

El 78% de los colombianos votó cambio en las elecciones presidenciales. Quizá esta es la única conclusión clara que pueda sacarse de los comicios en los que la participación, un 55%, fue alta para los estándares colombianos. De un lado los partidos Conservador y Liberal, que durante 160 años gobernaron Colombia, quedaron fuera del balotaje.
Del otro, buena parte del votante uribista abandonó al candidato de su partido y, así, la organización cuyos candidatos habían ganado las elecciones presidenciales casi ininterrumpidamente desde 2002 no logró pasar a la segunda vuelta. Colombia votó cambio.
Sin embargo los dos aspirantes a presidir la república representan un cambio muy distinto. El ganador indiscutido de la primera vuelta fue Gustavo Petro, el candidato del centroizquierda que, con ocho millones y medio de apoyos, logró un 40,3% de los votos. Gustavo Petro representa un cambio en profundidad de la estructura económica colombiana. Con una apuesta por la economía del conocimiento, la reindustrialización del país, una reforma agraria y una amplia reforma tributaria redistributiva, Petro se dirige a las mayorías empobrecidas del país.
El otro contendiente, Rodolfo Hernández es un histriónico empresario de la construcción que se jacta de haberse enriquecido con préstamos hipotecarios a familias vulnerables y que llegó a derrapar en una entrevista manifestando su admiración por Adolf Hitler.
Hernández, con un discurso sencillo, machista –llegó a decir que su ideal es que “el jefe del hogar, el hombre, ganara suficiente” para que las mujeres no tuvieran que trabajar– emplea un discurso conservador, moralista anticorrupción y antiestablishment –al que califica como politiquería–, un establishment al que señala como el culpable de todos los males del país, a pesar de que paradójicamente el propio Hernández está imputado por un presunto caso de corrupción por haber beneficiado con contratos millonarios a su hijo mientras era alcalde de Bucaramanga. En el plano económico estructural su apuesta es claramente continuista. Hernández ha negado la necesidad de una reforma tributaria redistributiva y presume de que los problemas económicos del país se solucionan exclusivamente mediante la lucha contra la corrupción, sin alterar la estructura laboral y económica del país.
En la práctica, frente al cambio estructural de Gustavo Petro, el cambio que propone Hernández es uno de orden moral de corte conservador.
Gustavo Petro cuenta con un 57% de imagen positiva, por lo estaría lejos de su techo electoral.
Existe una fuerte disputa por apropiarse del significante anticorrupción. Si bien Hernández tiene hoy ventaja en esta materia, lo cierto es que la imputación de éste y la sólida trayectoria de Gustavo Petro en esta materia podrían inclinar la balanza en favor de este último.
En Colombia, la participación se mantiene o aumenta en segunda vuelta cuando las maquinarias clientelares se vuelcan con un candidato. Es. Si en esta segunda vuelta las maquinarias clientelares no llegaran a movilizar el voto, la barrera de la victoria en segunda vuelta se situaría más cerca de los nueve millones y medio de votos que de los diez millones y medio, un listón prácticamente a la mano de Gustavo Petro.
Finalmente un apunte: el debate sobre el papel de la mujer en la sociedad está hoy en la agenda pública colombiana. Los más de 20 millones de mujeres colombianas podrían llegar a decantar la elección entre un conservador y un progresista.