Las mujeres marchan

Ni Una Menos, el grito desde el sur del mundo.

Sociedad 08 de marzo de 2023
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El 8 de marzo de 2017 mujeres de todos el mundo se unieron en el primer paro internacional en el que sólo ellas fueron las protagonistas. En cada rincón del planeta, las protestas individuales de cada país se unieron para mostrar una sola cosa: ¿como seria un mundo en el que las mujeres dejaran de trabajar al menos un sólo día?

La fecha no fue casual. Ese día, el 8 de marzo, se recuerda la muerte 129 mujeres murieron en un incendio dentro de la fábrica Cotton de Nueva York. Pero ese aniversario de 2017 no fue uno más. Se convirtió en el anticipo de eso que se venía gestando en los lugares más remotos, y que tuvo su punto más alto pocos meses después, el el 5 octubre, cuando se conocieron las denuncias por abuso y acoso sexual contra el productor de Hollywood, el famoso y millonario Harvey Weinstein. Fueron las periodistas Jodi Kantor y Mega Twohey quienes lo contaron en una nota en The New York Times. La actriz estadounidense Alyssa Milano lo escribió en Twitter y el hashtag #MeToo implosionó. Tuvo medio millón de citas en menos de un día y fue tendencia en 85 países. Diferentes regiones, diferentes idiomas: “Yo también”, las palabras que lo unificaron todo.

Más de dos años antes, en el sur del mundo las mujeres gritaron “Ni Una Menos”. El 3 de junio de 2015, las calles de Argentina rebasaron. En el Congreso de la Nación, pero también en las provincias. En pueblos y ciudades, las mujeres denunciaron los femicidios, el punto más extremo de la violencia machista. Una violencia que está presente en los intersticios de la vida cotidiana, camuflada o no, y que tiene una matriz: la desigualdad. “Vivas nos queremos”, el grito se extendió rápido por América Latina. En México, Perú, Colombia o Nicaragua organizaron manifestaciones. Desde Chile, un grupo de mujeres llamadas “Las Tesis”popularizaron la canción “Un violador en tu camino”, inspirada en la antropóloga feminista Rita Segato. Esas semanas también lo cantaron en las capitales de Europa, hasta en el interior del Parlamento de Turquía. En Polonia, las mujeres se vistieron de negro e hicieron una huelga general para mantener el derecho al aborto. En 2016, en Argentina se hizo el primer paro nacional contra los femicidios, que tuvo eco en México, Chile, Bolivia, Honduras, Francia y España. Un año después fue el Primer Paro Internacional de Mujeres.

En Argentina, un tweet prendió la chispa. “Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales … mujeres, todas, bah… ¿no vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO”, escribió la periodista Marcela Ojeda en Twitter tras conocerse el asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada y fue enterrada en un pozo por su novio de 17. Otras comunicadoras se sumaron al reclamo y convocaron a la primera marcha. Tres semanas después, se juntaron 250.000 personas en la Ciudad de Buenos Aires y muchas otras en 120 puntos de Argentina. Según detalla Paula Rodríguez en su libro “Ni una Menos” de editorial Planeta, al día siguiente de la manifestación la línea 144 de consultas por casos de violencia de género pasó de 1.400 a 13.700 llamadas diarias. 

Pero “Ni Una Menos” fue más que denunciar los femicidios, fue develar todo un sistema que los cobija y naturaliza las violencias. Demandas que tenían muchas décadas de lucha sostenida, pero que en el 2015 tomó masividad. La periodista e impulsora de la marcha Ingrid Beckexplicó que “uno de sus principales logros fue instalar socialmente la idea de que los femicidios son producto de la desigualdad estructural”. “Además de ser una marcha masiva por los derechos de las mujeres por primera vez en la Argentina y en América Latina y el Caribe que convierte al movimiento de mujeres en una sujeta política, lo que hizo fue cambiar la manera de contar la violencia machista, la idea de vincular los femicidios con la desigualdad estructural. Además de tener demandas hacia los poderes públicos, también tenía demandas hacia la sociedad”.

Hoy, casi ocho años después de esa movilización inicial, el espíritu de los tiempos muestra una fuerte reacción conservadora en contra de los derechos de las mujeres, lesbianas, gays, travestis, transexuales y no binaries. Líderes de derecha expresan abiertamente su desdén por las conquistas alcanzadas y promueven su eliminación. La socióloga y comunicadora feminista Danila Saiegh consideró que está vinculado a que el movimiento dejó de ser marginal, creció en las demandas y, en varios países, incluso llegó al Estado. Como en Argentina, que desde el año 2020 existe el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación.

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