El reencuentro

20 de diciembre de 2022
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Las cosas salieron bien. El Mundial, el fútbol, el equipo de Scaloni. Algo que salió bien. Mundiales eran algo así como la globalización antes de la globalización: una fiesta que decía mundo y se encontraban el Este y el Oeste salteando los muros. Se encontraban los comunistas y los fascistas.

Hemos visto en Lusail la mejor confrontación deportiva de la historia en el alto rendimiento. El duelo entre el artista y la máquina ya ha entrado en la historia. Los dos patearon y acertaron primero para seguir alimentando una rivalidad que se sostuvo toda la tarde. Solamente podía ganar uno.
Y Leo recibió, otra vez, la ayuda de sus compañeros. “Este grupo no los va a dejar tirados” había garantizado luego del 1-2 ante Arabia Saudita. La premonición se quedó corta. El genio, la leyenda, el artista, la rutina de lo extraordinario sabe cuánto pesa la Copa del Mundo. Primero la miró y la besó en claro contraste con aquella foto de 2014.

El mundial dura un mes pero deja para siempre las imágenes de sus revelaciones, desilusiones, goles, musica, la inspiración de las hinchadas. La bella costumbre argentina: a un jeque árabe le enseñan a bailar cumbia.. 

El mundial tiene sede. Las primeras dos semanas te empachan de imágenes de Qatar, de argentinos en Qatar, de vuelos a Qatar, de lucha de clases en Qatar. Ya teníamos una canción de Gieco con la cifra exacta de obreros muertos para hacer estadios pero terminamos comprando las imágenes que decoran a todos los noticieros: la plaza de Salsipuedes, el tik tok de los amigos gays bailando en el sillón, la abuela de 103 años en el Obelisco…

El mundial tiene un himno, a esta altura casi nadie recuerda cuál. Pero los hinchas argentinos son nietos de payadores. “Muchachos”, cantado por La Mosca, fue reescrito por un profesor de Avellaneda y puesta sobre el lienzo de nuestra historia nacional: fútbol y Malvinas. Un Un salto de calidad que mejora aún a la gloriosa “decime qué se siente” de Brasil 2014. 

El mundial es un negocio. Literatura y pelota, meter un marquito teórico por aquí, una lección por allá, la filosofía de goma vende sus zapatos baratos, cronistas cumpliendo el sueño de escribir. Es el más grande casting global de 15 minutos de fama.  

La gente con sus canciones. Uno mismo con sus “columnas”. Hay quienes no vienen del fútbol y lo entienden. Hay quienes vienen del fútbol y todavía no lo entienden. Las palabras y el límite frente a la belleza. En un mundo lleno de palabras el fútbol es, sobre todo, puro acontecimiento.

Entonces los relatores de fútbol son la primera versión de la Historia. Y tuvimos geniales: el gordo Muñoz, e incluyo –con permiso– la cadencia rutinaria de Mauro Viale que relataba un partido del mundial con el casi desinterés de un Talleres de Córdoba contra Platense.

La Scaloneta nos necesita más afuera que adentro. Messi está por encima en un modo que no asfixia. Una época bajo su imperio, con los pequeños reinos de los Dybala alrededor. Esos chicos no prefieren a Dybala antes que a Messi, más bien saben que Paulo es otro hijo de la era Messi como ellos, uno del lado de adentro de la cancha. Una selección con jugadores jóvenes que alguna vez, como le pasó a Julián Álvarez, se sacaron la foto con Messi y esa fue su profecía. Es una generación cuya religión oficial es messista. Y con Dybala, pibe de oro, lo que se vio no miente: feliz e inteligente en los minutos que entró. 

Messi repuso más el límite del amor en la cancha. No nos abrió el vestuario. No sabemos qué piensa de política. Los pasados de rosca viven ese hermetismo como un caballo en el techo. Los cronistas ansiosos o los pontificadores de doctrinas haciendo el papel aburrido de la moral la puta sola vez que a Messi se le soltó la cadena, el día que hizo una de más. Por derecha o izquierda.

Incluso con el Chiqui Tapia y su cara de atorrante. Es parte de esa camada hija de Grondona que le birló en vivo la AFA a Tinelli, el tipo que le hizo joditas para Videomatch a medio país y amasó una de las popularidades más difíciles, hace años que Tinelli no sabe qué hacer con Tinelli,  y vio la jodita que le hicieron a él en vivo: la elección más insólita. Y Tapia se comió también a Angelici, a Donofrio, a toda la política argentina de todos los partidos que siempre hace sombra ahí. El Vaticano de la calle Viamonte. Tapia es apenas un típico dirigente de fútbol con los claroscuros argentinos al día. Pero acá, parece, que algo funcionó. 

Acá algo se hizo bien. No rompamos nada, entonces. Sumergirnos un rato en los océanos de un solo país, una sola bandera. La Scaloneta es una propuesta de fútbol simple, competitiva, pragmática y que tuvo de enemiga a la parte de ese periodismo deportivo de panel, rosquero, ensobrado, con tipos que comentan en vivo lo que leen en guasaps de intermediarios, de operadores, supersticiones.

El periodismo deportivo que adelantó al periodismo político y no sólo en los sobres, eso existe siempre, sino en ese tema de perder las formas. Y cobrar por abajo. Siempre sujetos de operaciones.

Esta selección es algo que salió bien en el país en el que casi nada sale bien hace demasiado tiempo. Al éxito de Scaloni, Aimar, Samuel y Messi no se le demorará su traslado, incluso entre los que lo demolieron, a la política.

El equipo tiene sus estadísticas, su fórmula y su espíritu para contagiar eso. Pero en la era cuya religión oficial quiso decirnos “todo es política”, Messi no dice nada. Será introvertido, el discreto y el líder que se puso al hombro a un par jugadores sanos. Fuimos a buscar demasiadas cosas afuera de la cancha, es hora del reencuentro feliz: encontrarlas adentro. 

Imaginar que el fútbol es una analogía de la sociedad, el gobierno o la cultura de un país, es una forma de menospreciar su importancia. El fútbol es fútbol. Al fútbol lo que es del fútbol también diremos aunque al segundo de decir eso seguimos diciendo cosas como ahora mismo, lunes por mañana, y nos comemos el argumento. No toquen nada. Salió bien. Dejemos como está. Que así sea, y disfrutemos.

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