Demandas sin salida

El País 04 de abril de 2023
C4CEC532-E4B3-41C9-BE3C-F37831D046F4

En Argentina parece estar acelerándose el proceso de descomposición. La agresión a Berni tiene tonalidades que hacen crujir el razonamiento monocromático. La inseguridad es la principal preocupación de quienes viven en los distritos más poblados del país, desde hace ya hace muchos años. Desde la recuperación de la democracia seguridad y justicia siguen en deuda. Y aún mas, el sistema cada vez está mas decadente. 

El suceso es, como casi siempre, multicausal. El principal y evidente es el hartazgo social que no cuida ni contiene. Una sociedad activamente hastiada.

Argentina tiene, desde hace años, una de las tasas de robos más altas de la región y la tasa de homicidios más bajas. Una de las hipótesis más desarrolladas tiene que ver con que el gasto social oficia de analgésico para quienes se codean con los márgenes. Que pasará con la derecha si corta con eso. Habrá que ver. 

El dato de pobreza, además, validó a los críticos más acérrimos de las teorías del derrame. Por primera vez en el siglo veintiuno se registró un crecimiento del empleo, con el desempleo ubicándose en mínimos históricos- y una suba del PBI per cápita que, sin embargo, derivaron en un aumento de la pobreza. El problema de la Argentina, mirado desde el puro resultado material, fue en 2022, primariamente distributivo.

A esto se suma la particularidad de que, de los datos disponibles sobre distribución del ingreso, medida por el coeficiente de Gini, no surge un empeoramiento sino una mejora distributiva entre los percentiles de mayores y menores ingresos.

No le faltaba razón a Cristina cuando recomendaba “alinear precios y salarios para que el crecimiento no se lo lleven cuatro vivos”.

El problema, con una inflación que ya supera los tres dígitos, y que fue más alta en alimentos que en lo que respecta al nivel general, es que los mecanismos tradicionales para alinear precios y salarios pierden su capacidad de proteger los ingresos.

La utilización de las anclas tradicionales de los gobiernos kirchneristas -tarifaria y cambiaria- presenta, también, límites evidentes. Las tarifas, explican una porción cada vez menor de la canasta de consumo -por la propia dinámica de su crecimiento por debajo de la inflación, mientras la escasez de dólares en el Banco Central impide no ya fijar el tipo de cambio nominal, sino mantener el ritmo actual del tipo de cambio real, sujeto a niveles cada vez mayores de restricciones a las importaciones.

Esto significa que, progresivamente, los insumos importados se fijen más cercanos a los tipos de cambio paralelos que a los oficiales que nadie compra o consigue.

Las paritarias, jubilaciones y asignaciones sociales, están condenadas a correr por detrás de la inflación y muy de lejos, algo que en los trabajadores informales es aún mas complejo. El panorama se agrava si se considera que este año la economía difícilmente mejore. El último trimestre de 2022, había dejado de expandirse, sin que se sintieran aún los efectos de la sequía. Con la inflación acelerándose aún antes de sentir ningún efecto de las políticas tarifarias y, en menor medida, cambiarias a las que obligan los parámetros del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, difícilmente haya una solución de corto plazo para las graves circunstancias argentinas.

El camino no es sencillo y excede la voluntad o falta de ella de dirigentes políticos.

Te puede interesar
Lo más visto