El glaciar que se derrite frente a los turistas

El mundo02/02/2022
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Desde inicios de 2021, la montaña y la laguna “Esmeralda”, a la que se llega tras una hora de caminata de ascenso, atrajeron a muchos bolivianos. Estos, impedidos de viajar a otros lados a causa de la pandemia del Covid-19, llegaron a los pies de este glaciar, que está a 5.340 metros sobre el nivel del mar. Así y con el amplificado impacto de las redes sociales, Charquini, a tres horas de la ciudad de La Paz, Bolivia, se posicionó como el punto focal del turismo. 

La cita turística no sólo significó la posibilidad de presenciar la majestuosa belleza montañosa, sino que también representó un encuentro con un cuerpo de hielo que se escurre ante los ojos de los visitantes. 

“Fue una irresponsabilidad lo que se vio en Charquini: un turismo completamente desordenado que sacó a relucir la indefensión de los glaciares en el país. El impacto en la montaña no sólo fue en el área de nieve sino en todo el conjunto periglaciar, incluyendo los bofedales que son el ecosistema de roca”, relata Carmen Capriles, especialista en cambio climático y activista del colectivo Reacción Climática. 

Charquini llegó a recibir en los últimos meses un promedio de 1.000 visitas diarias en fines de semana. Este boom turístico implicó una significativa afectación, según Capriles, debido a la basura que dejaron las personas y el pisoteado sin control a la zona periglaciar. Incluso ascendieron a la montaña vehículos 4x4 para evitar que la gente camine hasta la laguna. 

Hasta fines de los años 90, Chacaltaya era uno de los glaciares de la Cordillera Real más cercanos a la urbe paceña y ostentó, por varias décadas, la estación de esquí más alta del mundo (5.400 m.s.n.m.). 

La montaña fue concurrida por locales y foráneos desde 1943, cuando se habilitó una pista en el corazón de los Andes. Pero, actualmente, de ello solo quedan recuerdos. Hace más de 10 años, la nieve en Chacaltaya desapareció por completo, lo que evidenció las afectaciones del calentamiento global a los glaciares. 

Esa situación se suma a lo que ocurre con otros gigantes blancos de la Cordillera Real, como el Illimani o el Huayna Potosí. Según datos del Instituto Boliviano de la Montaña (IBM), a partir de 1980, el país perdió la mitad de sus glaciares.

El ingeniero hidráulico especializado en glaciología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Edson Ramírez, explica que no es posible que Chacaltaya reviva, porque ya perdió su capacidad de transformar la nieve en hielo. Cree que lo mismo pasará con Charquini.

“Lo que estamos viendo ahora es que, en realidad, el glaciar está empezando a desaparecer, por eso hay que tomar medidas para no acelerar su muerte”, advierte. 

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