El día después y la resiliencia

Deportes 23 de noviembre de 2022
6DCCF14F-23AF-4574-8B35-4FEE6CA44E9F

Antes de irse a dormir, el preparador físico agarrará un marcador sobre una pizarra y escribirá cómo será la jornada. Dirá que los titulares harán ejercicios físicos de recuperación y los suplentes un ensayo sobre el césped.
En el ruido del gimnasio, se percibirá cuál es el camino. Porque el gusto feo y habrá que digerirlo. Desde adentro, es una caja de resonancia sobre la alegría o sobre el dolor. Ya sufriste cosas mejores que estas. Hay ratos en que un Mundial no es fútbol. Es un ejercicio de supervivencia. No hay mayor mentira que para salir campeón hay que ganar todos los partidos.
Esto recién empieza.  

Se llena de ruidos de un lenguaje como el árabe que no se entiende. Si disputan una jugada un mago y un laburante del fútbol, logra vencer cualquiera. Más que nunca, se ingresa al césped con el pie derecho y se buscan semejanzas con el ‘86 y se besan vírgenes en las que no se creen. No hay forma de destrabarlo. Lionel Messi va por su quinto Mundial y sigue hallándole formas inexplicables. Lionel Scaloni disputó Copas desde sub 20 y le ocurren situaciones inesperadas. Hay músculos que sólo existen en un Mundial. Hay contracturas que sólo aparecen en el primer partido. El problema es pensar que no será así. No hay mucho tiempo: barajar y dar de nuevo.

Los rompecabezas se arman con todas las piezas y no importa que estén, si falta una. Alcanza un soplido para desvanecerse. La ausencia de Lo Celso se exhibe como la primera carta de estos dolores. La misma que ocurrió con Roberto Ayala en el 2002, cuando se lesionó y Marcelo Bielsa perdió a su mejor futbolista. Más duro se dio en el ‘94 con las piernas cortadas de Diego Maradona. Se cae una pieza y el dominó se golpea. No está mal que pase. El tema es la resiliencia.

Argentina aterrizó como campeón de América y con muchas seguridades. Hasta que la vida le devolvió trompadas. El plan perdió al zurdo que unía las geografías de su equipo. Lo Celso juntaba a Messi con Paredes.

Si el plan A falló, había que remodelar el esquema. El plan B era la profundidad por los costados y ahí cayó la otra pieza. Porque sin la contención, lo que quedaba era la amenaza de picar y afanarle las espaldas a Arabia Saudita. Para eso, el mejor, el más utilizado, había sido Nicolás González. Que también se lesionó. Encima si, en la previa, hay apenas una semana para trabajar. 

Ni plan A. Ni plan B. Eso ocurrió. Eso podría haber salido: un penal y goles anulados por el VAR. Nada más desacertado que narrar que Argentina apareció en la cancha sin confianza: fue pura seguridad. Arrasó, golpeó, atacó y se llevó de eso muy poco. En el entretiempo, el vestuario habló de cómo resolver la falta de juego por el medio y de cómo construir situaciones. Nadie esperaba que Cuti Romero fallara en un mano a mano en el que comenzó en ventaja. Que Saleh Al-Shehri definiría tan preciso como para que el Dibu Martínez no lograra hacer ni un gesto. Ahí es donde un Mundial deja de ser fútbol. Porque el piso tiene un terremoto imaginario. Ya no es un juego.

No importa lo que ocurrió con Arabia Saudita. Es pasado. Esto es de pocos partidos. El rezo es por la mañana siguiente. Porque no haya culpas sino propuestas. Porque las cosas se ladren en la cara y nada más que ahí.

El fútbol es un juego que renace cada pocos días. Ni el Maracanazo de la Copa América ni los banderines del offside que no entraron.
Bienvenida la Selección Argentina a una nueva instancia. Resiliencia es la capacidad para recuperarse de situaciones traumáticas. Que la gente confíe. Estos colores dependen de sí mismos. Que en el gimnasio suene cumbia o reggaetón será la primera muestra. De que todavía se puede. Si lo sabrán Messi y Angelito…

Te puede interesar
image

El River-Boca de Córdoba

Deportes El lunes

El gran circo mundial estuvo a flor de piel en un Kempes que reventó. Ganó el xeneize y el turismo. Hubo 46 aviones que llegaron el domingo a la mañana.

Lo más visto