

Argentina se acostumbró a convivir con este dato, más de la mitad de las chicas y chicos menores de 14 años en Argentina vive en situación de pobreza. Eso quiere decir que los ingresos en sus hogares no alcanzan a cubrir una canasta básica de alimentos y bienes indispensables.
No hay en nuestro país ningún otro rango etario en el que las condiciones de vida sean tan malas.
Según los datos arrojados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC) en su informe reflejaron que más de la mitad (51,4%) de las personas de 0 a 14 años son pobres, de ese total el 12,6% son indigentes, en el segundo semestre del 2021.
La pobreza en jóvenes viene siendo un flagelo y son evidentes la falta de políticas públicas por parte del Gobierno ya que para el primer semestre del año pasado los datos que arrojó INDEC fueron casi similares, el 54,3% de los niños eran pobres, es decir, también más de la mitad de las personas de 0 a 14 años se encontraban bajo la línea de pobreza.
A pesar de que los índices sobre este sector se redujeron 3 puntos porcentuales siguen siendo muy alto el porcentaje de pobreza.
Los lugares donde la pobreza golpea con más fuerza son Gran Resistencia (52%), Concordia (51,5%), Formosa (45%), Gran Tucumán-Tafí Viejo (42,7%) y los partidos del Gran Buenos Aires (42,3%).
A su vez; los informes del Observatorio de Deuda Social Argentino de la UCA afirman que el riesgo alimentario total las infancias trepó al 46%, dentro de los cuales, el 28% experimentó episodios de “hambre” por no tener que comer.
En este sentido; el Dr. Víctor Gallo, pediatra especialista en nutrición y secretario del comité de nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría Tucumán, explica que “el niño que crece en hogares pobres, lo hace en desventaja con respecto al que no. Esto también condiciona en la calidad de alimento que desde el gobierno le ponen trabas o impuestos a las frutas, a las verduras o legumbres, que son fundamentales para una correcta nutrición. Se hacen inaccesible para estos sectores y sólo se alimentan de guiso porque es barato”.
Aclara que en consecuencia vemos una paradoja, la del “obeso pobre” la mayoría tienen sobrepeso de los sectores vulnerables. El 60% de los niños tienen sobrepeso, porque tienen déficit de nutrientes.
“El niño o niña, con padres mal alimentados, tendrá los mismos genotipos, esto se llama epigenética. Es decir, el chico va a nacer con el mismo déficit que sus padres, es algo heredado. Estamos creando generaciones con niños con déficit cognitivos y físicos”.
Por otra parte la médica pediatra, Melina Bonifacio, luego de recordar la creación del Yogurito por científicos del CONICET para su distribución en escuelas públicas afirma que “otra opción también, para una buena alimentación y tener los componentes nutritivos necesarios para una buena infancia, es trabajando junto al CONICET y fomentarlo, ya que también sufrió recortes en el presupuesto. Abrir un presupuesto más amplio, invitar a más científicos a investigar en todo lo que sea cuestión de alimentación, inversión, distribución, etc. Esto es una espiral, que si no se corta en algún punto es una rueda que no se detiene, entender que hasta que no alimenten bien a las infancias, difícilmente vas a tener un país fuertemente productivo”.
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Por último; Paula Gallo, Licenciada en Nutrición, quien se encuentra en el servicio de alimentación y dietoterapia del Hospital de niños de la provincia de Tucumán, afirma que “la pobreza en un niño -y su entorno- afecta su seguridad alimentaria, es decir, el acceso a una alimentación adecuada y suficiente acorde a sus necesidades".
Y agrega que “una mala alimentación en la infancia deja secuelas irreversibles en el crecimiento, desarrollo corporal y cognitivo del niño ante el déficit de nutrientes esenciales. Esta situación conlleva a un retraso crónico del crecimiento en el cual se ve afectada su capacidad intelectual impidiendo su inserción en la sociedad. Hay muchas posibilidades de que un niño pobre sea un adulto pobre”.