La rebelión de los hijos

El País 24 de abril de 2024
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Lo que todos los gobiernos de todos los signos al final saben o debieran saber es que la sociedad argentina te desborda. La histórica marcha habla por sí sola y no necesita cristalizarse en ningún frente opositor, acuerdo programático o encuentro fotográfico. Tanta gente no es normal. No se trata de entender el hoy ya que si bien esperábamos multitudes, nadie intuyo que sería la más convocante en la democracia sobre este tema en particular.

La defensa de la universidad pública fue un reclamo transversal que provocó la mayor protesta contra el gobierno de Milei. El reclamo en contra del ajuste al presupuesto universitario se convirtió en la mayor protesta de los últimos años y reunió a sectores disímiles en defensa de la universidad pública. Es complicado tener una polaroid de la marcha. 

Gente que fue a la manifestación sin ningún tipo de identificación social o política. Apenas unas pinceladas que sirven para sustentar una afirmación: la manifestación fue mayúscula. Tan grande como lo temía el gobierno que en los últimos días intentó desactivar la movilización al mismo tiempo que deslegitimarla.

Hay varias razones para comprender el éxito de esta movilización que, en algo, le hace sombra a la aceleración y la beligerancia del presidente.

La primera es que el tejido universitario nacional es poderoso y no solo por el prestigio de la educación universitaria y las instituciones públicas de educación superior en general. También porque en los últimos 40 años el mundo universitario se ha expandido y diversificado federalmente. Las universidades ofrecen mucho más que las carreras tradicionales. 

El mundo universitario fue agraviado con los mismos insultos que el presidente esparce contra políticos y sindicalistas como si los dirigentes universitarios y los alumnos y los profesores fuesen tan ilegítimos como aquellos. No lo son. No es que en el mundo universitario no haya votantes de Milei ni receptividad para muchos de sus mensajes acerca de la necesidad del sacrificio, el ajuste y la falta de plata. Pero también es cierto que muchos, votantes de Milei o no, se activaron con la belicosidad presidencial.

Quizás el gobierno haya logrado el milagro de hacer levar rápidamente una nueva generación de dirigentes estudiantiles o aún de estudiantes politizados en su contra.

Las tentativas del gobierno de atacar la manifestación por sus vínculos con la casta y sus comportamientos no alcanzaron para inhibir la movilización. Aunque tal vez tengan efecto en la batalla de las interpretaciones que se abre a partir de hoy. Pero aún así hay una novedad: ya no se puede decir tan fácil para todos los casos que el gobierno decide quién es y quién no es la casta.

El gobierno cometió el mismo error que sus adversarios, anteriores oficialismos. Encerrados en su burbuja, por cierto amplia, terminaron por creer que el universo era una copia de lo que sucede en su mundo ideal, las redes sociales de algunos dirigentes del gobierno. La tentativa de encontrar en el estudiantado la misma potencia que en los electorados hartos de sus dirigentes, no prosperó.

No hay grandes razones presupuestarias que sumen al déficit cero o al superávit fiscal de modo significativo, ni grandes sospechas de corrupción previa a estos ataques. Milei no dejó sus convicciones en la puerta de la Rosada. La fuerza de la convicción ideológica y la osadía esta vez pasó la factura.

La respuesta de Milei en Instagram posteando la figura de un león bebiendo de una taza “lágrimas de zurdo”, no hace más que confirmar la mirada desenfocada del gobierno. Esta vez el principio de revelación fue ceguera.

Muchos de los manifestantes caminaron por donde pudieron hacia el Congreso y la Plaza de Mayo en columnas encabezadas por banderas que representaban a sus universidades, escuelas, institutos de investigación y hospitales. Lo hicieron vistiendo guardapolvos blanco, ambos médicos, camisetas de la Selección, tomando mate y, la gran mayoría, con carteles escritos y pintados a mano con frases como: “Cuando se nace libre, estudiar es el mayor acto de rebeldía” o “¿Por qué tanto miedo de educar al pueblo”.

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A modo de ejemplo, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la más grande del país, en la que se graduó buena parte de los funcionarios que integran el gabinete nacional, entre ello el ministro de Economía, Luis Caputo, autor del ajuste de fondos, vio reducida sus gastos de funcionamiento en términos reales del 80%.

Once países europeos (más Escocia) tienen universidad pública gratuita.

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La Argentina de Sarmiento se rebeló contra los falsos profetas de Alberdi. Masiva, joven, orgullosamente política y emocionante. Hay imágenes impresionantes de gente que se movilizó, también en Córdoba, Ushuaia, Mendoza, Mar del Plata, Santiago del Estero, Neuquén y muchas otras.

En el escenario de Plaza de Mayo se habló de la presencia de unas 800 mil personas, mientras que el cálculo de Gendarmería nacional aseguró que había 150 mil. No se aplicó el protocolo antipiquetes y las movilizaciones se hicieron en paz.

Este domingo en su newsletter de opinión pública y análisis político, la consultora Zuban-Córdoba y Asociados destacó que las universidades públicas se encuentran al tope de los rankings de confianza. Ante la pregunta si “la educación pública es un derecho de todos y debemos defenderla”, el 87.4% de los consultados coincidió con la frase. Un consenso que también alcanza a los hospitales universitarios: solo bajo la órbita de la UBA funcionan seis centros de salud e investigación en los que se atendieron más de medio millón de personas durante 2023.

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