A un año de la muerte de Mahsa Amini en Irán

Nacida en Teherán, Sorour Kasmaï es una novelista franco-iraní que vive en Francia. Es bilingüe y escribe en persa y francés. También es editora y dirige la colección "Horizons persans" de Actes Sud, dedicada a la literatura afgana e iraní.

Sociedad 18 de septiembre de 2023 Sorour Kasmaï
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¿Qué significa ser mujer hoy en Irán? ¿Qué lugar ocupa en una sociedad gobernada desde hace más de cuatro décadas por una teocracia totalitaria exclusivamente masculina? ¿Qué papel desempeñan las tradiciones patriarcales en la violencia perpetrada contra las mujeres? ¿Cuáles son los motivos de la revuelta «Mujeres, vida, libertad» que se apodera del país desde el 16 de septiembre de 2022, día en que la joven Mahsa Jina Amini sucumbió a los golpes que le propinaron en la cabeza los agentes de la «Patrulla de Orientación Islámica», más conocida en Occidente como la policía de la moral?

Estas y otras preguntas no pueden responderse con breves reportajes en los medios de comunicación o efímeras stories en las redes sociales. Para entender esta revuelta hay que retroceder en el tiempo y aprender a conocer una lucha que tiene más de un siglo, que hunde sus raíces en la historia moderna de Irán y que expresa un viejo sueño, nacido a finales del siglo XIX y enterrado por los ayatolás tras la revolución de 1979. Este sueño no es otro que el de la libertad y la emancipación de la mujer.

Sin embargo, la paradoja es sorprendente. Desde la Revolución Islámica, las mujeres iraníes han sido objeto del odio de un régimen autoritario y patriarcal que ha utilizado todos los medios a su alcance para recortar sus derechos civiles y humanos, con el fin de empujarlas a los márgenes de la vida pública. El uso obligatorio del velo es el principal vehículo de esta política discriminatoria. Introducida en cuanto el clero chií tomó el poder en Irán, fue la primera ley que tabuizó el cuerpo de las mujeres, avivando el fuego de la violencia contra quienes no la aceptaban. Sometido a normas muy estrictas, este cuerpo, invisible bajo capas de tela, despertó los temores de gran parte de la sociedad altamente masculina del Irán posrevolucionario. Como baluarte ideológico de la teocracia gobernante, el hiyab se ha convertido en un tema propagandístico que somete a una mitad de la población a la vigilancia de la otra.

Este panorama parecería muy sombrío si no fuera por la formidable resistencia de las mujeres iraníes a la represión ejercida contra ellas. Apenas un mes después de la llegada del poder religioso, el 8 de marzo de 1979, miles de mujeres salieron a la calle para oponerse a la introducción de leyes que las privaban de sus derechos más elementales. Hambrientas de educación, independencia y creatividad, han luchado contra estas leyes desde entonces, superando constantemente sus límites y desafiando su aplicación. Las acciones individuales y las campañas colectivas han conformado su resistencia como ciudadanos. Y, en contra de la voluntad política que pretendía reducirlas únicamente a su papel de madres y esposas, han dejado su impronta en los ámbitos científico, jurídico, artístico, político… y literario.

Paradójicamente, fue después de la llegada al poder de los ayatolás cuando vimos la aparición de más mujeres en la literatura. En los primeros años, varias escritoras de renombre abandonaron el país para instalarse en Europa o Estados Unidos. Pero una década después, surgía una nueva generación, con obras a menudo ambiciosas e inventivas, que rompían con las ataduras habituales, en las que la mujer ya no se presentaba como una criatura etérea de la imaginación del hombre, fruto de sus alucinaciones u objeto de su deseo. Ahora tiene existencia propia, desempeña un papel social, lucha contra las tradiciones patriarcales y toma su destino en sus manos. Las novelas de este periodo describen un amplio abanico de experiencias. A medio camino entre la ficción y la realidad, introducen destacados personajes femeninos, estructuras narrativas polifónicas, múltiples puntos de vista y yuxtaposición de estilos. Algunos autores optan por un lenguaje más puro y directo, menos lírico, menos poético. Lo más asombroso es que muchas de estas novelas traspasan el muro de la censura, baten récords de ventas en las librerías y ganan premios literarios.

Sin embargo, la censura es omnipresente. Además del hiyab, el tratamiento de todo el cuerpo femenino en la ficción está estrechamente vigilado. El amor, los besos, los labios, los pechos, el pelo, el contacto físico entre hombres y mujeres y muchos otros motivos están prohibidos en las obras. ¿Cuántas novelas no han visto la luz debido a estas purgas lingüísticas? ¿Cuántos poemas se han quedado cogiendo polvo en los cajones? En la intimidad de la alcoba, ¿cuántos besos ardientes han sido sustituidos por un simple suspiro?

Por último, cabe señalar que con el exilio y la emigración, temas como el distanciamiento, la memoria, la identidad y la nostalgia han pasado a formar parte de las obras creadas en la diáspora. En los últimos veinte años, un nuevo fenómeno ha enriquecido esta literatura. Optar por la lengua del país de acogida se ha convertido en una elección obvia para muchos escritores que empezaron sus carreras en persa. Esta elección también la está haciendo la generación más joven de escritores de origen iraní, que debutan literariamente en una lengua europea, aunque tratando temas iraníes. También en este campo las mujeres son pioneras.

Por todas estas razones, y para comprender mejor las aspiraciones del movimiento «Mujer, Vida, Libertad», me pareció oportuno recurrir a la experiencia y la sensibilidad de algunas de las escritoras que, en sus novelas, relatos o ensayos, han retratado la vida y el destino de las mujeres, su lucha contra viejas creencias, su papel en tiempos revueltos y su lugar en la sociedad actual. Tenía claro que la pluma y la mirada perspicaz de estas autoras arrojarían una valiosa luz sobre los acontecimientos sin precedentes que sacuden hoy Irán.

Los temas tratados describen la condición de la mujer en Irán en toda su complejidad. La aspiración a la libertad confrontada a las múltiples facetas de la violencia —paterna, conyugal, judicial, social, policial…—. No es de extrañar que el cuerpo ocupe un lugar de elección. ¿No es la libertad corporal la libertad política por excelencia en el contexto iraní? El cuerpo de una mujer constreñido por normas estrictas, marcado por el «hierro rojo» del hiyab, herido por las balas de las fuerzas del orden, magullado por los golpes de un marido o víctima de la feroz venganza de un padre.

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