Dolores, un reclamo que desbordó los límites de la ley

Sociedad 07 de febrero de 2023
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La pantalla devolvía lo que pasaba dentro de la sala de audiencias: el veredicto contra los ocho acusados de matar a golpes a Fernando Báez Sosa.

Todo era silencio hasta que el secretario del juzgado dijo “condenados a la pena de prisión perpetua”. Entonces sobrevinieron los aplausos, los abrazos. Si no fuera porque a coro se gritó la palabra “justicia” inmediatamente después, el fallo, en ese bar, se festejó como un gol de penal en la final de un Mundial. Un paisaje futbolístico de equipo único: el de la camiseta con la cara estampada de la víctima. 

Allí se llevó a cabo el juicio por el asesinato de José Luis Cabezas y estuvo detenido Guillermo Coppola, cuando lo acusaron de formar parte de una red narco que vendía drogas a la farándula. Este verano, fue el escenario de un juicio que sacudió estructuras de todo tipo: de clase. Suma a su historia el juicio por el crimen de Báez Sosa. Durante cinco semanas, Dolores estuvo intervenida por el “juicio a los rugbiers”.

Dolores vivió un crescendo: en los últimos días del juicio se respiró un aire más de revancha que de castigo acorde a la ley. Fue de a poco. Como una ola que se cuece en el fondo del mar y cuando llega a la orilla, arrasa. 

“Justicia es perpetua”, dice un triángulo de tela blanca. La leyenda está escrita con fibrón, pero si hubiera estado bordada podría ser un pañuelo de Madres o Abuelas. La apropiación de símbolos, la resignificación de símbolos. Una nueva era. 

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