

Un estudio sobre la ley española de 1985 revela que las mujeres jóvenes que pudieron interrumpir embarazos no deseados pospusieron la maternidad, cursaron más estudios y consolidaron vínculos afectivos más estables.
Después vendría en 2010 la norma que permitió el aborto libre, pero fue hace 40 años cuando abortar dentro de los límites marcados dejó de considerarse un delito. Desde entonces, las mujeres que interrumpen su embarazo ejercen un derecho que, aunque a medias, está reconocido.
Y que ha provocado efectos a largo plazo que conducen a una mayor satisfacción en la vida de las mujeres, según un estudio publicado este julio en la revista The Economic Journal.
El estudio dibuja un escenario en el que permitir el aborto se traduce, en la práctica, en mujeres más felices, matrimonios más prósperos y no en un descenso pronunciado de hijos, aunque sí un retraso en tenerlos. Y son estos, precisamente, valores y fenómenos sociales que se plantean como deseables por quienes se declaran antiaborto.
El estudio, realizado por cuatro investigadores españoles de la Universitat Pompeu Fabra, el Instituto de Empresa y la Universitat de Barcelona, revela que aquellas mujeres que tuvieron acceso al aborto en España antes de los 21 años tuvieron menos probabilidades de tener hijos a una edad temprana, pero a la larga no dejaron de tenerlos. Además, la legalización redujo también los matrimonios precoces, pero al mismo tiempo estas mujeres se divorciaron menos a largo plazo que aquellas que no podían abortar.
El estudio utiliza una doble comparación para asegurar la atribución de diferencias al aborto y por eso coteja cohortes de mujeres menores de 21 en provincias de fácil acceso a la interrupción del embarazo con aquellas que eran más mayores, pero también compara ambos grupos en regiones sin centros. “De esta forma podemos limpiar esos otros factores posibles que pueden intervenir porque las diferencias que se ven en la primera comparación no se ven en la segunda”, explican, ya que creen que los resultados son importantes en un momento en el que “en varios países, como Estados Unidos, hemos visto un retroceso en el aborto” y globalmente arrecia una ofensiva antiderechos.
La investigación analiza también qué bienestar autopercibido declaran las mujeres y hasta qué punto tiene esto relación con la ley. Y para ello utiliza la Encuesta de Condiciones de Vida de 2013, de la que obtiene una muestra de 4.546 mujeres de entre 38 y 58 años. Los autores encuentran evidencia de que tener la posibilidad de abortar antes de los 21 “mejora el bienestar a largo plazo” porque estas mujeres “tienen menos probabilidades de sentirse tensas o deprimidas y más de sentirse tranquilas” además de reportar un mayor grado general de satisfacción con su vida.
En total, poder abortar mejoró en un 7,6% estos niveles, según el estudio. Un efecto que “probablemente” se deba a causas tanto directas como indirectas, interpretan los investigadores: algunas mujeres porque pudieron evitar un embarazo precoz gracias a la legalización del aborto, pero también otras que no se sometieron a la intervención “podrían haberse beneficiado en términos de su propia tranquilidad”, concluyen.