares en el corto-mediano plazo. A pesar de que el mayor potencial aparece en petróleo y gas natural, es el litio el que -por su proyección en las tecnologías relevantes de la transición energética- aparece como el mineral más codiciado y el que levanta las mayores discusiones.

Un informe del Wilson Center de enero de 2023 contrasta las políticas más intervencionistas y estatistas en Chile -que no desarrolló nuevos emprendimientos en relación a los dos existentes desde hace décadas y perdió a manos de Australia su lugar como primer exportador mundial- con el boom inversor que vive la Argentina, que en pocos años llevará a superar la producción trasandina y convertirá al país en el segundo productor a nivel internacional. El otro país integrante del “triángulo del litio”, Bolivia, sigue sin producir más que unas pocas toneladas destinadas a procesos comercialmente irrelevantes y, a pesar de algunos anuncios recientes, todavía no ofrece una perspectiva clara ni de producción ni mucho menos de industrialización del recurso.

Los relatos del nuevo El Dorado son alimentados también por los que parten de las grandes potencias. La generala Laura Richardson, identificó al litio como una cuestión de seguridad crítica para los intereses estadounidenses en la región.

La preocupación con los estadounidenses sobre nuestro litio no es su enajenación sino la posibilidad de que el mineral tenga cerrado el mercado norteamericano. Sucede que una ley promulgada por el presidente Joe Biden que está dirigida a la transición energética, penaliza fuertemente el acceso de los minerales y sus derivados que no provienen de los Estados Unidos o de países con los que tenga acuerdos de libre comercio. Entre los proveedores de litio, Y, Argentina carece de este tipo de acuerdo, que sí tiene Chile.

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