Serbia vs. Suiza: por qué es un partido de altísima tensión política

Deportes 02 de diciembre de 2022
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Hoy se termina la fase de grupos del Mundial. A partir de mañana, sólo faltarán 16 encuentros para el fin de Catar 2022.
La expectativa que nos mueve, la esperanza que todos y todas tenemos es que, de esos 16 partidos,

Marruecos, la esperanza del mundo árabe

Los marroquíes, apodados “Leones del Atlas”, tuvieron una previa de Mundial muy agitada. Todo el mundo árabe se volcó masivamente a apoyar a Marruecos: desde Túnez hasta Palestina y también los cataríes. Lo interesante es que de los 26 jugadores de este plantel, 14 son parte de la diáspora; es decir, nacieron en otros países. Se suele hablar muchísimo de los futbolistas que representan a selecciones europeas pero tienen ascendencia africana y, sin embargo, el fenómeno se está dando también al revés. Jugadores nacidos en Europa, de padre y madre inmigrantes, que deciden representar a la nación que les dio la sangre y no a la que los cobijó. Achraf Hakimi, la gran estrella del equipo, nació en Madrid en 1998. Ziyech, en 1993, en Países Bajos.

¿Suiza o Serbia? Altísima tensión política


Para entender por qué este partido es tan importante hay que hacer un poquito de historia, irnos bien lejos en el tiempo y ver un mapa. Año 1389, siglo XIV: desde Anatolia, las tropas del Imperio Otomano, musulmán, intentan invadir los Balcanes, en el este de Europa. Se enfrentan entonces con los soldados serbios, cristianos, que se defienden de la incursión en una región llamada Kosovo Polje (el campo de los mirlos). Los otomanos son mucho más numerosos y se espera un triunfo fácil, pero los serbios resisten heroicamente y, aunque caen derrotados, crean, con su denuedo y resistencia, el mito fundacional de su futuro país.

Mucho después en el tiempo, siglo XX, estamos en Yugoslavia. La nación es gobernada por el Mariscal Josip Broz Tito, que consigue mantener la cohesión de muchos pueblos diferentes en el mismo país: croatas, eslovenos, serbios, bosnios y varios más. La capital es Belgrado, en la República Serbia. A lo largo de los siglos, la región de Kosovo, tan importante en la historia, se ha ido poblando de inmigrantes llegados desde la vecina Albania (musulmanes). Son mayoría; de hecho, se crea un nuevo gentilicio: los albanokosovares.

Cuando Tito muere, en 1980, Yugoslavia empieza a desintegrarse. Y en la década del ’90, tras varias guerras, se crean nuevos países: Croacia, Eslovenia, Macedonia y Bosnia y Herzegovina. Desde Belgrado, los serbios ven cómo, lentamente, van perdiendo todo. Pero hay algo que no están dispuestos a dejar ir: Kosovo. No se trataba de una cuestión solamente territorial, también entraba en el terreno de lo mítico. Allí, en el siglo XIV, había nacido el orgullo nacional. Por eso, cuando los albanokosovares deciden que también quieren independizarse, empieza la guerra contra Serbia (que aún representaba a lo que quedaba de Yugoslavia): es un conflicto cruel y terrible.

Hoy, años después, Kosovo es una nación independiente de reconocimiento limitado. La mitad del mundo (entre ellos, EE.UU y casi toda la Unión Europea) lo reconoce como un país soberano. La otra (entre ellos, China, Rusia y Argentina) dice que no, que es territorio serbio. Para Serbia, esta es su causa número uno. Uno de los más férreos defensores de Kosovo como parte irrenunciable de la nación es el gran tenista Novak Djokovic.

Entre todas las familias de albanokosovares que emigran están los Xhaka y los Shaqiri. Se van a Suiza. Con el tiempo, sus hijos demostrarían ser muy buenos jugando al fútbol y, cuando los llaman de la selección helvética, no lo dudan: representarían al país que los cobijó de pequeños. En el Mundial de Rusia 2018, paradoja del destino, se enfrentan Serbia contra Suiza (la de los jugadores albanokosovares).

El partido es histórico. Suiza gana 2–1 e, increíblemente, los goles los hacen Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri. Ambos celebransus tantos con un festejo que da la vuelta al mundo: con sus manos, imitan el águila de doble cabeza que aparece en la bandera albanesa. En Albania y en Kosovo, por supuesto, se siente como haber ganado la final del mundo, aunque haya sido Suiza el triunfador.

Hoy a las 16 juegan otra vez, la revancha del 2018, Serbia contra Suiza. Shaqiri y Xhaka siguen en el plantel helvético. En el juego ante Brasil, los serbios colgaron una bandera en el vestuario. En ella se veía el mapa de Serbia, incluyendo a Kosovo, y una leyenda en albanés: “No habrá rendición”.

El partido será realmente para alquilar balcones (o Balcanes) porque, además, el que gane clasificará. El empate sirve a los suizos (3 puntos), ya que los serbios sólo tienen una unidad.

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