Este mes de julio fue el más caluroso de nuestra historia documentaday, muy probablemente, de los últimos 120.000 años. Cuatro “cúpulas de calor” repartidas por el hemisferio norte –Asia occidental, Norteamérica, Norte de África y Europa meridional– contribuyeron a disparar las temperaturas, no sólo batiendo récords, sino superándolos en varios grados.
En lo alto de los Andes, el invierno se convirtió en un verano abrasador. Los enormes incendios de Canadá oscurecieron el sol.
Junto con el calor, llegaron lluvias e inundaciones sin precedentes, sobre todo en Delhi y Pekín. No es sólo el ciclo del carbono, sino también el ciclo del agua el que se vio sobrecargado por la modernidad alimentada con combustibles fósiles. Nunca debimos llamarla Tierra; el nuestro es un planeta oceánico, y la mayor parte del calor adicional está siendo absorbido por los océanos, ahora más calientes que nunca. El calentamiento de sus corrientes provocó que este año no se haya vuelto a congelar una parte de la Antártida del tamaño de México.
El aumento de las cantidades de vapor de agua está acelerando a su vez el vasto motor térmico atmosférico, causando un clima más extremo. No en vano, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declaró una nueva era de “ebullición global”. Fíjense bien en el siguiente gráfico: julio está más de cuatro desviaciones típicas fuera de la media de 1979–2000.
En medio de la crisis climática, también se batieron otros récords: el mayor número de pasajeros aéreos en un solo día en Estados Unidos; los mayores beneficios de la historia de las compañías europeas IAG y Air France-KLM; el récord de consumo de petróleo y el récord de producción de carbón. Entre los extremos climáticos y los beneficios récord de los combustibles fósiles, la reacción política de los partidos de derecha contra la acción climática toma envion y fuerza.
Estamos siendo atacados por acontecimientos extraordinarios a un ritmo acelerado. Sin embargo, esa conciencia no conduce necesariamente a la acción.
La clave es distinguir entre el flujo y el stock de carbono. Al planeta no le importa la tasa anual de emisiones (el flujo), lo que importa es el stock acumulado de carbono en la atmósfera, que es lo que determina el grado de calentamiento. Los miles de artículos de prensa durante la pandemia preguntándose si un descenso de las emisiones predecía un descenso de las temperaturas ejemplificaban la confusión respecto al flujo. “El clima es un problema de stocks, no de flujos”.
La ignorancia sobre el problema del stock dio lugar a unos marcos de mitigación climática dominados durante mucho tiempo por el gradualismo. En 2018 empezó a perder fuerza. Ese año se publicó el Informe Especial del IPCC sobre los impactos de un cambio de 1,5ºC en la temperatura global y el artículo sobre la “Tierra invernadero”.
En India, el río Yamuna se desbordó e inundó tres plantas de tratamiento de agua; el gobierno del estado de Delhi advirtió que racionaría el agua potable. En Uruguay, la sequía dejó a más de la mitad de la población sin agua potable. El gobierno está suministrando agua embotellada a la población, ya que se prevé que la situación se prolongue durante meses.
Los sectores del petróleo y el gas registraron beneficios récord durante los dos últimos años, tanto en su conjunto como cada empresa por separado. La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima en unos impactantes 4 billones de dólares lo que todo el sector obtuvo el año pasado en beneficios, frente a los 1,5 billones millones de dólares anuales que se estiman habitualmente. Las cinco mayores petroleras internacionales obtuvieron en conjunto 199.000 millones de dólares de beneficios netos en 2022. Las petroleras nacionales fueron las que más se beneficiaron. Saudi Aramco ganó 161.000 millones de dólares.
Ni siquiera las catástrofes –como el calor del verano que sigue asolando Europa– conducen directamente a la acción. Según un estudio, las olas de calor en Europa mataron el año pasado a más de 61.000 personas.
Los gobiernos pueden hacer más para refrescar a la gente abriendo instalaciones públicas con aire acondicionado. China ha ido más lejos, abriendo refugios subterráneos para los ciudadanos que quieren escapar del calor.
En Arizona, treinta y un días de calor por encima de 43°C provocaron un aumento de muertes y del Covid.
La crisis climática exige una electrificación rápida; nuevas máquinas y nuevas formas de mover, calentar, enfriar, fundir y fabricar cosas. Todas esas máquinas hay que fabricarlas, financiarlas, comercializarlas e instalarlas.
La adaptación creativa es urgente. También lo es reducir el stock de CO2 en la atmósfera. No se trata de la lógica de costos y beneficios, sino de la de los medios y fines. No se trata de economía, sino de supervivencia.