La amenaza de las zoonosis

La destrucción de la naturaleza que provoca la actividad humana multiplica nuevas enfermedades.

Sociedad 24 de mayo de 2022
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La deforestación, las extinciones masivas y el comercio ilegal de especies favorece el salto de patógenos, antes contenidos en los ecosistemas, a los humanos: el 75% de las nuevas enfermedades humanas en los últimos 40 años tienen origen animal.

La destrucción de hábitats por las actividades humanas, que está causando una extinción masiva de especies, está detrás del origen y la expansión de enfermedades infecciosas que afectan a personas. Algunas en forma de pandemia como el COVID-19.

No es un fenómeno nuevo, pero se está acelerando. La expansión de las enfermedades que tienen su origen en un animal y se transmiten a humanos, las llamadas zoonosis, son un “importante” problema de salud pública en todo el mundo, según lo describe la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una de ellas es la viruela del mono, una zoonosis viral endémica en África que en la última semana se ha detectado en distintos países fuera del continente. 

Dos tercios del total de los patógenos transmisibles entre personas son zoonóticos, es decir, han saltado de un animal a un ser humano. Siempre hemos convivido con zoonosis, pero en la última década están teniendo un impacto más relevante. Pueden ser patógenos hasta el momento desconocidos o que ya circulaban en determinadas zonas o regiones y que aparecen en otras.

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Los patógenos zoonóticos pueden ser bacterias, virus, parásitos o agentes no convencionales y propagarse a los humanos por contacto directo con los animales infectados o a través de los alimentos, el agua o el medio ambiente. El virus del Nilo, el del zika, el ébola o la gripe A son ejemplos de infecciones zoonóticas. Se desconoce a ciencia cierta el camino que siguió el COVID-19 para convertirse en pandemia, pero la mirada siempre ha estado puesta en el mercado de animales salvajes de Wuhan, China, y hay evidencias que vinculan a los visones como vectores de contagio del virus. Las epidemias de MERS de 2012 o el SARS de 2002 también llegaron de esta forma.

En la viruela del mono, aún hay sobre la mesa más incógnitas que certezas, pero sí se conoce que las vacunas contra la erradicada viruela producen inmunidad.

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Pero en general, el porqué este tipo de patógenos han aflorado con mayor intensidad en las últimas décadas responde a distintos factores.

Algunos, producto de la acción humana sobre la naturaleza, otros vinculados a cambios poblacionales. Tanto la globalización y la movilidad internacional como el cambio climático, la destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, el comercio de especies o el incremento exponencial de población han sido identificados como elementos que favorecen la expansión de las zoonosis.

La población mundial, pasó de 4.500 millones de personas en 1985 a 7.700 en 2020, con mayor concentración humana en las ciudades. En general, las enfermedades infecciosas son densodependientes, es decir, mientras más individuos susceptibles haya y más concentrados estén, será más fácil que se transmitan, explican los científicos,

Otros factores están vinculados con la destrucción de hábitats naturales y la pérdida de biodiversidad que lleva acarreada a causa de la actividad humana. Ocurre fundamentalmente mediante dos vías: por un lado, al destruir ecosistemas y acabar con variedades de animales y plantas provocan “la alteración de una serie de equilibrios que suelen mantener estos patógenos bajo control”, señala Luis Suárez, biólogo y coordinador de Conservación en WWF España. Este análisis, una labor conjunta de 500 científicos, calculaba que un 75% de la superficie terrestre se ha visto ya alterada por las actividades humanas.

Cuanta mayor destrucción de ecosistemas se produzca, menores posibilidades de disipar la enfermedad habrá. Esto ocurre en un hábitat en el que hay variedad de animales susceptibles de infectarse, las posibilidades de que ocurra en una especie concreta bajarán e incluso puede que termine en un animal no vulnerable que frenará la infección. “Además, hay menos posibilidades de que circule porque hay un equilibrio entre depredadores y presas que actúa de escudo. Uno típico es el de los roedores, que además son vectores de algunas enfermedades. Si disminuyen los depredadores, habrá más, serán más transmisibles entre ellos y más susceptibles de contagiar”, apunta Suárez.

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Pero, además, la deforestación provoca que las comunidades humanas entren “hasta el corazón” de los hábitats en los que pueden vivir animales que alojan patógenos. Así se constató con algunos brotes de la llamada malaria de los macacos, que saltó a los humanos en áreas deforestadas de Indonesia, uno de los países más afectados por la destrucción de bosques para dar espacio al cultivo de palma.

A esto se suma que “la población comercia, trafica y se alimenta con animales salvajes cada vez más, tanto por vía legal como por vía ilegal”, explica el investigador. Un ejemplo es lo ocurrido en 2003 en Estados Unidos con la viruela del mono, la primera vez que se exportó fuera de territorio africano debido a la venta como mascotas de varios perritos de las praderas que habían estado en contacto con roedores importados de Ghana infectados.

El cambio climático es otro elemento de las zoonosis, debido a que los vectores que pueden transmitir las enfermedades “han aumentado su rango de distribución” por el incremento generalizado de la temperatura, que hace “que estén presentes en zonas en las que antes no estaban”. Suárez pone como ejemplo el mosquito aedes, que puede ser portador del dengue, la fiebre amarilla o la chikunguña y que, según los datos, estaba presente “en nueve países en 1970” para pasar actualmente a estarlo “en 128”.

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