Argentina en llamas

Sociedad El jueves
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Argentina en llamas: de norte a sur. Desde comienzos de año, 150 000 hectáreas de bosques han ardido en el país, dejando a su paso dos muertos, destrucción de casas y pérdidas incalculable en ecosistemas de enorme valor. Los recortes presupuestarios limitaron la capacidad de prevención y acción de las fuerzas encargadas de combatir las llamas, extendiendo la duración de muchos de los incendios.

Al menos 48 688 hectáreas quemadas en ocho puntos diferentes de la cordillera andina de la Patagonia, incluyendo dos parques nacionales y un área natural protegida; entre 94 000 y 100 000 hectáreas arrasadas por el fuego en Corrientes e innumerables focos más pequeños en Buenos Aires, La Pampa, San Luis y Mendoza, provincias del centro del país. Argentina vive un verano austral ardiente desde todo punto de vista.

Por un lado, las temperaturas superaron durante varios días los 40º C. Por el otro, la cantidad, magnitud e intensidad de los incendios ha generado polémicas, sospechas, crisis políticas y disturbios. Pero sobre todo, han puesto en evidencia la escasa preparación y eficacia de los sistemas de prevención y de combate contra el fuego, cuya desatención ha crecido de manera durante el último año.

“A principios de 2024, el Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF) contaba con un presupuesto de 12 100 millones de pesos. En septiembre, cuando se produjeron grandes incendios en Córdoba, el Gobierno decidió ampliarlo en 21.000 millones de pesos. Sin embargo, las cuentas finales del año muestran que de esa cifra solo se gastaron 7 700 millones de pesos, cantidad incluso menor al presupuesto original”, explica un informe publicado por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

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Los recortes de gastos han repercutido también en el dinero destinado por las provincias para esos fines. Las condiciones extremas del actual período estival dejaron al descubierto los riesgos de esas políticas. “El fuego se rige por oportunidades climáticas”, señala Thomas Kitzberger, licenciado en Biología, doctor en Geografía e investigador superior en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente, y agrega: “Las condiciones de sequedad, alta temperatura, vientos de más de 30 kilómetros por hora y la abundancia de bosques de pinos exóticos son una combinación fatal”. “La cordillera patagónica está llena de combustibles. Igniciones hay todos los años, el tema es la magnitud y severidad. Los años normales o lluviosos no hay propagación. En cambio, cuando la oportunidad está dada, la misma ignición se transforma en algo monstruoso”, explica.

El 25 de diciembre, un rayo encendió dos focos de incendio en el lago Los Manzanos, una zona de reserva estricta -es decir, cerrada al ingreso del público- en el Parque Nacional Nahuel Huapi. La topografía del terreno, de muy difícil accesibilidad, los vientos cambiantes, la sequedad y el calor favorecieron la expansión y casi dos meses más tarde se han quemado 11 600 hectáreas y las llamas aún se mantienen activas. “Lo que se perdió es un bosque prístino, milenario, que va a tardar 200 años en recuperarse”, se lamenta Hernán Giardini, coordinador de la campaña de bosques de la organización Greenpeace.

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Las tormentas eléctricas son un elemento novedoso en la región que se suma a los factores capaces de desatar el fuego. “La atmósfera de la Patagonia se está tornando más inestable debido a un cambio en su circulación. Hay más vientos del norte, que vienen desde el océano Atlántico cargados con humedad”, acota Kitzberger, quien junto a su equipo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) han elaborado un modelo de lo que puede suceder con los incendios en los bosques andino-patagónicos.

Los resultados indican que la frecuencia de grandes incendios aumentaría en dos o tres veces desde ahora hasta 2050, y entre seis y ocho veces hacia finales del siglo XXI. “Esto no implica que vayamos a quedarnos sin bosques, los porcentajes consumidos siguen siendo bajos con relación a la cantidad existente, pero sí que habrá un número mayor y serán más severos. De hecho, las 46 000 hectáreas de este año es la cifra más alta de los últimos 60 años”, aclara Kitzberger.

Además de lo ocurrido en Nahuel Huapi, en la Patagonia hubo otros cuatro incendios de enormes proporciones desde el comienzo de 2025. Dos de ellos en la provincia de Chubut, uno en el lago y pueblo de Epuyén, que abarcó 3530 hectáreas afectando a un centenar de viviendas; y otro en la comuna rural Atilio Viglione, que arrasó 4917 hectáreas de pastizales y bosque nativo. Un tercero, el que atrajo la mayor atención mediática, ocurrió en la provincia de Río Negro, en El Bolsón y Mallín Ahogado, una zona de interfase -es decir, donde los asentamientos humanos están integrados en el bosque-, junto al Área Natural Protegida Río Azul Lago Escondido. Allí se quemaron 3825 hectáreas y 144 casas quedaron destruidas.

Por último, el más dañino, afecta el valle Magdalena, dentro del Parque Nacional Lanín, en la provincia de Neuquén. Las cifras actuales hablan de 22.131 hectáreas incineradas que, como en Nahuel Huapi, ocupan un amplio sector de reserva natural estricta donde crecen araucarias milenarias, lengas, ñires y cañas colihues esenciales para el equilibrio del ecosistema.

En una geografía muy diferente como es la de Corrientes, un relieve llano que no sobrepasa los 220 metros sobre el nivel del mar, también las altas temperaturas, la falta de lluvias y los vientos propiciaron la “oportunidad climática” para que la provincia reviviera la pesadilla de 2022, cuando se quemó casi un millón de hectáreas.

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Altamente productiva en ganado, arroz, cítricos y té, y cubierta por cerca de 500 000 hectáreas de plantaciones forestales, Corrientes tiene una relación ancestral con el fuego, utilizado para quemar los excedentes de cosechas y podas, o para renovar los pastos para las vacas. Este año, una primavera muy lluviosa estimuló el crecimiento de esos pastos, ya que el calor, el viento y la baja humedad relativa del aire secaron a partir de diciembre.

Un informe de la agencia local del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) precisó el 8 de febrero que el 49% de las áreas quemadas en 2025 fueron pastizales; el 17 %, malezales; y el 11 %, bosques nativos (espinillares de monte bajo). Las lluvias de febrero ayudaron a extinguir la mayor parte de los focos.

Las causas concretas que provocan los grandes incendios son un motivo de discordia permanente. Los estudios afirman que en el 95 % de los casos el origen continúa siendo directa o indirectamente atribuible al ser humano. La mayoría, por accidente o negligencia.

En la región andina, la discusión se entrelaza con el viejo conflicto que enfrenta a la comunidad mapuche-tehuelche con las autoridades provinciales y nacionales. Unas 72 horas después de iniciado el fuego en Epuyén, el gobernador chubutense, Ignacio Torres, lo relacionó directamente con el desalojo de familias mapuches que ocupaban tierras del Parque Nacional Los Alerces unos días antes. En Neuquén, Luciana Ortiz Luna, la secretaria de Emergencias y Gestión de Riesgos, se refirió a amenazas de grupos violentos ligados a la comunidad mapuche Linares contra los brigadistas que trabajan en la extinción del incendio en el Parque Nacional Lanín.

En la Patagonia, la actuación del Gobierno Nacional durante las últimas semanas ha merecido críticas. Hubo muchos más esfuerzos en buscar culpables que en hacerse cargo. La demora en la llegada de ayuda para combatir las llamas y el enojo por la detención de personas como supuestos responsables fueron creando un clima adverso que concluyó con manifestaciones en varias ciudades el 13 de febrero.

Los fuegos, además de los perjuicios en ecosistemas y pobladores también aceleraron una crisis en las instituciones relacionadas con el control de incendios. El 27 de diciembre, apenas encendidas las llamas en Nahuel Huapi, el Gobierno Nacional decidió traspasar el Servicio Nacional del Manejo del Fuego desde la subsecretaría de Ambiente al Ministerio de Seguridad,.

Más tarde, el 12 de febrero fue creada la Agencia Federal de Emergencias “para dar una respuesta centralizada y más eficiente ante catástrofes naturales en todo el país”, también bajo el mando de Bullrich.

Al día siguiente se produjo la renuncia de Ana Lamas como subsecretaria de Ambiente, alegando “agotamiento”.

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