Debatir los setenta, otra vez, tal vez no tengamos talento para nada mas. La libertad atrasa. Cómo viene la mano la pasantía de Milei va a ser la mas cara de la historia. La experiencia no se puede transferir pero si alquilar y hay mil tipos listos de la casta, escondidos, dispuestos a rompernos el corazón una vez mas. Ojalá paguemos en pesos.
La realidad supera cualquier película distópica. El posgrado de la los Fernandez y su murga, y todos los garcas que gobiernan o desgobiernan, salió carísimo.
Los votantes de Milei buscan romper un orden para instaurar uno nuevo. “romper un presente malo” seria el lema del votante promedio.
Quienes día tras día cavaron en la grieta que partió al país, ahora se sorprenden porque desde el fondo de ella apareció una criatura inmanejable. El más agrietado de los agrietados, el más explosivo, el que quiere romper todo. La corporización de ese sector de la sociedad que fue alimentado por el desprecio al otro y por la noción de que todos los políticos, además de incompetentes, son ladrones.
Que es el resultado de la mutua acusación entre ambos lados del abismo y de la anulación de unos y otros. Pasión por el no hacer y recostarse en el facilismo siendo oposición aún gobernando. Esa casta si que se deja ver.
La política no digirió el resultado PASO y suponiendo que si, no entendió el significado del pronunciamiento de millones, en contra del bicoalicionismo, del gobierno nacional y de la oposición.
Mientras la dirigencia politica tradicional se debate en escenarios ideales, en donde seguramente les gustaría estar, la realidad de los votantes podría darles otro fuerte mensaje en octubre. Cuando terminen de analizar los por qué quizás estén planteando campaña para el 2027.
Fenómenos como Milei, sin un partido político consolidado, son el síntoma de una arrogancia politica creciente, de un electorado al que nadie se detiene a interpelar.
En la última semana emergieron distintos videos en los que Milei describió al Estado como un monstruo que avanzaba sobre los ciudadanos indefensos, Victoria Villarruel cuenta con la plena confianza de Milei. No hacen falta especulaciones sobre su mirada sobre la historia reciente. En un video de quince años atrás, Villarruel relativiza los crímenes de la dictadura militar. El recorte, como tantos, es viejo. Lo que le dio actualidad fue que Villarruel las reivindicó ahora. El Estado es de terror excepto cuando lo ejerce.
El acto organizado en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires constituyó una provocación destinada a construir el relato que da soporte a estas ideas. Hacerlo desde la reivindicación abierta de la dictadura es hoy imposible. Los desaparecidos acá se cuentan en decenas de miles.
En democracia, la dirigencia liderada Alfonsín tuvo el coraje histórico de juzgar a los militares cuando todavía eran un factor de poder y luego, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, de recuperar ese camino y desandar los intentos de impunidad garantizando la extensión y ejecución de las condenas contra los responsables de las mayores violaciones de derechos humanos en nuestra historia. Cosa juzgada.
Villarruel y la organización que preside construyen entonces desde la narrativa de la defensa de “las víctimas del terrorismo”, un encuadre que se monta con inteligencia sobre una omisión. Hoy el Estado sigue sin dar respuesta a las víctimas civiles de acciones de las organizaciones armadas ni a quienes, como integrantes de las fuerzas armadas o de seguridad, perdieron la vida en acciones producidas durante períodos democráticos.
Cerrada la posibilidad de revisar las condenas judiciales contra los responsables de delitos de lesa humanidad, el objetivo es equiparar aquellos con el accionar de las organizaciones, en un revisionismo que, sin embargo, no se emparenta a la llamada “teoría de los dos demonios”, sino que persigue la reivindicación del accionar de quienes desde el Estado llevaron adelante un plan sistemático de torturas y asesinatos.
La respuesta no debería ser ni acallar ni silenciar el legítimo dolor de quienes también son víctimas. No es el reconocimiento de estas la que debe ser enfrentada, sino esa operación igualadora.
Peter Fritzsche es un historiador e investigador de fenómenos políticos internacionales. Su análisis es este: “No encontré votantes pasivos, atemorizados o angustiados, llevados de un partido a otro por las circunstancias económicas. Encontré una insurrección juvenil y enérgica que resiste a la izquierda, pero rehúsa también la condescendencia frente a las elites tradicionales”.
Lo dice en su clásico libro De alemanes a nazis 1914-1933 (Editorial Siglo Veintiuno), en donde estudia cómo la sociedad alemana se transformó en nazi.
Su investigación muestra cómo la combinación de distintos factores va modificando poco a poco el de comportamiento de una sociedad. La alimentación del odio hacia el otro durante años, el síndrome de autoflagelación colectiva, la crisis económica, la decadencia de los partidos tradicionales y, al final, el surgimiento de un salvador de gestos y oratoria espectacular y agresiva que corporiza la necesidad de destruir un sistema y la esperanza de construir otro distinto que traerá gloria y progreso.
Pero, por suerte, aquello pasó hace un siglo y en otro mundo. Por suerte, sí, porque si no, la historia se repetiría como tragedia y farsa a la vez.
Y lo bueno es que la Scaloneta está en casa. Aprovechemos estas horas en que la estructura psíquica de la Patria se ordena para resetear y actuar con inteligencia.